viernes, 26 de agosto de 2011

La represión del gobierno de Piñera se cobra la primera víctima.

10:20 › CHILE


Un adolescente muerto tras la represión

Manuel Gutiérrez, de 14 años, fue asesinado de un balazo en el pecho durante una marcha en la comuna de Mancul, al sur de Santiago, y su familia atribuye el crimen al disparo de un policía. "El Gobierno espera que se esclarezca de manera rápida" el hecho, dijo el subsecretario del Interior Rodrigo Ubilla, quien pidió "no especular" con las acusaciones. Carabineros se desligó de todo. Según las cifras oficiales, la represión de los dos días de paro general en demanda de una educación pública y de calidad, y la reforma del sistema impositivo y del régimen laboral dejaron, además, a un joven de 18 años internado de gravedad, 1394 detenidos y 53 manifestantes heridos.
El joven Manuel murió de un disparo en medio de enfrentamientos que se registraban entre manifestantes y la policía de Macul, uno de los cientos de focos de disturbios. De acuerdo a testigos, el joven fue alcanzado en el pecho por una bala mientras cruzaba una pasarela.
"Eso es lo que el hermano de este joven me cuenta", dijo el alcalde de la populosa comuna de Macul, al suroriente Santiago, el opositor demócrata cristiano Sergio Puyol.
A través del subsecretario del Interior, el gobierno de Sebastián Piñera se preocupó en aclarar el saldo de la represión en el siguiente orden: "Tenemos 1.394 detenidos, gran parte de ellos por desórdenes graves y robo a la propiedad, 153 carabineros lesionados a lo largo del país, 53 civiles lesionados de distinta naturaleza y el joven fallecido".
Por su parte, el general Sergio Gajardo, segundo jefe de la Zona Metropolitana de Carabineros, descartó "de plano" que personal de la institución tenga relación con la muerte Gutiérrez. "Me he entrevistado con el comisario de la unidad del sector (Macul), con el prefecto de la repartición, y descarto de plano la participación de Carabineros, al menos disparando armas de fuego contra un joven de las características y en las circunstancias que hemos conocido", insistió el oficial
La violenta jornada nocturna coronó la paralización de 48 horas convocada por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la mayor central sindical del país que agrupa a un 10 por ciento de la fuerza laboral, a la que adhirieron estudiantes y profesores, que por casi tres meses protestan en Chile en demanda de que la educación pública sea gratuita y de calidad.


