martes, 26 de octubre de 2010

Al costado de la vía....

Ferreyra Por Santiago Álvarez y Martín Rodríguez La verdad de la muerte de Mariano Ferreyra está en la escena del crimen. No toda la verdad, porque nunca se saben “todas las verdades”, pero sí empezando por las razones: Mariano pertenecía a un partido político (el Partido Obrero) que defendía la situación de los trabajadores tercerizados del tren Roca que estaban enfrentados a la conducción de la Unión Ferrroviaria, porque fueron despedidos, eran explotados y la dirigencia era cómplice de esa situación. La conducción de la UF mantiene una dirección atroz para los intereses ferroviarios: la del señor Pedrazza, cómplice del desguace ferroviario sufrido en la década del ’90, y que mantiene su oficio de dirigente gremial como superficie de un negocio en el que es lisa y llanamente un empresario corrupto. Mucha gente corre a buscar afuera de la escena del crimen de Avellaneda las verdaderas razones, corren a buscar los hilos ocultos. Se agarran del fantasma de largo brazo del duhaldismo que parece estar presente en todos lados. O le endilgan el crimen al gobierno, que no tiró una bala en siete años. Y terminan arrancando el cuerpo de Mariano para tirarlo simbólicamente en distintas mesas. Como si las razones (equivocadas o no, como las de cualquier opción política) y el compromiso concreto de Mariano y su militancia no alcanzaran a explicar los hechos. Murió defendiendo algo en lo que creía. Y encontró su muerte en un límite que la democracia debe imponer y que creíamos impuesto después de las lecciones de la historia. El resto, lo que está por afuera de la escena del crimen, es un debate que se da hoy al calor del chiquitaje. Los hechos irrumpieron fuertemente en la agenda política. La dirigencia, en general y a excepción de algunos casos particulares, ha decidido revolver el episodio junto con el resto de las frenéticas y pequeñas disputas diarias. La política se tira con todo lo que hay para ver quién saca un resto. En ese esquema, pierden todos y ganan unos pocos. Si hay una victoria, va para el sentido común y un relato imperante. El resto es todo en detrimento del movimiento obrero organizado y la militancia política, históricos blancos de ese relato que busca su desprestigio, justo cuando esos actores vienen reconciliándose con la sociedad. Esa es la cuenta que hay sacar para entender dónde hay oportunismo en el debate político: quién gana y quién pierde. Ganan los sectores conservadores, los que pretenden que nada cambie nunca. La indignación hipócrita de ciertos voceros es agotadora: “¿Tenía que haber una muerte para que dejen de tercerizar a los empleados del ferrocarril?”, dicen. El bloqueo de Siderar este año y de La Nación y Clarín el año pasado también tuvo como causa el empleo de trabajadores tercerizados. En esa oportunidad la medida de fuerza fue llevada a cabo por la CGT de Hugo Moyano, estigmatizada como “la burocracia”, y fue condenada hasta el hartazgo por muchos de los que hoy rasgan sus vestiduras. ¿Tenía que haber una muerte para que dejen de tercerizar a los empleados del ferrocarril? La respuesta es no. Hay debates por delante. El respeto a la militancia y la cercanía de la masacre nos impiden, hoy, entrarles de lleno. Hay un debate pendiente sobre el sindicalismo empresario y la democracia sindical (un debate que no se circunscribe a la CGT o al peronismo sindical, como quedó demostrado en las elecciones de la CTA o en la marcha conjunta de esta Central con el Momo Venegas y Barrionuevo al Congreso recientemente). Hay un debate pendiente con la izquierda dura, sus lecturas del tiempo histórico, sus metodologías. Pero no hoy, no ahora. Mientras tanto, la responsabilidad del Gobierno recae sobre la búsqueda efectiva e inmediata de los responsables del hecho, la búsqueda urgente de “la verdad judicial”. Desde Ni a Palos esperamos que así sea. (Extraído del Blog: Ni a Palos, Octubre 26 de 2010)

No hay comentarios: