jueves, 31 de mayo de 2012

El fin del Capitalismo ya ha comenzado

La informatización y la robotización han permitido producir cada vez más mercancías con cada vez menos trabajo. El coste del trabajo por unidad de producto no ha dejado de disminuir y el precio de los productos tiende a bajar. Sin embargo, cuanto más disminuye la cantidad de trabajo para una producción particular, más tiene que aumentar el valor producido por trabajador -su productividad- para que la masa de beneficio no disminuya. Obtenemos por tanto esta paradoja aparente: cuanto más aumenta la productividad, más tiene que aumentar ésta para evitar que el volumen de beneficio disminuya. La carrera hacia la productividad tiende a acelerarse, los recursos humanos a reducirse, la presión sobre el personal a endurecerse, el nivel y la masa salarial a disminuir. El sistema evoluciona hacia un límite interno donde la producción y la inversión en la producción dejan de ser lo suficiente rentables.

Las cifras prueban que se ha alcanzado este límite. La acumulación productiva de capital productivo no ha dejado de experimentar una regresión. En los Estados-Unidos, las 500 empresas del índice Standard & Poor’s disponen de 631 millones de millones de reservas líquidas; la mitad de los beneficios de las empresas americanas proviene de operaciones en los mercados financieros. En Francia, la inversión productiva de las empresas del CAC 40 ni siquiera aumenta cuando sus beneficios se multiplican.
Puesto que la producción ya no es capaz de valorizar todos los capitales acumulados, una parte creciente de ellos se queda bajo la forma de capital financiero. Se constituye una industria financiera que no deja de refinar el arte de hacer dinero comprando y vendiendo solamente diversas formas de dinero. El dinero mismo es la única mercancía que produce la industria financiera a través de operaciones cada vez más arriesgadas y cada vez menos controlables en los mercados financieros.
La masa de capital que la industria financiera drena y gestiona supera desde luego la masa de capital que valoriza la economía real (el total de los activos financieros representa 160.000 millones de millones de dólares, es decir de tres a cuatro veces el PIB mundial). El “valor” de este capital es puramente ficticio; descansa en gran parte sobre el endeudamiento y el “good will”, es decir sobre anticipaciones: la Bolsa capitaliza el crecimiento futuro, los beneficios futuros de las empresas, el futuro alza de los precios inmobiliarios, las ganancias que podrán aportar las reestructuraciones, fusiones, concentraciones, etc… Las cotizaciones de la Bolsa se hinchan de capitales y de sus plus-valías futuras: los bancos incitan a las familias a comprar (entre otras cosas) acciones y certificados de inversión inmobiliaria, a acelerar así el alza de las cotizaciones, a pedir prestado a sus bancos importes crecientes en la medida que aumenta su capital ficticio bursátil.
La capitalización de las anticipaciones de beneficios y crecimiento mantiene un endeudamiento creciente, alimenta la economía en liquidez, debidos al reciclaje bancario de plus-valías ficticias, y permite a los Estados-Unidos un “crecimiento económico” que, basado en el endeudamiento interno y externo, es claramente el motor principal del crecimiento mundial (incluso del crecimiento chino). La economía real se convierte en un apéndice de las burbujas especulativas sustentadas por la industria financiera. Hasta el inevitable momento en que las burbujas estallan, arrastran a los bancos hacia bancarrotas en cadena que amenazan de colapsar el sistema mundial de crédito, y que amenazan a la economía real de una depresión severa y prolongada (la depresión japonesa dura ya quince años).
Siempre podremos culpar a la especulación, a los paraísos fiscales, a la opacidad y a la falta de control de la industria financiera (en particular los “hedge funds”), pero la amenaza de depresión, incluso de colapso que pesa sobre la economía mundial, no se debe a la falta de control: se debe a la incapacidad del capitalismo de reproducirse. Sólo se perpetua y funciona sobre bases ficticias cada vez más precarias. Pretender la redistribución, a través del impuesto, de las plus-valías ficticias de las burbujas, precipitaría exactamente lo que intenta evitar la industria financiera: la desvalorización de masas gigantescas de activos financieros y la quiebra del sistema bancario. La “reestructuración ecológica” sólo puede agravar la crisis del sistema. Es imposible evitar una catástrofe climática sin romper de manera radical con los métodos y la lógica económica que impera desde hace 150 años. Si prolongamos la tendencia actual, se multiplicará el PIB mundial por un factor 3 o 4 hasta el 2050. Sin embargo, según el informe del Consejo sobre el Clima de la ONU, las emisiones de CO2 tendrán que disminuir de un 85% hasta esta fecha para limitar el calentamiento climático a 2ºC máximo. Más allá de 2ºC, las consecuencias serán irreversibles y no controlables.
Por tanto el decrecimiento es un imperativo de superviviencia. Pero supone otra economía, otro estilo de vida, otra civilización, otras relaciones sociales. Sin estas premisas, sólo se podrá evitar el colapso a través de restricciones, racionamientos, repartos autoritarios de recursos característicos de una economía de guerra. Por tanto la salida del capitalismo tendrá lugar sí o sí, de forma civilizada o bárbara. Sólo se plantea la cuestión del tipo de salida y su ritmo con el cual va a tener lugar.
Ya conocemos la forma bárbara. Prevalece en varias regiones de África, dominadas por jefes de guerra, por el saqueo de las ruinas de la modernidad, las masacres y tráfico de seres humanos, en un panorama de hambrunas. Los tres Mad Max eran novelas de anticipación. En cambio, no se suele plantear una forma civilizada de salida del capitalismo. La evocación de la catástrofe climática que nos amenaza conduce generalmente a considerar un necesario “cambio de mentalidad”, pero la naturaleza de este cambio, las condiciones que lo hacen posible, los obstáculos que hay que saltar parecen desafiar la imaginación. Proyectar otra economía, otras relaciones sociales, otros métodos y medios de producción y otros modos de vida se tacha de “irrealista”, como si la sociedad de la mercancía, del asalariado y del dinero fuera infranqueable. En realidad una multidud de indicios convergentes sugieren que ya se ha iniciado esta superación y que las probabilidades de una salida civilizada del capitalismo dependen ante todo de nuestra capacidad de distinguir las tendencias y las prácticas que anuncian su factibilidad.
El capitalismo debe su expansión y su dominación al poder que ha adquirido en un siglo, tanto en la producción como en el consumo. Al privar primero a los obreros de sus medios de trabajo y de sus productos, se ha garantizado progresivamente el monopolio de los medios de producción y ha conseguido subsumir el trabajo. Con la especialización, la división y la mecanización del trabajo en grandes instalaciones, los trabajadores se convirtieron en los apéndices de las megamáquinas del capital. Se tornó así imposible para los productores apropiarse de los medios de producción. Gracias a la eliminación del poder de aquéllos sobre la naturaleza y el destino de los productos, se ha asegurado al capital el cuasi-monopolio de la oferta, es decir el poder de anteponer en todos los ámbitos las producciones y los consumos más rentables, así como el poder de crear los gustos y deseos de los consumidores y la manera con la que iban a satisfacer sus necesidades. Este poder es el que la revolución informacional empieza a agrietar.
En un primer momento, el objetivo de la informatización fue la reducción de los costes de producción. Para evitar que esta reducción de costes conllevara la correspondiente baja de los precios de las mercancías, había que, en la medida de lo posible, sustraerlas a las leyes del mercado. Esta sustracción consistía en conferir a las mercancías cualidades incomparables gracias a las que parecen no tener equivalente y dejan de ser por tanto simples mercancías.
El valor comercial (el precio) de los productos tenía, por lo tanto, que depender más de sus cualidades inmateriales no medibles que de su utilidad (valor de uso) sustancial. Estas cualidades inmateriales -el estilo, la novedad, el prestigio de la marca, la rareza o “exclusividad”- tenía que conferir a los productos un estatuto comparable al de las obras de arte.
Éstas últimas tienen un valor intrínseco: no existe ningún patrón que permita establecer entre ellas una relación de equivalencia o “precio justo”. No son por tanto verdaderas mercancías. Su precio depende de la rareza, de la reputación del creador, del deseo del comprador eventual. Las cualidades inmateriales incomparables proporcionan a la empresa productiva el equivalente de un monopolio y la posibilidad de asegurarse una renta de novedad, rareza, exclusividad.
Esta renta esconde, compensa y a menudo sobrecompensa la disminución del valor en su aceptación económica que la reducción de los costes de producción genera para los productos en tanto que mercancías por esencia intercambiables entre sí según la relación de equivalencia. De un punto de vista económico, la innovación no crea valor: es el medio para crear una rareza fuente de renta y conseguir un sobreprecio en detrimento de los productos competidores. La parte de la renta en el precio de una mercancía puede ser diez, veinte o cincuenta veces más grande que su coste de producción, y no sólo se aplica a los artículos de lujo; también se aplica a los artículos del día a día como zapatillas de deporte, camisetas, móviles, discos, pantalones vaqueros, etc…
Sin embargo, la renta no tiene la misma naturaleza que el beneficio: no corresponde a la creación de un aumento de valor, de una plus-valía. Redistribuye la masa total del valor a favor de las empresas rentistas y en detrimento de los otros; no aumenta esta masa [1].
Cuando el incremento de la renta se convierte en la meta determinante de la política de las empresas -más importante que el beneficio que, por su parte, choca con el límite interno que hemos indicado antes- la competencia entre empresas descansa ante todo sobre su capacidad y rapidez de innovación. De ella depende ante todo la amplitud de su renta. Por tanto intentan superarse con el lanzamiento de nuevos productos o modelos o estilos, con la originalidad del diseño, con la inventiva de sus campañas de marketing, con la “personalización” de sus productos. La aceleración de la obsolescencia, que va de la mano con la menor durabilidad de los productos y de la menor facilidad para repararlos, se convierte en el medio decisivo para aumentar el volumen de ventas. Obliga a las empresas a inventar continuamente necesidades y deseos nuevos, a atribuir a las mercancías un valor simbólico, social, erótico, a difundir una “cultura del consumo” que apuesta por la individualización, singularización, rivalidad, envidia, es decir, lo que he llamado en otro escrito la “socialización antisocial”.
En este sistema todo se opone a la autonomía de los individuos; a su capacidad de reflexionar juntos sobre sus objetivos y necesidades comunes; de concertarse sobre la mejor manera de eliminar el despilfarro, de ahorrar recursos, de elaborar juntos, como productores y consumidores, una norma común de lo suficiente -lo que Jacques Delors llamaba una “abundancia frugal”. Sin duda alguna, la ruptura con la tendencia del “producir más, consumir más” y la redefinición autónoma de un modelo de vida que aspira a hacer más y mejor con menos, supone la ruptura con una civilización donde no se produce nada de lo que se consume y no se consume nada de lo que se produce; donde los productores y consumidores están separados y donde cada uno se opone a sí mismo ya que es siempre lo uno y lo otro a la vez; donde todas las necesidades y todos los deseos se centran en la necesidad de ganar dinero y el deseo de ganar más; donde la posibilidad de autoproducción para el autoconsumo parece fuera de alcance y ridículamente arcaico - sin razón.
Sin embargo, la “dictadura de las necesidades” pierde fuerza. La influencia que las empresas ejercen sobre los consumidores se vuelve más débil a pesar del aumento exponencial de los gastos para el marketing y la publicidad. La tendencia a la autoproducción gana de nuevo terreno gracias al peso creciente que tienen los contenidos inmateriales en la naturaleza de las mercancías. El monopolio de la oferta escapa poco a poco al capital. No era difícil privatizar y monopolizar contenidos inmateriales mientras los conocimientos, ideas, conceptos utilizados en la producción y concepción de las mercancías se definían en función de máquinas y de artículos en los que se incorporaban para un uso concreto. Máquinas y artículos se podían patentar y la posición de monopolio quedaba protegida. La propiedad privada de los conocimientos y de los conceptos se hacía posible, ya que eran inseparables de los objetos que les materializaban. Eran un componente del capital fijo. Pero todo cambia en el momento en que los contenidos inmateriales no son inseparables de los productos que los contienen, ni siquiera de las personas que los poseen; cuando acceden a una existencia independiente de todo uso particular y se convierten en susceptibles de ser reproducidos en cantidades ilimitadas por un coste ínfimo, tras su traducción en programas. Entonces se pueden convertir en un bien abundante que, por su disponibilidad ilimitada, pierde cualquier valor de cambio y cae en el dominio público como bien común gratuito - salvo si se consigue impedirlo al prohibir el acceso y el uso ilimitados para los cuales está hecho. El problema que enfrenta “la economía del conocimiento” proviene del hecho de que la dimensión inmaterial de la que depende la rentabilidad de las mercancías no es, en la edad de la informática, de la misma naturaleza que éstas últimas: no es propiedad privada ni de las empresas ni de sus colaboradores; no tiene un carácter privatizable y no puede por consiguiente convertirse en una verdadera mercancía. Sólo se puede disfrazar de propiedad privada y mercancía al reservar su uso exclusivo a través de artimañas jurídicas o técnicas (códigos de acceso secretos). No obstante este disfraz no cambia nada a la realidad de bien común del bien así disfrazado: sigue siendo una no-mercancía no vendible cuyo acceso y uso libres están prohibidos porque permanecen siempre posibles, porque le amenaza las “copias ilícitas”, las “imitaciones”, los usos prohibidos. Incluso el autodenomidado propietario no los puede vender, es decir transferir la propiedad privada a otro, como lo haría con una verdadera mercancía; sólo puede vender un derecho de acceso o de uso “bajo licencia”. Así la economía del conocimiento se basa en una riqueza cuya vocación es la de ser un bien común, y los patentes y copyrights que debieran privatizarlo no cambian nada: la era de la gratuidad se expande de manera irrefrenable. La informática y el Internet atacan las bases del reino de la mercancía. Todo lo que se traduce en lenguaje numérico y reproducible, comunicable sin gastos tiende irresistiblemente a convertirse en un bien común, incluso en un bien común universal cuando es accesible a todos y utilizable por todos. Cualquiera puede reproducir con su ordenador contenidos inmateriales como el diseño, planes de construcción o de montaje, fórmulas y ecuaciones químicas; inventar sus propios estilos y formas; imprimir textos, grabar discos, reproducir tablas.
Más de 200 millones de referencias están actualmente accesibles bajo licencia “creative commons”. En Brasil, donde la industria del disco comercializa 15 nuevos discos al año, los jóvenes de las favelas graban 80 discos por semana y los difunden en la calle. Las tres cuartas partes de los ordenadores fabricados en 2004 se construyeron en favelas con los componentes de materiales desechados. El gobierno apoya a las cooperativas y agrupaciones informales de autoproducción para el auto-abastecimiento.
Claudio Prado, que dirige el departamento de cultura numérica en el ministerio de Cultura de Brasil, hace poco: “El empleo es una especie en vía de extinción. Tenemos la intención de saltarnos esta fase sin interés del siglo XX para pasar directamente del siglo XIX al siglo XXI”. Por ejemplo se ha apoyado oficialmente la autoproducción de ordenadores: se trata de favorecer la “apropiación de las tecnologías por los usuarios con un objetivo de transformación social”. La próxima etapa será lógicamente la autoproducción de medios de producción. Volveré sobre este tema.
Lo importante por el momento es que la principal fuerza productiva y la principal fuente de rentas caen progresivamente en el dominio público y tienden hacia la gratuidad; que la propiedad privada de los medios de producción y por tanto el monopolio de la oferta son cada vez menos posibles; que por consiguiente la influencia del capital sobre el consumo se relaja y éste puede tender a emanciparse de la oferta mercantil. Se trata aquí de una ruptura que ataca la base del capitalismo. La lucha emprendida entre los “programas propietarios” y los “programas libres” (libre, “free”, es también el equivalente en inglés de “gratuito”) ha sido el inicio del conflicto central de esta época.
Se extiende y se prolonga en la lucha contra la mercantilización de las riquezas primas -la tierra, las semillas, el genoma, los bienes culturales, los saberes y las competencias comunes que constituyen la cultura cotidiana y que son las condiciones previas a la existencia de una sociedad. Del resultado de esta lucha dependerá que la salida del capitalismo tenga lugar de forma civilizada o bárbara.
Salir del capitalismo implica necesariamente nuestra emancipación de la influencia que ejerce el capital sobre el consumo y de su monopolio sobre los medios de producción. Significa restablecer la unidad del sujeto de la producción y del sujeto del consumo y retomar la autonomía en la definición de nuestras necesidades y de su modo de satisfacción. El obstáculo insalvable que el capitalismo había colocado en este camino era el carácter mismo de los medios de producción que había creado: constituían una megamáquina donde todos eran sirvientes y que nos dictaba qué fines perseguir y qué vida llevar. Este periodo llega a su fin. Los medios de autoproducción high-tech convierten la megamáquina industrial en virtualmente obsoleta.
Claudio Prado alega “la apropiación de las tecnologías” porque todos pueden apropiarse la clave común de todas: la informática. Porque, como lo pedía Iván Illich, “cada uno puede utilizarla sin dificultad tan a menudo o tan poco como lo desea sin que el uso que hace de ella usurpe la libertad de otros de hacer lo mismo”; y porque este uso (se trata de la definición de Illich de las herramientas conviviales) “estimula la realización personal” y amplía la autonomía de todos. La definición que Pekka Himanen da de la Etica Hacker es bastante parecida: un modo de vida que antepone “la felicidad de la amistad, del amor, de la libre cooperación y de la creatividad personal”.
Las herramientas high-tech existentes o en curso de desarrollo, generalmente comparables a periféricos de ordenadores, apuntan hacia un futuro donde prácticamente todo lo necesario y deseable podrá ser producido en talleres cooperativos o comunales; donde las actividades de producción se podrán combinar con el aprendizaje y la enseñanza, con la experimentación y la investigación, con la creación de nuevos gustos, perfumes y materiales, con la invención de nuevas formas y técnicas agrícolas, de construcción, de medicinas, etc… Los talleres comunales de autoproducción estarán interconectados a escala global y podrán intercambiar o poner en común sus experiencias, invenciones, ideas, descubrimientos. El trabajo será productor de cultura, la autoproducción un modo de plenitud.
Dos circunstancias abogan en favor de este tipo de desarrollo. La primera es que existe bastante más know-how, talento y creatividad de lo que la economía capitalista es capaz de utilizar. Este excedente de recursos humanos sólo puede ser productivo en una economía donde la creación de riqueza no se someta a criterios de rentabilidad. La segunda es que “el empleo es una especie en vía de extinción”.
No digo que estas transformaciones radicales vayan a tener lugar. Sólo digo que por primera vez podemos querer que se realicen. Los medios existen, así como la gente que los ponen en práctica metódicamente. Es probable que sean los sur-americanos o sur-africanos los primeros que decidan recrear en los suburbios desheredados de las ciudades europeas los talleres de autoproducción de su favela o de su township de origen.