Los verdaderos vencedores de la guerra tribal/civil libia


Dulce crudo mío

Pepe Escobar

Asia Times Online
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Han visto a miembros de la familia real saudí bailando en los corredores del palacio en Riad. El heredero del trono libio, el príncipe al-Senussi, sobrino del rey Idriss que fue depuesto por Muamar Gadafi y otros en un incruento golpe militar en 1969, se ha lanzado a una ajetreada campaña de autopromoción, diciendo que está listo para volver a Libia e incluso para “dirigir el país”.
Nada en el mundo podría ser más dulce para la Casa de Saud –profundamente disgustada por la mayoría de las repúblicas seculares árabes– que un emirato amistoso totalmente nuevo en el Norte de África.
Pero la OTAN, la verdadera vencedora de la guerra tribal/civil libia, puede tener otras ideas. Mahmud Jibril –el incierto primer ministro del Consejo Nacional de Transición, hablando en Qatar, ha agradecido explícitamente por su nombre a los vencedores: Francia, Gran Bretaña, EE.UU., Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. De estos cinco primeros, los tres occidentales principales podrían aceptar, en teoría, un emirato dócil –mientras no muestre tendencias ultra fundamentalistas al estilo de Waziristán del Norte, como en el área tribal de Pakistán.
Queda por ver, porque en esta etapa nadie conoce realmente el grado de influencia que podrán tener los islamistas en la Libia post Gadafi. Dentro de una semana, en París, podrán poner sobre la mesa algunas respuestas: es cuando los “amigos de Libia” (FOL, por sus siglas en inglés) se reunirán con el líder del Consejo Mustafa Abdul Jalil y el primer ministro Jibril para hablar en serio sobre lo que preparan para que sea un nuevo protectorado de la OTAN.
Mientras tanto, de Bengasi a las capitales europeas se baila al ritmo de un super éxito de Guns 'n Roses rebautizado ahora Sweet Crude of Mine (Dulce crudo mío). Francia y Alemania ya están presionando a la dirigencia de los “rebeldes de la OTAN” para obtener suculentos acuerdos, Italia comienza hoy (el primer ministro Silvio Berlusconi se reúne con Jalil en Milán) y los británicos y estadounidenses están a punto de hacer lo mismo.
Hasta ahora la Compañía Petrolera Nacional de Libia otorgaba los contratos de servicio para antiguos y lucrativos campos petroleros esencialmete a las subsidiarias nacionales libias. Pero lo que quieren realmente BP, Total, Exxon Mobil y la compañía petrolera de Qatar es una participación seria en nuevos yacimientos, y esos famosos acuerdos para compartir la producción (PSA) que permiten beneficios estratosféricos. Quieren todo el auge que no consiguieron en Iraq –donde algunos de los contratos más suculentos se entregaron a protagonistas rusos, chinos o malasios.
En cuanto a los protagonistas que ya estaban en suelo libio, como Repsol de España y ENI de Italia, planifican volver a operar antes del fin de septiembre. Nadie sabe lo que pasará con las inversiones chinas.
Lo que WikiLeaks ya había revelado [1] ciertamente volverá a ocurrir en la forma de peleas de perros, como entre compañías estadounidenses y ENI de Italia por los mejores contratos. En gran parte debido a los estrechísimos lazos de “bunga bunga” Berlusconi con Gadafi, ENI ya estaba bombeando casi 200.000 barriles de petróleo al día antes de la guerra tribal/civil.
En todo caso, desde el punto de vista de las corporaciones vinculadas a los “vencedores” de la guerra, la desaparición de Gadafi ya es una garantía segura de contratos ultra dulces y de una serie de concesiones.

Seguid la pista del dinero

En el frente bancario, una vez más, WikiLeaks ya había revelado [2] que la privatización del banco central de Libia se consideraba una “oportunidad” dorada para los bancos de EE.UU. Es muy probable que el banco “rebelde” fantasma facilitado por HSBC se haga cargo, obviamente no de forma independiente como el anterior Banco Central de Libia, sino alineado con el Banco de Pagos Internacionales (BIS) basado en Suiza, el banco central de los banqueros centrales.
De modo que adiós a las “subversivas” ideas unificadoras de Gadafi como librarse del dólar estadounidense y del euro de modo que las naciones árabes y africanas comenzaran a comerciar con una nueva moneda única, el dinar de oro. Es crucial señalar que la mayoría de las naciones africanas –y muchos árabes– respaldaron la idea. Los únicos serios oponentes en la región fueron Sudáfrica y la Liga Árabe (influenciada por la Casa de Saud). Obviamente Washington y la Unión Europea (UE) estaban furiosos, hasta el punto de llamar a la OTAN al rescate.
Nunca se recordará lo suficiente que Iraq a finales de 2002, bajo Sadam Hussein, comenzó a aceptar pagos en euros en lugar de dólares de EE.UU. por su petróleo. Todos saben lo que pasó a continuación. No os metáis con el petrodólar o ya veréis…
De modo que el petróleo y el flujo de dinero estarán seguros en manos de los “vencedores”. Ahora, en cuanto al propósito estratégico el Africom del Pentágono –después de su primera guerra africana exitosa– será recompensado con su primera base africana, abandonando así su cuartel en esa adorable selva africana, Stuttgart. Y la OTAN continuará su sagrada misión de convertir el Mediterráneo en un “lago de la OTAN”. Ya tiene el Norte de África en el bolsillo; ahora va a por el Mediterráneo Oriental, para darles una lección a esos molestos sirios.

