viernes, 30 de mayo de 2008

Mayo

Futuro.Presente.Pasado.Aniversarios.Patria. Mayo.
Pescadores Dura la vida del futurólogo. Eso de intuir, de proyectar un punto en el horizonte, de predecir cual oráculo moderno. No es un tarea sencilla en los tiempos que corren. Nunca lo fue. Hoy está el agravante de la enorme cantidad de información disponible. Menuda paradoja. Eso suele jugar en contra de la calidad de las predicciones porque no es fácil separar los elementos relevantes de los prescindibles. Es por todo esto que en este presente, en plena era de internet, supercomputadoras y teléfones celulares, los futurólogos escasean. Hace algún tiempo, proliferó un tipo especial de futurólogos, esos que vendían sus hipótesis disfrazadas de tendencias tendenciosas y se hacían llamar gurúes (en realidad eran pitonisas travestidas para hombres de negocios racionales dispuestos a engordar). Hoy esta gente no tienen a toda la prensa detrás suyo. Pero hicieron bien su trabajo en un tiempo en el que de lo único que se hablaba era del sistema financiero, capitales golondrinas y refinanciamiento de la deuda. No deja de ser extraño que justo en el momento en el que algunos falsos médicos daban por muerta a la historia, estos muchachos que surfeaban olas imaginarias engrosaban sus cuentas bancarias con varios ceros puestos del lado que valen mucho diciéndole a la gente de negocios y políticos que hacer con el dinero y las expectativas de los otros. Al poco tiempo todo el mundo se dio cuenta que la historia no estaba de parranda, pero tampoco muerta. Y la cosa cambió. Curiosa la relación entre el futuro y el pasado. Curiosa la manera de apropiarse del pasado y del futuro que tienen los poderosos. Como si no les bastara con el presente. Dura es la vida del futurólogo, repetimos. También es dura la vida del historiador. Las misiones de ambos, la del futurólogo y la del historiador, parecen ser diferentes y antagónicas, pero se unen en un punto. Y como si se tratara de dos pescadores sentados en un pequeño barco que se llama presente, ambos lanzan sus anzuelos o sus redes a buscar el material que alimente a la sociedad en la que viven. El futurólogo va por peces imaginarios que, dependiendo de la mirada, tendrán consistencia real y permitirán que el hambre en forma de incertidumbre desaparezca. De acuerdo al grado de apetito de esa sociedad, se podrán transformar sueños, utopías o mentiras en alimento. Mientras, el historiador lanza su anzuelo y a veces trae recuerdos o hechos que debe poner a cocinar para que puedan ser digeridos. El sabor del pasado pocas veces es agradable. Y además es un alimento que debe ser servido en un plato extraño, que refleja el ayer del comensal y que casi siempre lo condena. La mayoría de las veces están manchados de sangre, porque como las morcillas, de ese vital líquido está hecha la historia. Pero digerirlo bien, redime. Hay futurólogos e historiadores de varios tipos. Hay buenos y malos, del montón y extraordinarios. Algunos tienen prontuario. Otros son nobles y no ocultan lo que traen a la mesa por más que no sea agradable al paladar. Otros son artistas del hambre ajeno. Otros son mercenarios. Otros se venden puros, pero son simplemente mercenarios acomplejados. Esos son los peores. Los historiadores, tienen la ventaja de ser fácilmente reconocidos por lo que escriben. Los futurólogos, a veces cambiar de ropaje y se dejan ver como políticos, que ayudan a llevar a los pueblos a mejores lugares y otras veces al precipicio, cual flautista de Hamelin. Preocupa saber que se necesita uno de estos, sea bueno o malo. Dejemos el agua y volemos a la tierra del futuro... Probablemente, de no mediar ninguna hecatombe natural o social, para esta misma fecha dentro de dos años, estaremos haciendo un balance de los grandes festejos del Bicenterario de la Revolución de Mayo. Se buscarán puntos en común para enlazar aquel pasado con ese presente ahora futuro. Habrán pasado desfiles, espectáculos y reflexiones más interesantes que ésta y los historiadores habrán tenido sus 15 minutos de fama. Los habrán citado para escribir y hablar por radio, televisión, diarios y revistas. Pobre Pigna, seguramente se habrá clonado para asistir a cuanta charla, seminario y programa con pretensiones elevadas haya requerido de sus servicios...Los chicos habrán leído en clase sus composiciones, actuado en actos escolares y las empanadas, el locro y otras comidas típicas habrán salido de modernas ollas Wok. Saavedra y compañía seguramente acompañaron caldos. No es difícil imaginar a los mentores mediáticos con frases ampulosas hablando del legado de Mayo de 1810 y de si estamos o no a la altura de aquellos hombres.