André Gorz, el 17/09/2007.

Traducción y revisión de Florent Marcellesi y Lara Pérez Dueñas.

Notas:

[1] El valor trabajo es una idea de Adam Smith, que veía en el trabajo la sustancia común de todas las mercancías y pensaba que éstas se intercambiaban según la cantidad de trabajo que contenían. El valor trabajo no tiene nada que ver con lo que entenderíamos hoy en día y que (en el caso de Dominique Méda y otros) se tendría que designar como trabajo valor (valor moral, social, ideológico, etc.).

[2] Marx afinó y siguió trabajando en la teoría de A. Smith. Simplificando al máximo, se puede resumir la noción económica de la manera siguiente: una empresa crea valor al producir una mercancía vendible con trabajo para cuya remuneración pone en circulación (crea, distribuye) poder adquisitivo.

[3] Si su actividad no aumenta la cantidad de dinero en circulación, no crea valor. Si su actividad destruye empleo, destruye valor. La renta de monopolio consume el valor creado en otras partes y se lo apropia

miércoles, 30 de mayo de 2012

Logro de Unasur en atención a enfermedades desatendidas



Por Gustavo Capdevila


GINEBRA, 28 may (IPS) - Gracias al impulso de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Asamblea Mundial de la Salud abrió un proceso para favorecer la investigación y producción de medicamentos contra enfermedades olvidadas que afectan especialmente a los pobres del mundo.
La Asamblea, el cuerpo supremo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), resolvió en su sesión anual, entre otros asuntos, promover el debate sobre mecanismos multilaterales para asegurar el acceso de esas poblaciones a los fármacos fundamentales.
La organización no gubernamental Médicos Sin Fronteras (MSF) ha denunciado que en el caso de las enfermedades desatendidas, las que predominan en los países pobres, tanto los medicamentos como los diagnósticos y las vacunas necesarias para tratar a los pacientes no se encuentran disponibles, no resultan apropiadas o tienen precios inalcanzables.
Ese fenómeno es consecuencia del sistema de investigación y desarrollo existente, que se basa en intereses de mercado, no en las necesidades sanitarias y depende del esquema de patentes para recuperar los costos invertidos, para lo cual impone precios altísimos, sostiene MSF.
La iniciativa aprobada por la Asamblea al finalizar sus sesiones realizadas la semana pasada en Ginebra fue propiciada por delegaciones de la Unasur, conformada por los 12 países de América del Sur, que debieron vencer la férrea oposición hasta último momento de Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Suiza y otros países del Norte.
La controversia giró en torno a un informe presentado a comienzos de este año a la OMS por el Grupo Consultivo de Expertos en Investigación y Desarrollo: Financiación y Coordinación, integrado principalmente por personalidades independientes de las esferas de la medicina, farmacología y derecho de propiedad intelectual.
Dos puntos del informe desataron la disputa. Uno es el que recomienda la negociación de un acuerdo vinculante sobre actividades de investigación y desarrollo de medicamentos que responda a las necesidades de los países del Sur.
La segunda recomendación más cuestionada del informe de los expertos por parte de los países industrializados es la que se pronuncia por la desvinculación de los costos de investigación y desarrollo respecto de los precios de los medicamentos. De esa manera no sería necesario establecer valores altos para recuperar los costos.
Los expertos sugieren fórmulas para financiar esos costos, que incluyen contribuciones obligatorias para los países conforme al principio de una justa distribución de esa carga.
Las delegaciones ante la Asamblea Mundial de la Salud de las naciones industrializadas, que son sede de los principales laboratorios farmacéuticos transnacionales, propusieron que el informe de los expertos sea sometido a un análisis profundo y que las conclusiones se presentaran en la próxima sesión del año que viene.
A su vez, la representación de Kenia exhortó a la Asamblea a encomendar a la directora general de la OMS, Margaret Chan, que convoque de inmediato una negociación que redacte y negocie un convenio de la organización sobre financiación y coordinación de la investigación y el desarrollo.
La iniciativa de la Unasur pedía a la directora que convocara a un proceso abierto a todos los estados miembros de la OMS para detallar y profundizar los mecanismos propuestos por el grupo de expertos. También mencionaba la posibilidad de una convención vinculante.
Luego de ásperas y prolongadas discusiones, se resolvió un texto final que recoge la idea de la Unasur de convocar a un proceso abierto e informar de sus resultados a la próxima Asamblea.
La resolución adoptada por la Asamblea abre un proceso gubernamental para considerar las recomendaciones del informe de los expertos, indicó el jurista argentino Carlos Correa, asesor del Centro Sur, una institución intergubernamental con sede en Ginebra.
Correa señaló a IPS que una de las recomendaciones del informe que se discutirá en el nuevo proceso, la principal, es la de entablar una negociación de una convención obligatoria en materia de investigación y desarrollo.
Eso es auspicioso porque significa que, si bien los miembros de la OMS mantienen diferencias respecto de la naturaleza que podría tener ese instrumento, esta decisión abre la posibilidad de que haya un estudio pormenorizado de las conclusiones del grupo, dijo Correa, miembro a su vez del grupo de expertos.
En síntesis, si bien no se logró una decisión que inicie más rápido este proceso negociador, sí se ha establecido un mecanismo intergubernamental y formal que puede conducir a que esa posibilidad se materialice, agregó.
En consecuencia, los países en desarrollo ven la decisión como un logro, indicó.
Correa sostuvo, además, que el modelo de innovación intrafarmacéutica está en profunda crisis. "Nuestra perspectiva es que debe generarse un modelo alternativo basado en la generación de bienes públicos, de productos medicinales y otros que atiendan a las necesidades de salud pública reales y no a las conveniencias del mercado.
Las propuestas del grupo de expertos, retomadas por las naciones del Sur, brindan una base para trabajar en esa dirección, sostuvo el académico.
La directora de políticas de MSF, Michelle Childs, se manifestó decepcionada por el hecho de que "no haya habido una decisión inmediata" de avanzar hacia una convención sobre investigación y desarrollo.
Sin embargo, los países miembros de la OMS convinieron en establecer un proceso formal para considerar las recomendaciones de los expertos y volverán a discutir el tema en enero 2013, dijo.
La también experta Judit Rius Sanjuan, representante de MSF en América, resaltó que el liderazgo y la unidad de los países latinoamericanos han sido clave en la Asamblea" de la OMS.
La Unasur presentó una visión unida en defensa de la innovación y del acceso a los medicamentos, así como de una solución sostenible en la forma de una convención global vinculante, comentó a IPS.
Correa confirmó que el bloque sudamericano tuvo un papel protagónico en la Asamblea y fue, al final, su enfoque el que prevaleció en la Asamblea.


La Unasur, integrada por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay y Venezuela, cuenta con un grupo dedicado a los temas de salud, que en este período es coordinado por Asunción. (FIN/2012)

Un horror que pronto olvidaremos

Por Robert Fisk *


Bashar al Assad saldrá indemne de ésta. Como salió de Deraa. Y de Homs. Saldrá indemne de Houla. Lo mismo pasará con la oposición armada al régimen y con Al Qaida y cualquier otro grupo que se sume a la tragedia de Siria. Sí, tal vez éste sea el momento crítico, el punto de quiebre del horror, cuando el colapso baazista se vuelva inevitable, más que probable.

Y sí, puede ser que el querido William Hague, ministro británico del Exterior, esté absolutamente horrorizado. La ONU también. Todos lo estamos. Pero un centenar de Houlas tapizan Medio Oriente, con sus niños muertos apilados entre las estadísticas, con cuchillos, cuerdas y rifles entre las armas homicidas.

¿Y qué si los soldados de Assad dejaron que la milicia alauita les hiciera el trabajo sucio? ¿Acaso el FLN argelino no usó a las unidades de la Guardia de la Patria para asesinar a sus opositores en la década de 1990? ¿Khadafi no empleó el año pasado a sus leales milicianos y Mubarak a sus drogados ex policías, los baltagi, para arrasar a los opositores al régimen? ¿Acaso Israel no se valió de sus aliados falangistas libaneses para intimidar y dar muerte a sus opositores en Líbano? ¿No fue todo eso también gobernar asesinando? Y, pensándolo bien, ¿no fueron las fuerzas especiales de Rifaat, el tío de Bashar al Assad, las que masacraron a los insurgentes de Hama en 1982? (No digan esto en voz muy alta, porque Rifaat se la vive ahora entre París y Londres.) Entonces, ¿quién cree que Bashar no puede salir indemne de Houla?

El paralelismo con Argelia es estremecedor. Los líderes corruptos del ELN querían una democracia, hasta organizaron elecciones. Pero una vez que quedó claro que la oposición islamita –el infortunado Frente Islámico de Salvación– vencería, el gobierno declaró la guerra a los terroristas que intentaban destruir a Argelia. Sitiaron aldeas, bombardearon ciudades –todo en nombre del combate al terror– hasta que la oposición dio en masacrar civiles en torno de Blida, miles de ellos: bebés con la garganta rebanada, mujeres violadas. Y luego resultó que el ejército argelino también participó en las matanzas. Donde dice Houla lean Bentalha, lugar que todos hemos olvidado, como olvidaremos Houla también.

Y nosotros los occidentales bufamos y resoplamos y llamamos a los dos bandos en Argelia a mostrar contención, pero queríamos estabilidad en la antigua colonia francesa –no olvidemos que Siria es un antiguo territorio bajo mandato francés–, y estábamos muy preocupados de que insurgentes estilo Al Qaida se adueñaran de Argelia, así que al final Estados Unidos apoyó a los militares argelinos del mismo modo que los rusos apoyan hoy a los militares sirios. Y el FLN salió indemne luego de 200 mil muertos, comparados con los apenas 100 mil que ha producido hasta ahora la guerra en Siria.

Y vale la pena recordar que, enfrentados a la insurrección de la década de 1990, los argelinos buscaron con desesperación países a los cuales acudir en busca de consejo. Escogieron Siria, entonces bajo el imperio de Hafez Assad, y enviaron una delegación militar a Damasco para aprender cómo el régimen destruyó Hama en 1982. Ahora los estadounidenses –que hace seis meses presentaban a Bashar como un muerto en vida– prefieren un final tipo Yemen a la guerra en Siria, como si la crisis yemenita no fuera lo bastante sangrienta de por sí. Pero reemplazar a Assad con un asesino de la misma especie (la solución de Sanaa) no es algo que los sirios estén dispuestos a aceptar.

Sí, es una guerra civil. Y sí, Houla podría ser el punto de quiebre. Y ahora la ONU es testigo. Pero el partido Baaz tiene raíces más profundas que la sangre –pregunten a cualquier libanés– y nosotros en Occidente pronto nos olvidaremos de Houla, cuando otra imagen de muerte en YouTube aparezca en nuestras pantallas desde la campiña siria. O desde Yemen. O desde la próxima revolución.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

lunes, 28 de mayo de 2012

Mayo, Revolución y después

La ruptura del orden colonial


La Revolución derivó en un mejoramiento de las condiciones de vida populares y la desigualdad social fue significativamente menor de la que sobrevendría más tarde con el desarrollo pleno del modelo agroexportador de fin de siglo.
Producción: Tomás Lukin
debate@pagina12.com.ar

La revolución popular
Por Gabriel Di Meglio *

La Revolución que empezó en 1810 modificó distintos aspectos de la realidad rioplatense e introdujo novedades. Una de ellas fue la politización masiva de buena parte de las clases populares, es decir de quienes ocupaban lo más bajo de la pirámide social: el grueso de los trabajadores (campesinos, peones, artesanos, arrieros, lavanderas, vendedores ambulantes y un largo etcétera), los que no eran considerados blancos, los pobres (incluyendo a muchos blancos) y quienes no tenían respetabilidad social. Estas variables, claro, se combinaban.
Con la ruptura de un orden que había funcionado por siglos, la movilización militar para la guerra –los plebeyos constituían la mayoría de las tropas– y las disputas internas a la dirigencia revolucionaria –en la que los grupos que se enfrentaban empezaron a buscar apoyos socialmente hacia abajo– abrieron el camino para la intervención popular en los asuntos públicos, que en algunos espacios se volvió constante.
La presión popular convirtió el enfrentamiento entre revolucionarios y contrarrevolucionarios en una lucha entre americanos y españoles. La identificación de los españoles como enemigo permitió expresar tensiones sociales y raciales que se volcaron en el odio a ese grupo concreto. Así, la fidelidad al bando americano dio paso a un simbólico ascenso social, dado que igualaba a quienes la profesaban con los que antes estaban sobre ellos, y esto incluyó también a muchos africanos.
El peso de la participación popular fue muy variado. En la ciudad de Buenos Aires fue destacada porque, al ser la capital, la intervención plebeya en un movimiento contra un gobierno afectaba al conjunto de los territorios revolucionarios. En lugares donde había importantes tensiones sociales previas, como en la Banda Oriental y Entre Ríos o en Salta y Jujuy, la revolución generó una gran movilización que desafió al orden social. Los pobladores rurales lucharon por la libertad y por mejorar sus condiciones de vida, asegurar el respeto de derechos consuetudinarios de acceso a los recursos y conseguir una sociedad más justa. Aplicaron una práctica redistributiva apropiándose de bienes de grandes propietarios –sobre todo ganado– en nombre de la causa y pugnaron por ser favorecidos en el reparto de las explotaciones de los partidarios de los realistas. Hubo también una carga racial, ejemplificada en el grito de “mueran los cariblancos” que lanzaban varios seguidores de Güemes, y una tendencia igualitarista, muy marcada entre los partidarios de Artigas con su lema “nadie es más que nadie”.
Muchos guaraníes de las que habían sido las misiones jesuitas lucharon para reunificar la antigua provincia jesuítica, pero esta vez sin los sacerdotes y sin españoles, portugueses, paraguayos o porteños: dirigirían ellos mismos sus asuntos. Conducido por Andresito Guacurarí, el fallido proyecto mostró también una abierta hostilidad hacia los blancos.
Para los esclavos fueron años de esperanza y presionaron para conseguir la libertad. Los líderes revolucionarios eran conscientes de la incoherencia entre ese derecho y el de propiedad, al que privilegiaron. Por eso en 1812 prohibieron el tráfico de esclavos y en 1813 sancionaron la libertad de todos los hijos de esclavos que nacieran desde entonces, condenando a la esclavitud a morir de a poco, sin afectar los intereses de los amos. Sin embargo, la guerra redobló la necesidad de soldados y muchos esclavos fueron alistados con la promesa de libertad al final del conflicto. La participación de esos libertos en los ejércitos fue fundamental.
Muchas expectativas populares en la Revolución no se cumplieron. Sin embargo, la impronta popular dejó huellas. El sistema de castas por el cual los no considerados blancos eran jurídicamente inferiores –por ejemplo, los blancos y los negros, pardos, mestizos e indígenas recibían distintos castigos por un delito similar– llegó a su fin. La desigualdad social y racial siguió existiendo, pero ya no era legal.
La movilización popular fue desmantelada en algunas provincias pero no en otras. A raíz de ella –en particular en Buenos Aires y el Litoral– se hicieron fuertes las negociaciones de las condiciones de trabajo, las resistencias cuando el Estado buscó asegurar los derechos de propiedad favoreciendo a los poderosos y las tendencias igualitaristas. De hecho, en términos relativos, las décadas que siguieron a 1830 vieron un mejoramiento de las condiciones de vida populares y la desigualdad social fue significativamente menor de la que sobrevendría más tarde con el desarrollo pleno del modelo agroexportador de fin de siglo. El federalismo se nutrió de muchas de las aspiraciones populares y se volvería la fidelidad política mayoritaria entre el “bajo pueblo”.
La enorme mayoría de los líderes políticos exitosos del período anterior a 1870 basaron sus carreras en su ascendencia popular. La política se hizo impensable sin alguna presencia, subordinada pero persistente, de los de abajo.
* Historiador (UBA-Conicet).

El mito moderno

Por Javier Trímboli *

Revolución: “El mito moderno por excelencia, el de la redención de la humanidad por su propio esfuerzo, el de la conquista de un paraíso situado ahora en el curso de su propia historia humana, como meta final y alcanzable de un proceso que sólo a través de su conquista alcanza justificación”. Quien ensaya esta definición es Tulio Halperin Donghi. Los pocos que la leyeron en 1961 quizá sospecharon algo despectivo en estas palabras, pues el nuevo ciclo revolucionario, recién iniciado en América latina, se entendía a sí mismo mucho más cerca de las leyes de la historia que del mito. Sin embargo, se trataba de recordarles a quienes preferían –-y aún hoy prefieren– imaginar que mayo de 1810 estuvo libre de esos tonos, que efectivamente había sido una revolución. Incluso Saavedra, advertía el historiador, actuó tomado por esa creencia.
Ahora bien, en el mundo prosaico lejos estuvo de ser unánime el entusiasmo que la Revolución produjo. Tomemos el caso de dos jóvenes que poco después se montarían sobre la movilización por ella generada, protagonistas destacados del capítulo que le sigue de cerca, si no se confunde con ella, el de las guerras civiles. Ni Facundo Quiroga ni Rosas fueron ganados plenamente por el mito revolucionario. Aunque no sea cierta la versión que lo señala como desertor del ejército, el acontecimiento que lo vincula con Quiroga con la Revolución –su papel relevante en la represión al motín realista que estalla en la prisión de San Luis, donde él mismo estaba recluido– además de tardío, sobresale por otros ribetes. Rosas, por su parte, se preocupó por aclarar que la Revolución no le había sido antipática, pero no llegó a alterar su rutina de estancia, engordando el peculio familiar. Belgrano y José María Paz detectan la indiferencia de muchos criollos e indígenas con los que toparon hacia 1812 en el norte del antiguo virreinato. Pero no se sorprenden del todo, ellos tampoco habían sido sus militantes resueltos antes de que estallara la crisis que derivó en el Cabildo abierto. Por no hablar de Moreno, que nada que oliera a revolución dejaba adivinar en su Representación de los hacendados, escrita en 1809. A Paz sí le llama la atención que los gauchos que en Tucumán salvaron al Ejército del Norte de una derrota desastrosa, además de profesarles un “odio rencoroso” a los realistas, estaban demasiado interesados en despojar a sus cadáveres de cualquier objeto de valor. Cadáveres de realistas que también eran americanos. Belgrano se entrega a la revolución, pero también la nombra guerra civil. La inquietud, incluso cierta zozobra por el sentido de lo que está protagonizando, lo asalta de manera no muy distinta a como le sucede a Rodolfo Walsh en 1964, cuando escribe el epílogo a la segunda edición de Operación Masacre.
En 1819, en proclama al Ejército de los Andes, San Martín hacía una afirmación que durante más de un siglo quedaría olvidada: “Seamos libres, de lo demás no importa nada”. Lo “demás” era la organización política de estas tierras que, se veía, volvería a fracasar, y quizá también las pretensiones demasiado exigentes que encerraba ese mito. Es que la Revolución, como se decía, estaba devorando a sus hijos, cosa que el Santo de la Espada entendió mejor que muchos otros. O, para evitar a Cronos, los obstáculos que la Revolución enfrentaba –los viejos intereses, las pretensiones de las clases acomodadas de Buenos Aires, pero también la enorme dificultad para fundar una vida pública– les arruinaron la vida a muchos. A Moreno y también a Saavedra, sólo por empezar.
¿Qué queda hoy de la Revolución? En primera instancia, estas vidas accidentadas que nos recuerdan que nada entre los hombres, incluso entre los que hacen revoluciones, es llano ni monocorde, nada está hecho a la medida de los que gustan identificarse con los buenos, que siempre han sido buenos en la historia. A su vez, y para el disgusto de algunos otros, vale recalcar que seguimos filiados tanto al primero como al segundo ciclo revolucionario. Así y todo, de tomar el cielo por asalto para volverlo cierto en la tierra, poco sobrevive. Involucrados en lo prosaico del mundo, difícil no reconocer el enorme valor de la política de reparación que se viene llevando adelante desde 2003, pero es evidente que el socialismo ha quedado muy lejos. Lejos también el idealismo y la tentación de lo sublime, podemos ser justos como pocas veces con el pasado y sus rugosidades, que son nuestras. Quizá sea inevitable vestir alguno de los trajes que nos ofrece la historia, para inflar de sentido el papel que nos toca actuar en el presente. De todos modos, llevar los de la Revolución y, más aún, los de la guerra, no parece por lo menos responsable. Si responsable suena mal, digamos que tampoco parece inteligente. Porque es equívoco pero, sobre todo, porque es aceptar la invitación que nos hacen quienes no esperan sino el momento del castigo.

* Asesor historiográfico de Canal 7.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-195037-2012-05-28.html

domingo, 27 de mayo de 2012

La posibilidad de una ruptura con el neoliberalismo en Grecia

Jesús Sánchez Rodríguez
Rebelión


Existen una especie de pautas generales para muchos de los procesos revolucionarios o radicales que se han dado en la historia reciente. Con diferentes matices aparecen en muchos de ellos. Veamos algunas de las experiencias históricas, de manera no exhaustiva por supuesto, y comparemos con la realidad europea actual, intentando extraer alguna enseñanza sobre los posibles desarrollos inmediatos.
Primera pauta. Los pueblos empiezan a movilizarse de diferentes maneras contra situaciones de miseria, injusticia u opresión insoportables. Para ello deben darse ciertas condiciones, porque otras muchas veces ante situaciones similares los pueblos permanecen en la pasividad. Estas condiciones pueden ser la presencia de un pensamiento crítico y un programa de acción y la existencia de organizaciones que agiten el descontento, u otro tipo de circunstancias.
Las miserias y el sufrimiento producidos por la primera guerra mundial y la presencia de organizaciones de izquierda revolucionaria ocasionaron intensas movilizaciones de masas en el período final de la guerra y, finalmente, el triunfo de la revolución en la Rusia zarista. El espectáculo de la debilidad mostrada por las potencias coloniales europeas durante la segunda guerra mundial, y un fuerte sentimiento de autodeterminación, llevaron al gran proceso descolonizador en la segunda post-guerra con algunos grandes éxitos que permanecieron en el tiempo, como en China, Vietnam, Argelia, etc. Las agresiones del neoliberalismo y la presencia de importantes movimientos sociales llevaron al ascenso de gobiernos populares y progresistas en América Latina a principios del siglo XXI. En otros muchos ejemplos históricos los intentos revolucionarios fueron derrotados por las fuerzas reaccionarias o imperialistas y no son tomados aquí en cuenta, a los efectos del análisis de este artículo.
Segunda pauta. Después del triunfo, las fuerzas políticas que representaban a esos movimientos de masas se encontraron, generalmente, gobernando países en situaciones muy difíciles porque, por definición, si la situación no hubiese llegado a esos extremos conflictivos no se hubiesen producido las revoluciones. Esas situaciones de graves dificultades podían proceder de que el período precedente hubiese estado marcado por una guerra exterior (Rusia), una guerra contra un invasor (Yugoslavia) e incluso con el añadido de guerra civil (China), o por una situación de profundo subdesarrollo junto a una guerra de independencia (países descolonizados en África o Asia), o una guerra de guerrillas (Cuba). En este sentido las rebeliones recientes en América Latina se apartan ciertamente de esta pauta, porque aunque se trata de países poco desarrollados, y el neoliberalismo les había sobreexplotado a favor de los países desarrollados y de su propia oligarquía, no habían sufrido una destrucción y, además, gozaban de importantes riquezas naturales (petróleo, gas, minerales) en las que poder apoyarse para ofrecer unas mejoras rápidas a sus poblaciones.
Estas dificultades aumentaron inmediatamente después del triunfo revolucionario porque dichos países fueron agredidos por las potencias imperialistas de diferentes maneras, promocionando guerras civiles, creando grupos armados (Rusia, Nicaragua), utilizando el bloqueo económico (Cuba), utilizando las FFAA del mismo país para acabar con la revolución en marcha (Chile) o utilizando a la burguesía colaboradora de esos países para revertir el proceso descolonizador (África).
Una variante de esta segunda pauta, de la que forman parte muchas revoluciones, consiste en que, a pesar de dichas dificultades, pudieron contar con algún tipo de ayuda exterior proveniente de revoluciones ya consolidadas en otras partes. La gran excepción, evidentemente, fue Rusia por ser la primera. Pero también el Chile de Allende podría incluirse entre las excepciones.
Tercera pauta. La gran mayoría de esas revoluciones desaparecieron. Algunas debido a la intervención directa o indirecta del imperialismo, como en Chile, Nicaragua o algunos países descolonizados. Un segundo grupo colapsó por la descomposición interna de la revolución como en la Unión Soviética y el este europeo. Finalmente están los países donde se mantuvieron los partidos comunistas en el poder pero con una práctica que no tiene nada que ver con sus ideales originales (Corea del Norte), o que se dirigen rápidamente al capitalismo (China, Vietnam).
De esta tercera pauta se han salvado, por ahora, Cuba y los países donde triunfaron las rebeliones anti-neoliberales en América Latina.
Ahora intentemos aplicar estas pautas a la situación europea actual. La primera pauta lleva produciéndose en Europa desde el desencadenamiento de la actual crisis económica. Las movilizaciones han sido desiguales y su principal expresión ha tenido lugar en Grecia debido a la intensidad de la agresión sufrida por el pueblo griego. Pero, incluso en este caso, aún se encuentra en esta fase.
Ahora pasamos a hacer un ejercicio hipotético en base a la situación actual. La segunda fase se podría abrir si en junio, como apuntan la mayoría de los pronósticos, triunfase en las elecciones y formase gobierno la izquierda transformadora y mantuviese su programa actual. Llegados a ese punto existen tres posibles desenlaces al pulso entre ese posible gobierno griego de izquierdas y las exigencias neoliberales de Bruselas. Un acuerdo que permitiese la permanencia de Grecia en el euro a la vez que la mayor parte del programa de la izquierda griega; se trata de una situación nada realista dada la correlación de fuerzas en Europa. Un acuerdo para mantener a Grecia en el euro, pero implicando la renuncia a gran parte del programa de la izquierda griega y alguna concesión de Bruselas; en ese caso no habría ruptura con el neoliberalismo en Europa; se trata de una situación poco probable, pero no descartable, condicionada por las tensiones que pueda producir el pulso en el seno de la propia izquierda. Una postura de firmeza de la izquierda griega y la salida de este país del euro, y seguramente de la UE.
En este último caso, Grecia sería un ejemplo más de la segunda pauta. El gobierno de izquierdas se encontraría con un país en condiciones muy difíciles, como son las que atraviesa en estos momentos, y con una segura actitud de agresiva hostilidad por parte de algunos países europeos (con la Alemania de Merkel a la cabeza) y de toda las organizaciones internacionales de la burguesía mundial. Grecia no se encontraría con la ayuda de recursos naturales en los que apoyarse, como en el caso de Venezuela, Bolivia o Ecuador, para cambiar rápidamente la situación de su población. Pero seguramente podría contar con la ayuda de los países mencionados, más Cuba, Nicaragua y muchos otros más (y por supuesto los movimientos sociales y la izquierda internacional) que simpatizarían con su actitud de dignidad y enfrentamiento a esa Santa Alianza (Bruselas, el BCE y el FMI) que la mantiene en una situación de protectorado.
De abrirse esta fase, el proceso griego tendría grandes similitudes con el actual proceso latinoamericano, en cuanto que la manera en que se abre la posibilidad de un gobierno que represente el programa de las clases populares es a través de una previa movilización de masas intensa. Pero se asemejaría también al Chile de la UP en cuanto que serían fuerzas políticas de izquierda de corte clásico las que gestionarían el proceso en lugar de líderes carismáticos (Chávez, Evo, Correa) apoyados por fuerzas políticas débiles. En cualquier caso, ambos ejemplos históricos tienen muchas enseñanzas que ofrecer para que Grecia fuese también una excepción a la tercera pauta indicada.

martes, 22 de mayo de 2012

Nouriel Roubini: Grecia debe abandonar el euro

Nouriel Roubini, Project Syndicate


Ya está cerca el desenlace de la tragedia griega del euro: es muy probable que este año o el que viene, Grecia declare la cesación de pagos de su deuda y abandone la eurozona.



Posponer la salida para después de la elección de junio, con un gobierno nuevo comprometido con alguna variante de las mismas políticas que ya fracasaron (austeridad recesiva y reformas estructurales), no restaurará el crecimiento y la competitividad. Grecia está atascada en un círculo vicioso de insolvencia, pérdida de competitividad, déficits externos y una depresión cada vez peor. La única forma de cortar este círculo es iniciar un default con abandono del euro, en forma ordenada y con coordinación y financiación del Banco Central Europeo, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (la “troika”), de modo de minimizar los daños colaterales para Grecia y el resto de la eurozona.



El último paquete financiero otorgado a Grecia con supervisión de la troika redujo el endeudamiento del país mucho menos de lo que se necesitaba. Pero, incluso con una reducción de la deuda pública considerablemente mayor, Grecia no puede volver a crecer si no recupera rápidamente la competitividad. Y si no vuelve a crecer, la carga de la deuda seguirá siendo insostenible. Pero todas las alternativas para recuperar la competitividad demandan una depreciación real de la moneda.



La primera alternativa, una devaluación abrupta del euro, difícilmente se producirá; esto se debe a la fortaleza de Alemania y a que el BCE no sigue una política agresiva de flexibilización monetaria. Igualmente difícil es una reducción rápida del costo laboral unitario por medio de reformas estructurales que aumenten el crecimiento de la productividad por encima de los salarios. A Alemania le llevó diez años recuperar la competitividad de esta manera, y Grecia no puede seguir deprimida una década. Asimismo, una deflación veloz de precios y salarios, lo que se conoce como “devaluación interna”, llevaría a cinco años de agravamiento de la depresión.



Si ninguna de estas tres alternativas es viable, el único camino que queda es la salida de la eurozona. El regreso a la moneda nacional y una devaluación abrupta restaurarían rápidamente la competitividad y el crecimiento.



Por supuesto, el proceso sería traumático, y no solamente para Grecia. El problema más importante sería la pérdida de capital para las instituciones financieras principales de la eurozona. El pasivo externo en euros del gobierno, los bancos y las empresas de Grecia se dispararía de un día para el otro. Pero estos problemas se pueden superar: Argentina lo hizo en 2001, cuando “pesificó” sus deudas en dólares, y Estados Unidos hizo algo similar en 1933, cuando depreció el dólar un 69% y abandonó el patrón oro. Aplicar una “dracmatización” similar a las deudas en euros es necesario e inevitable.



Las pérdidas que sufrirán los bancos de la eurozona no serán inmanejables, siempre que se los apoye con una recapitalización adecuada y decidida. Pero para evitar un derrumbe del sistema bancario griego después de la salida, tal vez haya que adoptar algunas medidas transitorias que prevengan una corrida descontrolada de los depositantes; por ejemplo feriados bancarios y control de capitales. El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera o el Mecanismo Europeo de Estabilidad (FEEF/MEE) deberán ser los encargados de realizar la necesaria recapitalización de los bancos griegos por medio de inyecciones directas de capital. En la práctica, los contribuyentes europeos estarían tomando el control del sistema bancario griego, pero sería una compensación parcial por las pérdidas impuestas a los acreedores por la dracmatización.



Además, Grecia tendrá que volver a reestructurar y reducir su deuda pública. Respecto de las obligaciones de Grecia con la troika, no hace falta reducir el valor nominal, pero sí extender su vencimiento una década más y reducir el interés. En cuanto a los acreedores privados, se necesitarán también más recortes, empezando con una moratoria del pago de intereses.



Hay quienes dicen que si Grecia abandona la eurozona, la caída de su PIB real será mucho mayor que la que se produciría en lo peor de una deflación. Pero es un argumento viciado: aun con deflación, el poder adquisitivo real se reduciría y el valor real de las deudas aumentaría (deflación de deuda) conforme se produjera la depreciación real. Además, y esto es más importante, la opción de abandonar la eurozona restauraría el crecimiento de inmediato a través de la depreciación nominal y real, con lo que se evitaría una década de depresión. Y las pérdidas comerciales que sufra la eurozona por la depreciación del dracma serán limitadas, ya que Grecia solamente representa el 2% del PIB de la eurozona.



La reintroducción del dracma conlleva el riesgo de una depreciación cambiaria superior a la necesaria para recuperar la competitividad, lo cual tendría efecto inflacionario y aumentaría las pérdidas derivadas de la dracmatización de la deuda externa. Para minimizar ese riesgo, las reservas de la troika que ahora se dedican al rescate de Grecia se deberían usar para evitar dicha sobredevaluación (el control de capitales también puede ayudar).



Los que afirman que la partida de los griegos provocaría un contagio y arrastraría a otros países a la crisis también se niegan a ver la realidad. Si hablamos de sostenibilidad de la deuda y pérdida de competitividad, otros países periféricos ya tienen problemas similares a los de los griegos. Por ejemplo, es posible que en algún momento Portugal deba reestructurar su deuda y abandonar el euro. Y otras economías con problemas de liquidez pero potencialmente solventes, como Italia y España, necesitarán ayuda de Europa independientemente de si Grecia abandona la eurozona o no; de hecho, sin una provisión de liquidez, es probable que el temor a una corrida contra las deudas públicas de Italia y España se convierta en una profecía autocumplida.



El importante aumento de recursos oficiales con que cuentan ahora el FMI y el MEE (junto con la liquidez del BCE) se podría usar entonces para proteger a estos países y a los bancos de otros lugares de la periferia de la eurozona en problemas. Sin importar lo que haga Grecia, hay que recapitalizar ahora y rápidamente los bancos de la eurozona, para lo cual se necesita un nuevo programa de inyección directa de capital que abarque a toda la UE.



La experiencia de Islandia y de muchos mercados emergentes a lo largo de los últimos 20 años muestra que la depreciación nominal y la reestructuración y reducción ordenadas de la deuda externa permite volver a una senda de sostenibilidad de la deuda, competitividad y crecimiento. Como en estos casos, los daños colaterales que sufriría Grecia como consecuencia del abandono del euro serían importantes, pero contenibles.



Igual que en un matrimonio condenado al fracaso, es mejor tener reglas que, llegado el inevitable divorcio, reduzcan el costo de la separación para ambas partes. No nos llamemos a engaño: un abandono ordenado del euro por parte de Grecia producirá un daño económico importante. Pero mucho peor sería sentarnos a mirar el derrumbe lento y caótico de la economía y la sociedad griegas.

Algo está podrido en Filipinas: Trabajo esclavo y capitalismo global

Tráfico de mano de obra, el moderno comercio de esclavos


Walden Bello, Viento Sur



El mayor flujo de mercancías y capitales ha sido una de las características del proceso contemporáneo de la globalización. No obstante, a diferencia de la fase más incipiente de la globalización en el siglo XIX, el mayor flujo de mercancías y capitales no ha sido acompañado por una mayor libertad de movimiento de la mano de obra a nivel global. Los centro dinámicos de la economía global han impuesto, al fin y al cabo, incluso mayores restricciones a la migración que se origina en los países más pobres. A pesar de esto la demanda de mano de obra barata en las partes más ricas del mundo sigue creciendo, incluso auque más y más personas en los países desarrollados tantean la posibilidad de escapar las condiciones de estancamiento económico y pobreza a menudo resultantes de las mismas dinámicas de un sistema de capitalismo global que ha creado prosperidad en el mundo desarrollado.
El número de migrantes a nivel mundial ha crecido de 36 millones en 1991 a 191 millones en 2005, según Guy Arnold, autor de Migración: cambiando el mundo, uno de los más exhaustivos estudios sobre este fenómeno. Los números agregados no alcanzan, sin embargo, a transmitir el papel crucial que la mano de obra migrante juega en las economías prósperas. Por ejemplo, las boyantes economías del Golfo Pérsico y de la península arábiga están relativamente poco pobladas en lo que se refiere a población autóctona, pero acogen a un número sustancial de trabajadores migrantes extranjeros, muchos de los cuales vienen de Sudáfrica y del Sudeste Asiático. De hecho, estos trabajadores constituyen una importante proporción de las poblaciones de los Estados del Golfo Pérsico – que va del 25% en Arabia Saudí al 66% en Kuwait, y asciende hasta el 90% en los Emiratos Árabes Unidos y en Qatar.
Esta brecha entre la creciente demanda y la restringida oferta ha creado una situación explosiva, este vacío ha sido ocupado por un sistema global de tráfico de seres humanos que puede ser comparado de muchas maneras con el comercio de esclavos del siglo XVI.

Las dinámicas del actual sistema de comercio de trabajo forzado se evidencian claramente en el caso de Filipinas. El país es uno de los principales exportadores de mano de obra en el mundo. Cerca del 10% de su población total y un 22% de su población en edad laboral son ahora trabajadores migrantes en otros países. Con remesas que suman un total de 20 billones de dólares al año, Filipinas se sitúa en cuarto puesto como receptor de remesas, después de China, India y México.



Exportación de mano de obra y ajuste estructural

El papel de Filipinas como exportador de mano de obra no puede ser disociado de las dinámicas del capitalismo neoliberal. El programa de exportación de mano de obra comenzó a mitad de la década de los ños 70 como un programa temporal bajo la dictadura de Marcos, con un número relativamente pequeño de trabajadores involucrados – cerca de 50.000. La ampliación de este programa hasta abarcar los 9 millones de trabajadores es consecuencia de la devastación de la economía y la pérdida de puestos de trabajo resultante de las políticas de ajuste estructural impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que empezaron en 1980, así como de la liberalización del comercio bajo el auspicio de la Organización Mundial del Comercio, y de la priorización del pago de la deuda en las políticas económicas nacionales desde 1986 por los gobiernos posteriores a Marcos.
El ajuste estructural tomó forma de desindustrialización y de pérdida de muchos de los trabajos manufactureros; la liberalización del comercio empujó a muchos campesinos a dejar la agricultura, a un buen número de ellos directamente a buscar empleo fuera de sus fronteras; la priorización del pago de la deuda malversó los recursos que el gobierno podría haber destinado a gastos claves para actuar como motor del crecimiento económico visto que entre el 20% y el 40% del presupuesto anual se dedicó al pago del servicio de la deuda. En lo relativo al papel que jugó el ajuste estructural y la liberalización del comercio en la creación de presiones para las migraciones de mano de obra, la experiencia de Filipinas se puede comparar a la de México, otro país clave en la exportación de mano de obra.
Para los gobiernos de ambos países, la exportación masiva de mano de obra nunca cumplió otra función que la de válvula de escape para liberar las presiones sociales que por el contrario hubiesen sido canalizadas a través de movimientos radicales por el cambio político y social a nivel interno. Aquellas personas que emigran se encuentran a menudo entre las más intrépidas, las más hábiles y más perspicaces de las clases medias y bajas, el tipo de personas que conformarían excelentes cuadros políticos y miembros de movimientos progresistas por el cambio. Junto a la crisis de socialización de infantes producida por la ausencia de las madres, este otro es uno de los más perjudiciales legados de la migración masiva de mano de obra en Filipinas: lo que ha permitido a nuestras élites seguir ignorando las tan necesitadas reformas estructurales.

Trabajo cautivo: el caso de Oriente Medio

La exportación de mano de obra es un negocio muy lucrativo, que ha engendrado un sinfín de instituciones parasitarias que ahora tienen un particular interés en mantener y expandir este negocio. Las redes transnacionales de exportación de mano de obra incluyen reclutadores de mano de obra, agencias gubernamentales y funcionarios, traficantes de mano de obra, y un inmenso servicio corporativo como por ejemplo la multinacional estadounidense Aramark, proveedora de este tipo de servicios. El trafico de mano de obra se está expandiendo hasta convertirse en igual de rentable que el tráfico sexual y el tráfico de drogas. La propagación del trabajo asalariado libre ha sido a menudo asociado con la expansión del capitalismo. Pero lo que está ocurriendo en la práctica es la expansión e institucionalización de un sistema de trabajo cautivo bajo el capitalismo neoliberal contemporáneo, un proceso no alejado de la expansión del trabajo esclavo y del trabajo forzado en las fases iniciales de la expansión global del capitalismo en el siglo XVI recogidas en obras de sociólogos como Immanuel Wallerstein.
Este sistema expansivo que crea, mantiene y expande el trabajo cautivo es ilustrado de mejor modo en el caso de Oriente Medio. Tal y como asegura Atiya Ahmad, “con el florecimiento a partir de la década de los años 70 de las economías de los estados del Golfo sostenidas por los petrodólares, se consolidó un vasto conjunto de políticas gubernamentales, de instituciones sociales y políticas, y de discursos públicos desarrollados para gestionar y controlar a la población extranjera residente en la región. Apoyándose en la kefala o sistema de auspicio y garantía, este ensamblaje disciplina y ajusta a los residentes extranjeros a su carácter de 'trabajadores migrantes temporales”. Esta construcción de la identidad migrante, promovida desde las élites, favorece la internalización del papel de los migrantes como subordinados sociales y la mutilación de su condición de agentes políticos. Aunque se asume que estos migrantes se quedarán en el país, hasta hoy en día no han participado políticamente en las sociedades que los acogen, incluso en aquellas sociedades que están siendo sacudidas por vientos de cambio político.
En 2009, el 64% de un total de más de un millón de trabajadores filipinos que emigraron tuvieron como destino Oriente Medio. La mayoría de estas personas fueron mujeres y la principal ocupación laboral fue el servicio doméstico o como trabajo de criada.
El sistema de tráfico de mano de obra en los Estados de la península arábiga que bordean con el Golfo Pérsico funcionan de la siguiente manera. La persona reclutadora en el Estado del Golfo se comunica con su contacto en Filipinas. El contacto filipino se desplaza a provincias remotas para reclutar a jóvenes mujeres prometiendo a estas un salario de 400 dólares por mes, equivalente al salario mínimo fijado por el gobierno filipino. Cuando la mujer emprende su viaje, la agencia reclutadora le ofrece otro contrato en el aeropuerto antes de su partida, uno que generalmente suele estar escrito en árabe, y que indica que cobrará únicamente la mitad o menos del salario inicialmente acordado. A su llegada en destino, se le ofrece por parte del reclutador local un permiso de residencia temporal o iqama, pero este es retirado inmediatamente, al igual que su pasaporte, por su reclutador o empleador.
La trabajadora migrante es entregada a una familia donde trabaja bajo condiciones esclavas entre 18 y 20 horas al día. Es aislada de otras trabajadoras domésticas filipinas, haciendo que su comunicación con el mundo exterior dependa totalmente del arbitrio de su empleador. No tiene opción a abandonar a su empleador puesto que su certificado de residenca temporal, así como su pasaporte, se encuentran en manos de este. Si de todas maneras opta por huir y se dirige a su reclutador local, suele ser “vendida” de nuevo a otra familia, con un salario en ocasiones incluso inferior al que tenía previamente.
Con la imposibilidad de dejar el país puesto que no está en posesión de sus documentos, la huída implica en la mayor parte de los casos que la trabajadora es vendida de una familia a otra por su reclutador. Si tiene suerte puede dar con la embajada filipina, que cuenta con un refugio para personas huídas, aunque esto generalmente implica un proceso que llevará meses, sino años, donde la embajada busca obtener los permisos necesarios para permitir el regreso a casa de la trabajadora.