¿Quién es dueño de esta bandera?

Calificar el reparto de personajes del CNT de “incierto” en realidad es un eufemismo. Virtualmente todos son “invisibles”. Pocos recordarán que Jalil del CNT fue el juez que condenó a muerte a las enfermeras búlgaras, un caso tristemente célebre en Francia que justificó la dura intervención del neo napoleónico Nicolas Sarkozy, quien incluso dispuso que su esposa-trofeo, Carla Bruni, sedujera al Gran G. Una vez liberadas las enfermeras, Jalil fue ascendido por Gadafi a ministro de justicia y estuvo en el cargo desde 2007 hasta su deserción oportunista en febrero pasado.
Es un espejismo creer que ese variopinto grupo variado de miembros contrariados de las tribus, islamistas radicales, “socialistas” falsos del tipo Tony Blair, oportunistas cínicos en la nómina de gigantes petroleros, desertores militares y gamberros totales, orará en el altar de la “democracia”. Además de que invitaron a la OTAN y a las retrógradas monarquías árabes a bombardear su patria, ciertamente no donde viven, sino “el otro lado”, Tripolitania.
Queda por ver cómo se relacionarán la mayoría de la gente y de las tribus en Tripolitania con la toma del poder por los de Cirenaica, a los que ven como humildes patanes campesinos. Ya están furiosos por que los han degradado en la nueva bandera libia, que es básicamente la bandera de Cirenaica (rectángulo negro con una media luna islámica blanca) con dos franjas adicionales, rojo para Fezzan y verde para Tripolitania.
Nadie sabe cómo se desarrollará la próxima etapa de esta guerra “cinética” que no es una guerra (copyright: La Casa Blanca). Sin embargo, hay motivos serios para creer que puede convertirse en un remix devastador de los escenarios de los “talibanes derrotados” en 2001 y de “Misión Cumplida” en 2003.
Beduinos y bereberes, en la guerra, se concentran en retiradas estratégicas y emboscadas. Es decir: guerrilla. Nadie sabe con qué grado de apoyo tribal puede seguir contando Gadafi no solo alrededor de Trípoli sino en su feudo de Sirte o en los altos desiertos. Pero es seguro que irá por el camino de la guerrilla. La pregunta de los 100.000 millones de dólares (la cantidad de fondos libios que serán descongelados por los “vencedores) es si terminará como Sadam o escenificará “la ruta sin fin” como los talibanes.

Nota
1. Vea cables de WikiLeaks muestran que todo tuvo que ver con el petróleo
2. Vea Libia progresa en la reforma bancaria.

Pepe Escobar es autor de “ Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War ” (Nimble Books, 2007) y “ Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge ”. Su último libro es “ Obama does Globalistan ” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com .
(Copyright 2011 Asia Times Online (Holdings) Ltd. All rights reserved.)

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MH26Ak01.html
rCR

miércoles, 24 de agosto de 2011

La “conspiración” de la OTAN contra la revolución libia



Gilbert Achcar

Jadaliyya

En un editorial publicado en el Wall Street Journal (19/07/2011), Max Boot –autor e historiador militar neoconservador, conocido por su apoyo al “fomento de la democracia” a punta de pistola y ardiente defensor de la plena implicación militar de EE UU en Libia– se refirió a un artículo aparecido en el Financial Times (15/06/2011) que comparaba la actual campaña de bombardeos aéreos sobre Libia con la guerra aérea sobre Kosovo en 1999 para subrayar “la falta de potencia de fuego en la operación libia”. Boot comenta, abundando en la misma comparación con detalles adicionales:

“La guerra anterior apenas llegó a ‘Apocalypse Now’: estaba estrictamente delimitada por derecho propio. Sin embargo, al cabo de 78 días en Kosovo, los aliados de la OTAN habían aportado 1.100 aviones y realizado 38.004 misiones. Por el contrario, en Libia la OTAN sólo ha enviado 250 aviones y efectuado 11.107 incursiones. No es extraño, entonces, que al cabo de 78 días Slobodan Milosevic decidiera entregar Kosovo, mientras que después de 124 días, por ahora, Gadafi sigue aferrado al poder.”