¡Las cosas que habrán salido del triángulo manual de Grondona! Volvamos por un segundo al pasado para proyectarlo: si nos remitimos al Centenario, me asusta lo mismo que ese triángulo.... Ya no está la Infanta Isabel para venir a perdonandos, pero tal vez el buen Rey se haya dado una vuelta para callarnos subido en un avión de AA, y de paso nos habrá dicho que guardemos algo de dinero para arreglar la deuda con el Club de París, si es que no se pagó antes. La sombra cuervera de Baring Bros tampoco para habrá pasado para pedirnos algún vuelto pendiente, por obra y gracia de un extremista devenido en traidor, pero sí los resabios de aquel imperio que siguió demasiado de cerca los sucesos rioplatenses de un siglo antes. Y los del norte de América, ¿ a quién habrán mandado a presentarnos sus respetos? No al del gran garrote,ni tampoco a Monroe, pero mucho menos a Bush afortunadamente, porque la palabra respeto no estuvo nunca en su vocabulario o en su accionar y porque en poco tiempo un nuevo inquilino ocupará la Casa Blanca hasta el 2012. ¿Quién habrá vestido CFK? ¿Qué se habrá puesto Lilita? ¿ Estarán los FORJADORES DE LA PATRIA con su olor a bosta devenida en manchas verdes? Rompan todo el pasado No voy a ser muy académico, pero lo que debe hacer una revolución es destruir. Romper todo. Toda revolución que se precie de tal, debe romper todo. Todo. No dejar nada en pie. Y eso, romper todo, la Revolución de Mayo lo hizo muy bien: destruyó casi 300 años de dominación colonial con una pericia formidable. Claro está que el pobre Imperio español venía tecleando, acosado por piratas y generales jacobinos. Pero rompieron de lo lindo. En diez años, de 1810 a 1820, los muchachos dejaron sólo ruinas del dominio español. El asunto es que después con las ruinas hay que empezar la reconstrucción. Y eso costó. Tiempo y vidas. Pero no nos adelantemos, volvamos a 1810... "Era un placer destruir" debían pensar Moreno, Castelli, Belgrano y otros, convenciendo a paisanos, enviando, conduciendo ejércitos, fusilando a Liniers, armando navíos corsarios para llevar el mensaje de la revolución, reclamando o expropiando recursos para alimentar la llama revolucionaria, peleando contra españoles en todas partes. No parece ser tarea digna la de destruir y es por eso que la historiografía oficial( ayudada por los designios del autonombrado historiador oficial de la Nación, Bartolomé Mitre), no mira bien a estos muchachos de Mayo. Ellos deberían ser los padres fundadores y no San Martín, o mejor: ¿por qué no todos? Pero al pobre conductor del caballo blanco, lo inmacularon para que nada lo manchara y fuera el padre bueno del que salimos todas las generaciones siguientes: la liberación de medio continente, su genio militar, su abnegada esposa, su sensible hija, la espada jamás usada para conflictos internos y bla bla bla. Si el padre era bueno, todos sus hijos debían ser iguales, salvo los descarriados. Pero cuando el bueno de Yapeyú llegó a estas tierras tras pelear contra franceses en territorio europeo, vino a complotar, vino parar expulsar a los que molestaban, como lo hacía cualquiera que estuviera comprometido con la revolución, acelerando los tiempos y así sacar a todos los "godos" del contienente de una vez por todas. Eso no lo mancha, lo humaniza. Muestra que el tipo buscaba su destino y no se entregaba a él. No eran precisamente nenes de pecho los que estaban en esa disputa, había que luchar y duro; con los de adentro y con los de afuera. Por ejemplo, ya en 1812, un tal Bernardino Rivadavia operaba en las sombras, como lo haría un siempre demasiado largo. Había que tener convicciones firmes y saber lo que se quería en un escenario en que nada quedaba en pie por mucho tiempo. Si San Martín después usó un plan inglés y lo hizo propio para quebrar las endebles bases del Imperio español, no resulta tan trascendente. A Lenin también se lo acusó de espía alemán cuando lo soltaron y lo mandaron a San Petersburgo en la antesala de la Revolución rusa para