Como la regulación es subvertida

En su esfuerzo por poner freno a este mercado libre de esclavitud virtual, o para evitar que trabajadores se desplacen a países donde su seguridad física puede estar en peligro, como en Afganistán o Irak, el gobierno filipino requiere de permisos gubernamentales para permitir la salida de trabajadores, y en ocasiones impone prohibiciones a ciertos países. Sin embargo, los reclutadores laborales, que se encuentran en muchas ocasiones en connivencia no únicamente con los empledores de Oriente Medio sino también con el Departamente de Defensa de los EEUU y con contratistas privados estadounidenses, han encontrado fórmulas para sortear estas regulaciones.
Las redes clandestinas se han desarrollado para trasladar clandestinamente a trabajadores desde el sudeste filipino a los diferentes destinos de Oriente Medio. Un buen número de trabajadoras domésticas entrevistadas en Damasco unas semanas atrás aseguraron haber salido del país a escondidas desde Zamboanga, ciudad al sur de Filipinas, por medio de un pequeño bote que las trasladó al estado malayo de Sabah. Desde ahí tomaron un barco de mayores dimensones hacia Singapur, donde desembarcaron y fueron transportadas por tierra a un lugar cerca de Kuala Lumpur. En Kula Lumpur fueron forzadas a trabajar para su subsistencia durante seis semanas. Fue únicamente tras dos meses que fueron transportadas en avión desde Kuala Lumpur hasta Dubai, y de ahi a Damasco.
Con tales redes transnacionales de tráfico ilegal de personas operando, la embajada de Filipinas estimó que el 90% de las 9.000 trabajadoras domésticas en Siria se encontraban en este país en situación irregular, esto es, no contaban con permisos de salida válidos expedidos por el Gobierno de Filipinas. Entre otras problemáticas, esto ha hecho que fuese muy difícil localizarlas y contactarlas desde que Manila dio en Enero pasado ordenes a su embajada para evacuar a todas las personas trabajadoras de Siria.
La situación es similar en Afganistán e Irak. Por razones similares, no contamos con datos precisos sobre el número total de trabajadores y trabajadoras filipinas que han sido reclutadas ilegalmente por el Pentágono y los contratistas militares estadounidenses para ofrecer servicios en las bases estadounidenses, aunque con la cifra total de 10.000 nos estemos con seguridad quedando cortos. En el caso de Afganistán, la connivencia entre traficantes ilegales de mano de obra, el gobierno de los EEUU, y contratistas privados estadounidenses suponen un inmenso reto par el debil Estado filipino.

Abusos sexuales: la siempre presente amenaza

La predominancia de mujeres entre las personas trabajadoras que se ven inmersas en estas redes de tráfico hacia Oriente Medio ha creado un tipo de situación donde abundan los abusos sexuales. En este sistema, el tráfico de mano de obra y el tráfico sexual están crecientemente entrelazados. Se adjunta aquí un pasaje del informe del Comité Nacional sobre Trabajadores Emigrantes de Filipinas tras la visita de algunos de sus miembros a Arabia Saudí en Enero de 2011: "La violación es un espectro siempre presente que acecha a las trabajadoras domésticas filipinas en Arabia Saudí. … la violación y el abuso sexual son más habituales que lo que las insuficientemente desarrolladas estadísticas de la Embajada reflejan, probablemente acercándose a un 15% a 20% de casos denunciados por trabajadoras en situación angustiosa. Si uno coge estos indicadores como reflejo aproximadamente representativo de los casos de abusos contra trabajadoras domésticas a lo largo del Reino, uno no puede sino llegar a la conclusión que la violacion y el abuso sexual son habituales".
Uno podría ir más allá y afirmar que hay un elemento considerable de tráfico sexual en el tráfico de mujeres filipinas hacia Oriente Medio considerando que en muchos de los hogares se asume que ofrecer sexo al amo de la casa es parte de las tareas de la trabajadora doméstica. El resultado es una situación insufrible, no únicamente porque el rechazo conlleva a menudo palizas, sino también porque esto genera enfrentamientos con la esposa del amo. De hecho, en muchos casos, las trabajadoras domésticas son “prestadas” a parientes no únicamente para limpiar sus casas sino también para ser utilizadas como objetos sexuales por los hombres de la familia.
Se dice que la esclavitud es cosa del pasado. Sin embargo, las dinámicas del capitalismo global han reproducido un sistema global de trabajo forzado que es mantenido por prácticas tanto legales como ilegales de tráfico de mano de obra. Las mujeres trabajadoras domésticas se encuentran en lo más bajo de la jerarquía social migrante en lugares como Oriente Medio. Sus condiciones de trabajo, que a menudo incluyen violaciones y abusos sexuales, constituyen una condición prácticamente igual que la de la esclavitud. Tal y como en los casos de la esclavitud tradicional en los siglos XVIII y XIX, la abolición de este sistema de trabajo cautivo y forzado debe de ser una prioridad en la agenda política del siglo XXI.

jueves, 17 de mayo de 2012

Fuckland


Ezequiel Fernández Moores
La última vez que fue anfitriona de Juegos Olímpicos, en 1948, Londres no invitó a la competencia a Alemania y a Japón, las potencias derrotadas en la Segunda Guerra Mundial. El presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el sueco Sigfrid Edstrom, escribió enojado a Lord Burghley, sexto marqués de Exeter, secretario general del Comité Organizador de los Juegos del 48: "Me sorprende vuestra actitud. La guerra terminó hace tres años y nosotros, gente del deporte, deberíamos mostrarle el camino a la diplomacia". Londres no se conmovió. Al conde Michimasa Soyesima, miembro japonés del COI, le recordaron que ningún ciudadano podía abandonar Japón bajo las reglas de la Ocupación. Tampoco hubo perdón para Alemania. Miles de soldados nazis permanecían en Londres como prisioneros de guerra. Fueron mano de obra en la construcción de rutas. Al prisionero Helmut Bantz, que ganaría el oro olímpico en Melbourne 56, le tocó una tarea más agradable: entrenó al equipo británico de gimnasia. El duque de Mecklenburg, miembro alemán del COI, recibió en cambio un no rotundo. Sucedió hace 64 años. Londres, que será otra vez sede olímpica a partir de julio próximo, dice ahora junto con el COI que "la política no debe intervenir en los Juegos".




La política, es obvio, jamás estuvo fuera de los Juegos. Astilo de Crotona, campeón en las carreras de carros en los años 484 y 480 a.C., era publicidad para el tirano Gelón, de Siracusa, que lo había contratado. Un estadista más democrático como Alcibíades usó sus triunfos para ganarse la confianza de los atenienses. Los primeros Juegos de la era moderna, en Atenas 1896, que Francia amenazó boicotear, sólo pudieron realizarse gracias a un oportuno cambio de gobierno en la empobrecida Grecia y a las ambiciones políticas del príncipe Constantino. El primer conflicto netamente político estalló en los Juegos de Estocolmo 1912, cuando las monarquías aliadas del imperio austrohúngaro por un lado y Rusia por el otro impusieron sus banderas ante triunfos de atletas de las anexionadas Bohemia y Finlandia. En la siguiente edición de Amberes 1920, a pedido británico, no fueron invitadas las potencias derrotadas en la Primera Guerra Mundial: Alemania, Austria, Bulgaria, Hungría, Turquía, Rumania y Polonia. París, por orden del Barón de Coubertin, organizó otra vez los Juegos en 1924. No invitó a Alemania. La edición de Los Angeles 1932 impuso la ejecución de los himnos para los atletas vencedores. Y la de Berlín 36, se sabe, fue un festival ario. El COI atribuyó a "maniobras de judíos y comunistas" las primeras denuncias sobre el nazismo y los reclamos para sacarle la sede a Berlín. Jamás se arrepintió del regalo que hizo a Hitler.



Los Juegos de Londres 48, los primeros en paz tras la Segunda Guerra Mundial, mantuvieron el recorrido de la antorcha olímpica, pese a que el rito había sido iniciado por la Alemania nazi. No fue fácil. Grecia, punto de salida de la antorcha, estaba en guerra civil. El gobierno inglés, que iniciaba la nacionalización del ferrocarril, gas, electricidad, carbón y acero y creaba el Servicio Nacional de Salud, impuso unos Juegos austeros. Delegaciones extranjeras llevaron sus comidas y hasta sus toallas. Los Juegos tuvieron un presupuesto, a dinero de hoy, de 2,2 millones de libras. La BBC pagó 1000 libras por derechos de transmisión. Cada patrocinador, de Coca-Cola a Guinness, aportó 250 libras. La prensa era crítica. El cricket y las carreras de perros recibían casi más atención que la preparación de los Juegos. "Lo importante en los Juegos -decía una inscripción en Wembley el día de la inauguración- no es ganar sino competir. Lo esencial en la vida no es conquistar, sino pelear bien." El rey Jorge VI no tartamudeó al pronunciar el breve discurso de apertura, ante más de 80.000 personas. Estaba rodeado de varios de los mismos dirigentes del COI que doce años antes compartían palco con Hitler, incluido el estadounidense Avery Brundage, que, según cuenta Janie Hampton en el libro The Austerity Olympics, seguía enviándoles comida a los jerarcas nazis condenados en Nuremberg. Ese mismo estadio de Wembley saludó el 7 de agosto al ganador del maratón, el argentino Delfo Cabrera, un humilde bombero del pueblo santafecino de Armstrong, a quien Juan Domingo Perón premió con una casa en Sarandí. El regalo equivalía a "profesionalismo". No lo dijo el COI de Brundage. Sí los golpistas de la Revolución Libertadora de 1955.



Los boicots iniciados en los Juegos de Melbourne 56 y agudizados en Moscú 80 y Los Angeles 84, la matanza de atletas israelíes en Munich 72 y la sede asignada a Pekín en 2008 fueron episodios políticos que también marcaron al deporte olímpico. Pero hay una imagen que prevalece por sobre todas: el podio del Black Power de México 68 que costó la expulsión de por vida a los atletas estadounidenses John Carlos y Tommie Smith. El mismo COI que nada había dicho sobre los saludos nazis y fascistas de Juegos previos sí consideró "político" el puño enguantado del "Poder Negro". Seis meses antes había sido asesinado Martin Luther King. ¿Temerá el deporte olímpico una rebeldía similar para Londres 2012? La Argentina provocó problemas al COI desde su mismo origen. Los dos primeros miembros expulsados del COI son argentinos. A José Benjamín Zubiaur, un notable educador y abogado, miembro fundador en 1894, el COI de aristócratas lo echó en 1907 porque el entrerriano, sin fortuna personal, no viajaba a las reuniones en Europa. Su sucesor, Manuel Quintana, hijo del presidente homónimo y residente en París, duró apenas tres años. El COI lo echó porque la Argentina desoyó advertencias y organizó en 1910 los "Juegos del Centenario", una marca que el olimpismo ya consideraba exclusiva. El COI que estos días advirtió a la Argentina por el spot de Malvinas ya no tiene a los condes y príncipes de los orígenes. Tampoco al ex ministro franquista Juan Antonio Samaranch. Cuenta, sí, con un único "miembro de honor": Henry Kissinger.



