lunes, 29 de noviembre de 2010

La visión de Paul Krugman sobre el rescate bancario en Irlanda

No debe castigarse al Pueblo, por Paul Krugman (New York Times) La mayoría de la gente conoce a Swift como autor de Los viajes de Gulliver. Pero los recientes acontecimientos me han hecho pensar en su ensayo de 1729 Una modesta propuesta , en el que hablaba de la terrible pobreza de los irlandeses y ofrecía una solución: vender a sus hijos como comida. “Acepto que este alimento será algo caro”, reconocía, pero eso lo haría “muy adecuado para los propietarios, que, como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen tener más derecho a los hijos.” Es cierto, hoy día no se trata de propietarios sino de banqueros… y no se están comiendo al pueblo, sólo lo están empobreciendo. Pero únicamente un escritor satírico –de pluma muy feroz– podría hacer justicia a lo que está ocurriendo hoy en Irlanda. La historia de Irlanda comenzó con un auténtico milagro económico. Pero luego este dio lugar a una locura especulativa impulsada por bancos desbocados y desarrolladores de propiedades. Luego la burbuja estalló y esos bancos sufrieron enormes pérdidas. Uno imaginaría que los que les prestaron dinero habrán compartido las pérdidas. Después de todo, eran adultos que actuaron por propia voluntad. Pero, no, el gobierno tomó cartas en el asunto para garantizar la deuda de los bancos, convirtiendo las deudas en obligaciones públicas. Antes de la crisis bancaria, Irlanda tenía poca deuda pública. Pero, con los contribuyentes de pronto en apuros por las gigantescas pérdidas bancarias mientras los ingresos caían a pique, la solvencia del país fue puesta en duda. Irlanda trató de tranquilizar a los mercados con un duro programa de recorte de gastos. Por un momento den un paso atrás y piensen en esto. Estas deudas fueron contraídas no para pagar programas públicos sino por astutos negociantes que no buscaban otra cosa que su propio provecho. Sin embargo, ahora cargan con ellas los ciudadanos comunes de Irlanda. O para ser más preciso, cargan con algo mucho más pesado que la deuda, porque los recortes de gastos han provocado una grave recesión. De modo que, además de hacerse cargo de las deudas de los bancos, los irlandeses padecen una caída de sus ingresos y un alto desempleo. Pero no hay alternativa, dice la gente seria: todo esto es necesario para recuperar la confianza. Sin embargo, aunque parezca extraño, la confianza no está creciendo. Todo lo contrario: los inversores se dieron cuenta de que todas esas medidas de austeridad están deprimiendo la economía… y no quieren saber nada con la deuda irlandesa debido a esa debilidad económica. ¿Y ahora qué? El pasado fin de semana, Irlanda y sus vecinos armaron lo que todos califican “rescate”. Pero lo que realmente ocurrió es que el gobierno irlandés prometió infligir aún más dolor a cambio de una línea de crédito. Irlanda, afirman los sabiondos, debe continuar infligiendo sufrimiento a sus ciudadanos porque hacer otra cosa minaría mortalmente la confianza. Pero Irlanda está ahora en su tercer año de austeridad y la confianza sigue bajando. Y uno no puede más que preguntarse qué hará falta para que la gente seria se dé cuenta de que castigar al pueblo por los pecados de los banqueros es peor que un crimen: es un error.

No hay comentarios: