domingo, 21 de agosto de 2011

Acerca de Londres, la sociedad británica, Irak, Afganistán y Malvinas.

La reina está desnuda


Por Santiago O’Donnell
No estuvimos ahí pero nos podemos imaginar porque somos argentinos. Un negro laburante llamado Mark Duggan baleado por la policía. La furia, partes de Londres, Manchester, Birmingham y otras ciudades inglesas en llamas. Cuatro días de saqueos a toda marcha, con la policía a reglamento y los políticos de vacaciones. Lo mismo que ya conocemos, pero con un toque inglés. Blackberries por celulares a tarjeta y en vez de vaciar un Coto te saquean una Reeves, mueblería que viene de los tiempos de la reina Victoria. Y no son los marginales como dicen los mano dura de la prensa internacional, son muchos más los que sienten que se están quedando afuera, o que simplemente están repodridos. Como Charlie Gilmour, estudiante de Cambridge, hijo del cien veces millonario David, guitarrista de Pink Floyd. Charlie marchó preso en diciembre pasado por tirarle piedras al principe Carlos y a Camila durante una protesta contra el aumento de las matrículas universitarias. O como Chelsea Ives, campeona de 400 metros llanos, modelo, embajadora olímpica de Gran Bretaña. La denunció su madre, que la vio por televisión tirarle un piedrazo a un patrullero y un ladrillazo a una vitrina de Vodafone. Esa noche, antes de caer presa, mandó por el feisbú en inglés guarro: “Los cerdos no tendrían que haber matado anoche. Entonces no estarían estallando. Las chicas van a robar. Bieeen! Pero es robar? Lo hacemos porque el dueño no se coje sus jarras de cerveza”. Fue su discurso de despedida. El comité olímpico anunció el martes pasado que Chelsea había cesado en sus funciones. O sea, la bronca está bastante extendida.
Metieron presos a dos mil pibes y los está procesando el sistema judicial, que extendió su trabajo al sábado y domingo, por orden de los políticos que volvieron volando de sus vacaciones, incluyendo el primer miniistro conservador David Cameron, que estaba en Córcega. Pero los judiciales no están de ánimo para la patriada, porque este año recibieron un hachazo presupuestario en el orden del 20-30 por ciento, igual que los policías que tardaron tres días en prender sus mangueras y disparar sus balas de plástico para apagar el incendio.
Los jueces reparten penas durísimas. Según el Times de Londres, un estudio demostró que en promedio son el 25 por ciento más pesadas que lo habitual, en línea con el discurso cavernícola de los políticos, que tratan a los pibes como si fueran unos delincuentes que acaban de aterrizar de Marte, como si pensaran que si les dan con un caño los chicos no van a volver a romper todo, y ellos no van a tener que volver a laburar horas extra por el 80 por ciento de lo que ganaban el año pasado. Entonces se descargan con los hoodies, los jóvenes encapuchados.
Los policías tampoco están de humor. Debido al ajuste y la reducción del personal, el despliegue de 16 mil efectivos que fue necesario para calmar la furia se hace insostenible. Después del estallido, Cameron contrató como asesor al coimisario estadounidense que patentó la Tolerancia Cero, William Bratton. Pero como ya sabemos la cosa no se arregla así nomás. En los últimos cinco años murieron 333 personas bajo arresto en Gran Bretaña, sin que ni un solo oficial de la maldita policía haya sido arrestado o investigado. El mes pasado echaron al jefe de Scotland Yard por venderle data a los diarios de Murdoch. La cuenta ya la conocemos: gatillo fácil más corrupción, equivale a estallido.