El comercial de Malvinas difundido por el gobierno argentino, "manipulación nazi", según dramatizaron algunos críticos locales, tiene su complejidad. Fue hecho por una agencia (Young & Rubicam) cuya casa central (WPP) es inglesa y cuyo titular (Martin Sorrell) es un Sir que trabajó para Margaret Thatcher y ahora defiende a Rupert Murdoch, uno de sus principales clientes. La filmación, sin permiso oficial, fue realizada por la misma gente que produjo en 1999 una película polémica. Un porteño mago y comediante, obviamente canchero, viaja a Malvinas con una cámara oculta, dispuesto a embarazar kelpers para que al menos en veinte años la mitad de la población de las islas tenga ascendencia argentina. La infantil sátira se llamó Fuckland, Tierra del sexo, traduce Wikipedia, con excesiva ingenuidad. Fernando Zylberberg, veterano del seleccionado masculino de hockey sobre césped que cobró dinero y reivindicó el comercial en el que corre tipo Rocky por Puerto Stanley, trabaja a su vez en estructuras del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.



Ciudadanos ingleses se indignaron porque Zylberberg pisó en su carrera un monumento homenaje a los soldados ingleses fallecidos en la Primera Guerra Mundial. Piden por las redes sociales que la Argentina sea excluida de los Juegos. O que no se le conceda la visa a Zylberberg, sin saber que el jugador, en realidad, dista de tener confirmada su convocatoria a un tercer Juego Olímpico. Sí tiene boleto confirmado la taekwondista Carola Malvina López, que lleva ese nombre porque nació en plena guerra de 1982. En 1948, los ingleses se sorprendieron por los besos que se daban los argentinos tras el triunfo del boxeador Pascual Pérez. "Se dieron más besos que un musical de Hollywood", escribió un diario. Más que besos, ahora temen un podio con reclamo malvinense. Pero Inglaterra, a la que la Argentina ya no sabe cómo pedirle que acepte la resolución de las Naciones Unidas y dialogue sobre las Malvinas, no sabe que ese podio es una posibilidad bastante lejana. Los atletas viven los Juegos, sean en Londres o Praga, como un punto culminante para el que llevan años preparándose. Son actores centrales del juego olímpico. Pero actores de reparto en el juego político. Viajarán cargados de ilusiones. Con una inversión económica récord para el deporte olímpico argentino en las últimas décadas. Pero, paradójicamente, irán también con la dolorosa certeza de que, esta vez, ganar alguna medalla en Londres será casi milagroso.
 
Fuente: http://canchallena.lanacion.com.ar/1471714-fuckland
 

Acción anti crisis en Frankfurt

¡Días Europeos de Acción en Frankfurt! 16-19 de mayo, 2012

ATTAC

¿Ahorrando al máximo a costa de Europa? ¡No mientras nosotros estemos aquí para impedirlo!

17 de mayo: Campamento

18 de mayo: Bloqueo

19 de mayo: Manifestación internacional

Días de acción a nivel local: 12 de mayo

Las terapias de choque neoliberales están destrozando Europa

Los desastrosos efectos de la terapia para la crisis de Europa se pueden apreciar descaradamente en Grecia y Portugal. No obstante, políticas similares se están implementando en todos los países de la UE. Y por si esto no fuera suficiente, el “pacto fiscal” tiene como objetivo hacer de la terapia de choque la política de elección de forma indefinida. Esto acentuará la orientación neoliberal de la UE, limitará todavía más la soberanía de los parlamentos nacionales y minará cada vez más la democracia. Al autorizar esta transformación de Europa, los gobiernos de la Unión Europea están jugando con fuego. Acaban con la posibilidad de avanzar hacia una Europa de solidaridad y democracia.

Una vez más, el gobierno alemán está ocupado tratando de dar la impresión de que Alemania está creciendo y que la crisis es un problema ajeno. Mientras tanto, la crisis europea está a punto de infectar a la economía mundial. Como país que depende muchísimo de otros mercados en el mundo, será muy difícil que Alemania escape de la crisis global. Un aumento del número de desempleados, salarios más bajos y recortes sociales acabarán por afectar también a Alemania.

Por estas razones queremos decir alto y claro: ¡no lo permitiremos!

No vamos a aceptar estas políticas que son un desastre. Formaremos parte de una amplia alianza de movimientos y, junto con un gran número de personas de otros países europeos, vamos a llevar a cabo protestas justo en el centro financiero de Frankfurt. Las sedes de muchos bancos internacionales y empresas se encuentran aquí, entre las cuales está principalmente el BCE, que es uno de los ejes clave de las políticas dominantes de la UE.

El 17 de mayo, activistas de diferentes tendencias políticas, entre los que se incluyen personas que pertenecen a Attac, ocuparán las plazas centrales de la ciudad para que la gente pueda debatir e intercambiar ideas. El 18 de mayo los activistas bloquearán las operaciones comerciales del BCE Frankfurt para manifestar su indignación con las políticas de la Troika. El 19 de mayo, nos reuniremos para llevar a cabo una gran manifestación que permitirá que se llegue a conocer la base de las protestas.

Los días de manifestaciones en Frankfurt tendrán lugar justo después del Día Europeo de Acción el 12 de mayo y del aniversario de la primera asamblea en Madrid

¡Únete a las manifestaciones!

¡Pedimos una Europa democrática y justa socialmente!

¡Reduzcamos la deuda!

Las auditorías de las deudas han de clarificar, en primer lugar, cómo se produjeron las deudas públicas. Después de evaluar su legitimidad, se necesitará trabajar en recomendaciones para decidir cómo se afrontan las deudas. El proceso debe garantizar que los ahorros y los fondos de pensión de los trabajadores son seguros, y al mismo tiempo se han de cancelar los intereses y las demandas de pagos de los ricos, los bancos y los fondos de inversión libres y de las empresas.



¡Repartamos la riqueza!

Ya es hora de que aquellos que se beneficiaron de la crisis paguen por ello cómo corresponde. Los ingresos públicos han de aumentar, mientras que las riquezas privadas se han de repartir. Para ello, serán necesarios impuestos más elevados en las rentas más altas y para los ricos, así como un impuesto para las operaciones financieras. Los beneficios que se obtengan a raíz de estas operaciones se utilizarán para luchar contra la pobreza, el calentamiento global y para establecer el punto de partida de unos estándares sociales a nivel mundial.



¡Pongamos a los bancos en su sitio!

Se han de nacionalizar los bancos rescatados con dinero público y luego han de ser sometidos al escrutinio público. Aquellos bancos que se consideren demasiado grandes como para no superar la situación tendrán que cerrarse.



¡Luchemos por la democracia!

El dominio de los mercados financieros ha provocado que los procesos democráticos no sean eficaces. La abrumadora influencia de los lobbies financieros tiene que ser transparente y también debe limitarse. Para superar la polarización social, tenemos que dar nuestro apoyo a una Europa que aboga por la democracia y la solidaridad.



¡No es ninguna tontería! ¡Protestemos ahora!

· ¡Dale tu apoyo a Attac! Únete a las manifestaciones y haz un donativo.

· ¡Participa en los actos de movilización!

· ¡Asiste a las reuniones informativas!

Para más información y descargarte los materiales, visita www.attac.de/eurokrisk
 y http://www.european-resistance.org/


miércoles, 16 de mayo de 2012

Plutonomía y precariado: el declive de la economía estadounidense


Noam Chomsky
TomDispatch


El movimiento “Ocupemos” ha experimentado un desarrollo estimulante. Hasta donde mi memoria alcanza, no ha habido nunca nada parecido. Si consigue reforzar sus lazos y las asociaciones que se han creado en estos meses a lo largo del oscuro periodo que se avecina –no habrá victoria rápida– podría protagonizar un momento decisivo en la historia de los Estados Unidos.
La singularidad de este movimiento no debería sorprender. Después de todo, vivimos una época inédita, que arranca en 1970 y que ha supuesto un auténtico punto de inflexión en la historia de los Estados Unidos. Durante siglos, desde sus inicios como país, fueron una sociedad en desarrollo. Que no lo fueran siempre en la dirección correcta es otra historia. Pero en términos generales, el progreso supuso riqueza, industrialización, desarrollo y esperanza. Existía una expectativa más o menos amplia de que esto seguiría siendo así. Y lo fue, incluso en los tiempos más oscuros.
Tengo edad suficiente para recordar la Gran Depresión. A mediados de los años 30, la situación era objetivamente más dura que la actual. El ánimo, sin embargo, era otro. Había una sensación generalizada de que saldríamos adelante. Incluso la gente sin empleo, entre los que se contaban algunos parientes míos, pensaba que las cosas mejorarían. Existía un movimiento sindical militante, especialmente en el ámbito del Congreso de Organizaciones Industriales. Y se comenzaban a producir huelgas con ocupación de fábricas que aterrorizaban al mundo empresarial –basta consultar la prensa de la época-. Una ocupación, de hecho, es el paso previo a la autogestión de las empresas. Un tema, dicho sea de paso, que está bastante presente en la agenda actual. También la legislación del New Deal comenzaba a ver la luz a resultas de la presión popular. A pesar de que los tiempos eran duros, había una sensación, como señalaba antes, de que se acabaría por “salir de la crisis”.
Hoy las cosas son diferentes. Entre buena parte de la población de los Estados Unidos reina una marcada falta de esperanza que a veces se convierte en desesperación. Diría que esta realidad es bastante nueva en la historia norteamericana. Y tiene, desde luego, una base objetiva.

La clase trabajadora

En los años 30’ del siglo pasado los trabajadores desempleados podían pensar que recuperarían sus puestos de trabajo. Actualmente, con un nivel de paro similar al existente durante la Depresión, es improbable, si la tendencia persiste, que un trabajador manufacturero vaya a recuperar el suyo. El cambio tuvo lugar hacia 1970 y obedece a muchas razones. Un factor clave, bien analizado por el historiador económico Robert Brenner, fue la caída del beneficio en el sector manufacturero. Pero también hubo otros. La reversión, por ejemplo, de varios siglos de industrialización y desarrollo. Por supuesto, la producción de manufacturas continuó del otro lado del océano, pero en perjuicio, y no en beneficio, de las personas trabajadoras. Junto a estos cambios, se produjo un desplazamiento significativo de la economía del ámbito productivo –de cosas que la gente necesitara o pudiera usar- al de la manipulación financiera. Fue entonces, en efecto, cuando la financiarización de la economía comenzó a extenderse.

Los bancos
Antes de 1970, los bancos eran bancos. Hacían lo que se espera que un banco haga en una economía capitalista: tomar fondos no utilizados de una cuenta bancaria, por ejemplo, y darles una finalidad potencialmente útil como ayudar a una familia a que se compre una casa o a que envíe a su hijo a la escuela. Esto cambió de forma dramática en los setenta. Hasta entonces, y desde la Gran Depresión, no había habido crisis financieras. Los años cincuenta y sesenta fueron un periodo de gran crecimiento, el más alto en la historia de los Estados Unidos y posiblemente en la historia económica. Y fue igualitario. Al quintil más bajo de la sociedad le fue tan bien como al más alto. Mucha gente accedió a formas de vida más razonables –de “clase media”, como se llamó aquí, de “clase trabajadora”, en otros países–. Los sesenta, por su parte, aceleraron el proceso. Tras una década un tanto sombría, el activismo de aquellos años civilizó el país de forma muchas veces duradera. Con la llegada de los setenta, se produjeron una serie de cambios abruptos y profundos: desindustrialización, deslocalización de la producción y un mayor protagonismo de las instituciones financieras, que crecieron enormemente. Yo diría que entre los años cincuenta y sesenta se produjo un fuerte desarrollo de lo que décadas después se conocería como economía de alta tecnología: computadores, Internet y revolución de las tecnologías de la información, que se desarrollaron sustancialmente en el sector estatal. Estos cambios generaron un círculo vicioso. Condujeron a una creciente concentración de riqueza en manos del sector financiero, pero no beneficiaron a la economía (más bien la perjudicaron, al igual que a la sociedad).