quebrar el frente interno. Hay personajes extraordinarios en la Revolución de Mayo, gente que emociona, como Castelli, Belgrano o Monteagudo, pero hasta el propio Saavedra que no es de mi agrado, mostraba algunas convicciones, cosa que define a un buen revolucionario. Quizá pecaron de "exceso de utopía" y como tardaron tan poco en demoler el anterior edificio y se debió esperar tanto para que el siguiente fuera levantado, no se les da la verdadera dimensión que merecen. Algunos fueron la vanguardia de la vanguardia. Los culpan de haber generado lo que se conoce como el "gran hiato" período que llega hasta la sanción de la Constitución, la batalla de Pavón ,la Nacionalización de Buenos Aires y la puesta en marcha del país bajo el modelo de la Generación del ochenta y su legado que aún está pataleando. Hay quienes dicen que fue un simple error, como una falla en la historia, como tantos pensadores lo decían de la Revolución Francesa de 1789. Pero ojo, no confundamos, pocas cosas tienen en común la revolución de Robespierre y compañía con la nuestra: 1)No fue una revolución continuadora de los sucesos europeos entendido como el largo ciclo de las burguesas inaugurados con la francesa de 1789. Las ideas que este movimiento ponía de manifiesto influyeron; de eso no hay duda, pero la Revolución de Mayo, tuvo un matiz muy americano, muy rioplatense. 2)La inexistencia de una nación hasta bien entrado el siglo XIX, quiere decir simplemente eso: la inexistencia de una nación. El gran hiato que representó el período comprendido entre 1820 y 1862, no debe verse como un período simple anarquía, intermedio entre una nacionalidad interrumpida por 42 años, sino como un proceso de reconstrucción y construcción de una identidad nacional. Hace ya varios años que historiadores como Chiaramonte se dedican a investigar esta temática. 3)La fragmentación económica que puso en práctica el Imperio español en estas tierras, hizo que las distintas regiones no fueran completas desde el punto económico, dado que estaban especializadas generando una dependencia mutua. Sobre esta estructura comenzó a operar la Revolución. 4)La expansión capitalista aceleró los tiempos en estas tierras, tocándole a estas tierras el lugar que la potencia de turno le otorgó en la División Internacional del trabajo. La orfandad de los revolucionarios Era pocos en Buenos Aires en 1810. Alrededor de 50 000 los habitantes en la Reina del plata. No era fácil armar cuadros revolucionarios o convocar a las masas para intimidar a la otra facción. El ejército revolucionario fue el partido de la revolución. Usaron eso; no sé si había otra cosa a mano. Las organizaciones secretas como las logias mostraban sus limitaciones y sirvieron para los momentos previos, pero no para los momentos en los que se estaba con pico y pala rompiendo todo. Con el "si..." o con el "pero" no se hace la historia. Y no fue Mayo la primera vez que algo bello se transforma en "tosca materia". Cumplieron, rompieron con el pasado a su manera. Las revoluciones no se hacen con buenos modales y ante tamaño rival (¡hay que tener coraje para enfrentarse con tanto historia, lazos de sangre y poder militar!), hicieron eso porque era lo que tenían a mano. Pocos, decididos la mayoría de ellos. Abogados que se transforman en militares. religiosos que hacen armas, militares españoles que traicionan. Tanta destrucción necesaria dejó un tendal y el terreno para que comenzaran a operar los agentes del Imperio más grande de la época, el inglés, que desplazó a los comerciantes tradicionales españoles. Estos últimos se fueron al campo y para finales de la década de 1820 la vida política, cultural y económica de las Provincias Unidas (vaya paradoja) se ruralizó entronando a un fiel exponente de esta tendencia, a un tal Juan Manuel de Rosas, quien no tuvo nunca buena opinión de la Revolución de Mayo. Tampoco era fácil en esos tiempos ser futurólogo. En ese entonces, el problema era la escasez de información y el tamaño de los adversarios. Y sí, tal vez se excedieron de utopía...pero es posible que tanto el futurólogo como el historiador, tengan que dirigirse al mismo punto para alimentar este presente amenazado por el mismo barro sobre el que ellos, los revolucionarios de mayo tuvieron que empezar a caminar.

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