Encima, los recortes de Cameron no fueron parejos. Los programas sociales y las zonas marginales recibieron la peor parte. Los distritos de Hackney y de Haringey, donde mataron a Duggan, que están entre los más pobres de Londres, sufrieron más recortes que los demás, por encima del diez por ciento, informó la revista Time. “Todos los programas de pasantías en las empresas, programas de inserción laboral, sufrieron recortes del orden del 75 por ciento. Cerraron los clubes de barrio donde los pibes iban a jugar al billar, mirar televisión, recibir entrenamiento para buscar trabajo, y ahora toda esa gente no tiene a dónde ir”, dice Guillermo Makin, analista internacional argentino asociado al Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Cambridge, al teléfono desde Londres.
Déficit, recorte, recesión, más déficit, más recortes, más recesión. Pasó con Thatcher en los ochenta y la gente salió a la calle a romper todo. Ahora lo mismo pero peor, porque el gobierno conservador apuesta a la inversión privada pero los bancos no sueltan un mango por la crisis con las hipotecas. Como si Keynes hubiera nacido en la China. El desempleo va en ascenso y ya roza el ocho por ciento, según el cálculo más conservador. Parece poco, “el perro que aún no ha ladrado” escribe Larry Elliot en The Guardian, pero hay dos millones y medio de británicos sin laburo. El ministro de Economía ya ajustó dos veces para abajo la cifra estimada de crecimiento anual, que ahora quedó por debajo de medio por ciento, en una economía que se contrajo el seis y medio por ciento en el último año y medio, sin contar que ya venían de la recesión del 2008 y 2009.
Pero lo que más molesta, me parece, es la desigualdad. Esto se ve en los ghettos y los castillos cuando viajás en tren desde Londres a la campiña. Según el índice GINI, Gran Bretaña es uno de los países más desiguales del mundo desarrollado, el cinco por ciento de la población acumula el 33 por ciento del ingreso.
Los recortes universitarios que los estudiantes intentaron resistir con violentas protestas este año están destinados a profundizar la brecha. “La enseñanza universitaria gratuita acá era una institución, un derecho adquirido desde la Segunda Guerra Mundial. A lo sumo, los alumnos de mayores ingresos tenían que sacar unos préstamos muy fáciles de pagar, porque recién se les cobraba cuando empezaban a ganar más de 25.000 libras (130.000 pesos) por año. Ahora les cobran nueve mil libras por año (63.000 pesos) por la matrícula y los estudiantes están furiosos”, explica Makin. Los recortes también golpean el área de defensa, otrora orgullo de la corona. El sueño gaullista de Thatcher y Blair de tener peso en el mundo se evaporó. Salieron corriendo de Irak y Afganistán. “Hoy Gran Bretaña no tiene portaaviones, el último fue desguazado hace unos meses. Encargaron dos, pero como no tienen presupuesto, en vez de construirlos en cinco años lo van a hacer en diez. Para entonces es posible que no tengan aviones para los portaaviones, porque los Harriers van a ser piezas de museo”, opina Makin. Shhhh. No digan nada. Ahora sí, el imperio se derrumba.
Vale la pena tomar nota de que el diario conservador Daily Telegraph, lectura de cabecera del establishment militar, publicó el 2 de agosto un artículo advirtiendo con tono alarmista que Argentina estaría construyendo un submarino nuclear. “De ser así, Gran Bretaña enfrentaría una tarea irremontable si la Argentina decidiera invadir las Falklands otra vez”, advierte el articulista.
Pensando en Malvinas, nunca es un buen momento para empezar otra guerra y lejos está uno de sugerir semejante barbaridad, pero no está de más tomar nota de la debilidad de los ingleses para empujarlos a negociar. Algo que el Gobierno viene haciendo, claro, pero por ahí ahora se puede un poco más.