Política y dinero

La concentración de riqueza trajo consigo una mayor concentración de poder político. Y la concentración de poder político dio lugar a una legislación que intensificaría y aceleraría el ciclo. Esta legislación, bipartidista en lo esencial, comportó la introducción de nuevas políticas fiscales, así como de medidas desreguladoras del gobierno de las empresas. Junto a este proceso, se produjo un aumento importante del coste de las elecciones, lo que hundió aún más a los partidos políticos en los bolsillos del sector empresarial.
Los partidos, en realidad, comenzaron a degradarse por diferentes vías. Si una persona aspiraba a un puesto en el Congreso, como la presidencia de una comisión, lo normal era que lo obtuviera a partir de su experiencia y capacidad personal. En solo un par de años, tuvieron que comenzar a contribuir a los fondos del partido para lograrlo, un tema bien estudiado por gente como Tom Ferguson. Esto, como decía, aumentó la dependencia de los partidos del sector empresarial (y sobre todo, del sector financiero).
Este ciclo acabó con una tremenda concentración de riqueza, básicamente en manos del primer uno por ciento de la población. Mientras tanto, se abrió un período de estancamiento e incluso de decadencia para la mayoría de la gente. Algunos salieron adelante, pero a través de medios artificiales como la extensión de la jornada de trabajo, el recurso al crédito y al sobreendeudamiento o la apuesta por inversiones especulativas como las que condujeron a la reciente burbuja inmobiliaria. Muy pronto, la jornada laboral acabó por ser más larga en Estados Unidos que en países industrializados como Japón o que otros en Europa. Lo que se produjo, en definitiva, fue un período de estancamiento y de declive para la mayoría unido a una aguda concentración de riqueza. El sistema político comenzó así a disolverse.
Siempre ha existido una brecha entre la política institucional y la voluntad popular. Ahora, sin embargo, ha crecido de manera astronómica. Constatarlo no es difícil. Basta ver lo que está ocurriendo con el gran tema que ocupa a Washington: el déficit. El gran público, con razón, piensa que el déficit no es la cuestión principal. Y en verdad no lo es. La cuestión importante es la falta de empleo. Hay una comisión sobre el déficit pero no una sobre el desempleo. Por lo que respecta al déficit, el gran público tiene su posición. Las encuestas lo atestiguan. De forma clara, la gente apoya una mayor presión fiscal sobre los ricos, la reversión de la tendencia regresiva de estos años y la preservación de ciertas prestaciones sociales. Las conclusiones de la comisión sobre el déficit seguramente dirán lo contrario. El movimiento de ocupación podría proporcionar una base material para tratar de neutralizar este puñal que apunta al corazón del país.

Plutonomía y precariado

Para el grueso de la población –el 99%, según el movimiento Ocupemos– estos tiempos han sido especialmente duros, y la situación podría ir a peor. Podríamos asistir, de hecho, a un período de declive irreversible. Para el 1% -e incluso menos, el 0,1%- todo va bien. Son más ricos que nunca, más poderosos que nunca y controlan el sistema político, de espaldas a la mayoría. Si nada se lo impide, ¿por qué no continuar así?
Tomemos el caso de Citigroup. Durante décadas, ha sido uno de los bancos de inversión más corruptos. Sin embargo, ha sido rescatado una y otra vez con dinero de los contribuyentes. Primero con Reagan y ahora nuevamente. No incidiré aquí en el tema de la corrupción, pero es bastante alucinante. En 2005, Citigroup sacó unos folletos para inversores bajo el título: “Plutonomía: comprar lujo, explicar los desequilibrios globales”. Los folletos animaban a los inversores a colocar dinero en un “índice de plutonomía”. “El mundo –anunciaban- se está dividiendo en dos bloques: la plutonomía y el resto”.
La noción de plutonomía apela a los ricos, a los que compran bienes de lujo y todo lo que esto conlleva. Los folletos sugerían que la inclusión en el “índice de plutonomía” contribuiría a mejorar los rendimientos de los mercados financieros. El resto bien podía fastidiarse. No importaba. En realidad, no eran necesarios. Estaban allí para sostener a un Estado poderoso, que rescataría a los ricos en caso de que se metieran en problemas. Ahora, estos sectores suelen denominarse “precariado” –gente que vive una existencia precaria en la periferia de la sociedad–. Solo que cada vez es menos periférica. Se está volviendo una parte sustancial de la sociedad norteamericana y del mundo. Y los ricos no lo ven tan mal.
Por ejemplo, el ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, llegó a ir al Congreso, durante la gestión de Clinton, a explicar las maravillas del gran modelo económico que tenía el honor de supervisar. Fue poco antes del estallido del crack en el que tuvo una responsabilidad clarísima. Todavía se le llamaba “San Alan” y los economistas profesionales no dudaban en describirlo como uno de los más grandes. Dijo que gran parte del éxito económico tenía que ver con la “creciente inseguridad laboral”. Si los trabajadores carecen de seguridad, si forman parte del precariado, si viven vidas precarias, renunciarán a sus demandas. No intentarán conseguir mejores salarios o mejores prestaciones. Resultarán superfluos y será fácil librarse de ellos. Esto es lo que, técnicamente hablando, Greenspan llamaba una economía “saludable”. Y era elogiado y enormemente admirado por ello.
La cosa, pues, está así: el mundo se está dividiendo en plutonomía y precariado –el 1 y el 99 por ciento, en la imagen propagada por el movimiento Ocupemos. No se trata de números exactos, pero la imagen es correcta. Ahora, es la plutonomía quien tiene la iniciativa y podría seguir siendo así. Si ocurre, la regresión histórica que comenzó en los años setenta del siglo pasado podría resultar irreversible. Todo indica que vamos en esa dirección. El movimiento Ocupemos es la primera y más grande reacción popular a esta ofensiva. Podría neutralizarla. Pero para ello es menester asumir que la lucha será larga y difícil. No se obtendrán victorias de la noche a la mañana. Hace falta crear estructuras nuevas, sostenibles, que ayuden a atravesar estos tiempos difíciles y a obtener triunfos mayores. Hay un sinnúmero de cosas, de hecho, que podrían hacerse.

Hacia un movimiento de ocupación de los trabajadores

Ya lo mencioné antes. En los años treinta del siglo pasado, las huelgas con ocupación de los lugares de trabajo eran unas de las acciones más efectivas del movimiento obrero. La razón era sencilla: se trataba del paso previo a la toma de las fábricas. En los años setenta, cuando el nuevo clima de contrarreforma comenzaba a instalarse, todavía pasaban cosas importantes. En 1977, por ejemplo, la empresa US Steel decidió cerrar una de sus sucursales en Youngstown, Ohio. En lugar de marcharse, simplemente, los trabajadores y la comunidad se propusieron unirse y comprarla a los propietarios para luego convertirla en una empresa autogestionada. No ganaron. Pero de haber conseguido el suficiente apoyo popular, probablemente lo habrían hecho. Gar Alperovitz y Staufhton Lynd, los abogados de los trabajadores, han analizado con detalle esta cuestión. Se trató, en suma, de una victoria parcial. Perdieron, pero generaron otras iniciativas. Esto explica que hoy, a lo largo de Ohio y de muchos otros sitios, hayan surgido cientos, quizás miles de empresas de propiedad comunitaria, no siempre pequeñas, que podrían convertirse en autogestionadas. Y esta sí es una buena base para una revolución real.
Algo similar pasó en la periferia de Boston hace aproximadamente un año. Una multinacional decidió cerrar una instalación rentable que producía manufacturas con alta tecnología. Evidentemente, para ellos no era lo suficientemente rentable. Los trabajadores y los sindicatos ofrecieron comprarla y gestionarla por sí mismos. La multinacional se negó, probablemente por consciencia de clase. Creo que no les hace ninguna gracia que este tipo de cosas pueda ocurrir. Si hubiera habido suficiente apoyo popular, algo similar al actual movimiento de ocupación de las calles, posiblemente habrían tenido éxito.
Y no es el único proceso de este tipo que está teniendo lugar. De hecho, se han producido algunos con una entidad mayor. No hace mucho, el presidente Barack Obama tomó el control estatal de la industria automotriz, la propiedad de la cual estaba básicamente en manos de una miríada de accionistas. Tenía varias posibilidades. Pero escogió esta: reflotarla con el objetivo de devolverla a sus dueños, o a un tipo similar de propiedad que mantuviera su estatus tradicional. Otra posibilidad era entregarla a los trabajadores, estableciendo las bases de un sistema industrial autogestionado que produjera cosas necesarias para la gente. Son muchas, de hecho, las cosas que necesitamos. Todos saben o deberían saber que los Estados Unidos tienen un enorme atraso en materia de transporte de alta velocidad. Es una cuestión seria, que no sólo afecta la manera en que la gente vive, sino también la economía. Tengo una historia personal al respecto. Hace unos meses, tuve que dar un par de charlas en Francia. Había que tomar un tren desde Avignon, al sur, hasta el aeropuerto Charles de Gaulle, en París. La distancia es la misma que hay entre Washington DC y Boston. Tardé dos horas. No sé si han tomado el tren que va de Washington a Boston. Opera a la misma velocidad que hace sesenta años, cuando mi mujer y yo nos subimos por primera vez. Es un escándalo.
Nada impide hacer en los Estados Unidos lo que se hace en Europa. Existe la capacidad y una fuerza de trabajo cualificada. Haría falta algo más de apoyo popular, pero el impacto en la economía sería notable. El asunto, sin embargo, es aún más surrealista. Al tiempo que desechaba esta opción, la administración Obama envió a su secretario de transportes a España para conseguir contratos en materia de trenes de alta velocidad. Esto se podría haber hecho en el cinturón industrial del norte de los Estados Unidos, pero ha sido desmantelado. No son, pues, razones económicas las que impiden desarrollar un sistema ferroviario robusto. Son razones de clase, que reflejan la debilidad de la movilización popular.

Cambio climático y armas nucleares

Hasta aquí me he limitado a las cuestiones domésticas, pero hay dos desarrollos peligrosos en el ámbito internacional, una suerte de sombra que planea sobre todo lo el análisis. Por primera vez en la historia de la humanidad, hay amenazas reales a la supervivencia digna de las especies.
Una de ellas nos ha estado rondando desde 1945. Es una especie de milagro que la hayamos sorteado. Es la amenaza de la guerra nuclear, de las armas nucleares. Aunque no se habla mucho de ello, esta amenaza no ha dejado de crecer con el gobierno actual y sus aliados. Y hay que hacer algo antes de que estemos en problemas serios.
La otra amenaza, por supuesto, es la catástrofe ambiental. Prácticamente todos los países en el mundo están tratando de hacer algo al respecto, aunque sea de manera vacilante. Los Estados Unidos también, pero para acelerar la amenaza. Son el único país de los grandes que no ha hecho nada constructivo para proteger el medio ambiente, que ni siquiera se ha subido al tren. Es más, en cierta medida, lo están empujando hacia atrás. Todo esto está ligado a la existencia de un gigantesco sistema de propaganda que el mundo de los negocios despliega con orgullo y desfachatez con el objetivo de convencer a la gente de que el cambio climático es una patraña de los progres “¿Por qué hacer caso a estos científicos?”.
Estamos viviendo una auténtica regresión a tiempos muy oscuros. Y no lo digo en broma. De hecho, si se piensa que esto está pasando en el país más poderoso y rico de la historia, la catástrofe parece inevitable. En una generación o dos, cualquier otra cosa de la que hablemos carecerá de importancia. Hay que hacer algo, pues, y hacerlo pronto, con dedicación y de manera sostenible. No será sencillo. Habrá, por descontado, obstáculos, dificultades, fracasos. Es más: si el espíritu surgido el año pasado, aquí y en otros rincones del mundo, no crece y consigue convertirse en una fuerza de peso en el mundo social y político, las posibilidades de un futuro digno no serán muy grandes.

Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Universalmente reconocido como renovador de la lingüística contemporánea, es el autor vivo más citado, el intelectual público más destacado de nuestro tiempo y una figura política emblemática de la resistencia antiimperialista mundial.

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175539/tomgram%3A_noam_chomsky%2C_a_rebellious_world_or_a_new_dark_age/#more




Traducción para www.sinpermiso.info: Gerardo Pisarello