Colapsos


Por Juan Gelman

“Irresponsabilidad. Egoísmo. Actuar como si los actos no tuvieran consecuencias. Hijos sin padres. Escuelas sin disciplina. Recompensas sin esfuerzo. Crimen sin castigo. Derechos sin responsabilidades. Comunidades fuera de control. Algunos de los peores aspectos de la naturaleza humana tolerados, consentidos –a veces hasta incentivados– por un Estado y sus organismos que en parte han perdido literalmente la moral.” El primer ministro británico David Cameron explicó así la violencia desatada en Tottenham, uno de los barrios más pobres de Londres, y en otras ciudades de Inglaterra (www.guardia.co.uk, 15/8/11). Calificó la situación de “colapso moral”.
Olvidó señalar que la desocupación entre los jóvenes londinenses asciende al 23 por ciento y es aún más alta en el interior del país. O que los costos de la educación universitaria la convierten en algo prohibido, salvo para los hijos de familias ricas: 15 mil dólares anuales. Olvidó sobre todo el costo de 30 años de thatcherismo para amplias capas de la sociedad británica, las comunidades devastadas por la desindustrialización cualquiera fuese el color de la autoridad, conservador o laborista. Protestar contra ese estado de cosas es “totalmente inaceptable”, para Theresa May, secretaria del Interior. La violencia de la represión policial y el apuro de la Justicia en aplicar penas desproporcionadas a los manifestantes son, en consecuencia, necesarios.
Es verdad que elementos o bandas cometieron acciones condenables como el incendio de casas y pequeños comercios del vecindario, y el saqueo de supermercados. Para Christian Guy, director del Centro para la Justicia Social (www.centerforsocialjustice.org.uk), los disturbios fueron el producto de una bien coordinada operación de las pandillas de la zona. La BBC de Londres señaló, en cambio, que “en realidad, pocos (de los arrestados) son pandilleros genuinos”. Y “toda clase de personas” –asistentes de la educación, un diseñador gráfico, estudiantes universitarios– fueron detenidas por tomar parte en el pillaje. Paul Lewis, periodista del The Guardian que pasó cinco noches observando la violencia, manifestó que es erróneo el intento de culpar a un grupo: “La única generalización plausible es que, en conjunto, eran jóvenes y pobres” (www.bbc.co.uk, 16/8/11).
Parece clara la intención de disimular las razones de fondo, agravadas por el nuevo plan de austeridad –que The Financial Times calificó de “brutal”–, y el gobierno conservador no encuentra mejor camino que proponer algunos cambios sociales de corto alcance y, sobre todo, revigorizar la represión. “La policía tendrá más poderes”, insistió la secretaria May. El gabinete de Cameron estudia la posibilidad de imponer toques de queda en zonas específicas y aplicar medidas restrictivas a los menores de 16 años (www.bbc.co.uk, 16-8-11). Ninguna atención presta a lo que el sindicato de trabajadores de los servicios públicos Unisom de Londres considera necesario: “Debemos preguntarnos por qué nuestros jóvenes están tan enojados y cómo podemos unir a nuestra comunidad” (//lambethunison.blogspot.com, 9/8/11).
Abundan las disquisiciones psicologizantes sobre la razón de los saqueos: “La gente sin poder se siente de pronto poderosa y eso intoxica mucho”, dice el profesor John Pitts, un criminólogo que asesora a diversas autoridades londinenses en materia de jóvenes y pandillas (www.bbc.co.uk/news/magazine, 9/8/11). O: “Hay evidencias que sugieren que los líderes de una pandilla padecen tendencias psicopáticas”, anota el Dr. Lance Workman. Es otra forma de demonizar la violencia de jóvenes excluidos de un mañana. Como señala el doctor Raúl Zaffaroni, miembro de la Corte Suprema de Justicia de Argentina y distinguido penalista, el sistema castiga los delitos que provoca (La palabra de los muertos, Ediar, Buenos Aires, 2011).
Cabe preguntarse dónde radica el verdadero “colapso moral” del Reino Unido. “La clase política poco explora su propia responsabilidad en la creación de la marginación social que conduce a la ‘anarquía’ –advierte la investigadora Michelle Chen (www.inthesetimes.com, 10/8/11)–. Se supone que el problema no es el exceso policial, sino su insuficiencia, que no es la falta de oportunidades educacionales o de programas para la juventud en esos barrios, sino los padres que no pueden controlar a sus hijos.”
Es posible, sin embargo, coincidir con el premier David Cameron en que un Estado y sus organismos que han perdido en parte la moral toleran, consienten y aun incentivan algunos de los peores aspectos de la naturaleza humana. Así lo muestran los bombardeos de la R. A. F. contra poblaciones civiles inermes en Irak y Afganistán.
 
Las cárceles británicas sobrepasan el límite de su capacidad


Prensa Latina
La población carcelaria en Reino Unido sobrepasa los límites de su capacidad, tras los disturbios registrados en Inglaterra la pasada semana, informa hoy la Asociación de Gobernadores de Prisiones (PGA, por sus siglas en inglés).

Desde el inicio de esos hechos, ocurridos del 6 al 9 de agosto últimos, la cifra de reos en el país se incrementó en más de 100 por días, sostiene PGA.
Solo en cárceles de Inglaterra y Gales hay un total de 86 mil 608 prisioneros, con un incremento de 677 en los últimos seis días.
Luego de los incidentes violentos registrados en barrios de Londres, Birmingham y Manchester, el primer ministro británico, David Cameron, reclamó sentencias severas de los tribunales contra los responsables.
Esas personas reciben penas de prisión hasta un 25 por ciento más duras que en otras circunstancias, denunciaron activistas de derechos humanos.
En una corte londinense dos jóvenes fueron condenados el pasado martes a cuatro años de cárcel por haber incitado través de Internet a participar en hechos violentos que no llegaron a consumarse.
Los activistas consideran desproporcionadas las sanciones dictadas contra Jordan Blackshaw, de 20 años, y Perry Sutcliffe-Keenan, de 22, solo por situar anuncios en Facebook, a pesar de carecer de seguimiento por parte de internautas.
Para el director de la Liga Howard de Reforma Penal, Crook Frances, es importante enfrentar la sobrepoblación en las prisiones con una política preventiva y una reforma penal.
Las revueltas callejeras en Reino Unido se saldaron con cinco muertos y cerca de tres mil detenidos de los cuales más de mil ya pasaron por algún tribunal.
En esa nación europea existen mil 200 prisiones y dos centenares de centros de detención de inmigrantes en situación irregular.

http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=316189&Itemid=1


 

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