Las paradojas libias de la OTAN

En la operación “Tormenta del Desierto”, lanzada por la coalición encabezada por EE UU contra Irak en 1991, no se necesitaron más que once días para igualar el número antes indicado de incursiones aéreas realizadas en Libia en 78 días. El número total de misiones alcanzó en 43 días de “Tormenta del Desierto” un promedio de 2.555 diarias. Tras la devastación provocada por esa “tormenta” y las ulteriores campañas de bombardeos a lo largo de los doce años de embargo entre 1991 y 2003, durante las primeras cuatro semanas de la llamada operación “Libertad iraquí” se efectuaron 41.850 misiones, de las que 15.825 fueron incursiones de ataque, con un promedio de 565 diarias. Andrew Gilligan ha podido escribir por tanto en The Spectator (4/06/2011) sobre el caso libio:
“Pese a todas las invocaciones rituales de unos supuestos ataques ‘intensificados’ y de los ‘bombardeos más fuertes hasta la fecha’, los bombardeos son y han sido siempre relativamente débiles. A lo largo de toda la operación, el número de misiones de ataque de la OTAN –de las que sólo una parte dan lugar a un ataque aéreo efectivo– no asciende en promedio más que a 57 por día, menos de la mitad que en la operación muy similar de la Alianza en Kosovo, y una mera fracción de lo que hicieron EE UU y el Reino Unido en Irak.”
Añadamos a esto que hace falta ejercer mucha más presión para forzar a un dictador a abandonar el poder que a renunciar a una parte de su territorio. Desde que las posibilidades de Gadafi de recuperar el control sobre Bengasi son casi nulas, de hecho podría renunciar de buena gana a la ciudad rebelde y con ella a toda la región al este de Aydabiya en un intento de salvar el trono del “rey de reyes de África”, por el que ha estado comprando lealtades generosamente desde 2008. Esto explica por qué empeñó tantos efectivos militares y tanta violencia en el intento de conquistar Misrata, la ciudad clave en manos de los rebeldes en el oeste de Libia que le impidió partir en la práctica el país en dos. Y esto explica también por qué los insurgentes han insistido obstinadamente en conservar Misrata a pesar de los violentísimos ataques que tuvieron que soportar y de que tenían la posibilidad de ser evacuados por mar junto con los demás habitantes de la ciudad, al igual que los miles de inmigrantes y heridos que pudieron salir de la ciudad por esa vía.
Las tempranas acusaciones propagandísticas de que los insurgentes estaban llevando a cabo un plan de segregación del país han quedado claramente desmentidas por su incansable combate por la liberación de la totalidad del territorio libio de las garras de la dictadura de Gadafi. Y lo hacen a pesar del elevado coste que han de pagar debido a la gran desproporción existente entre sus fuerzas terrestres y las del régimen, con sus vehículos blindados, piezas de artillería, misiles y soldados instruidos, un desequilibrio que la intervención de la OTAN sólo compensa en parte. Corresponsales militares presentes en varios frentes del territorio libio destacan tanto la escasez de armamento e instrucción como el carácter no profesional y caótico de las fuerzas insurgentes y la increíble entrega de un gran número de civiles convertidos en combatientes por la liberación de su país. Esta entrega explica la firme determinación de los rebeldes de seguir luchando a pesar de estas graves carencias, enfrentándose a las fuerzas bien equipadas e instruidas y generosamente pagadas por el régimen de Gadafi.
Las cuestiones cruciales son, por tanto: ¿por qué lleva a cabo la OTAN en Libia una campaña aérea de perfil bajo no sólo en comparación con el componente aéreo de la guerra por apoderarse de un Irak más o menos igual de rico en petróleo, sino también con la que lanzó sobre un Kosovo que económicamente no tiene ningún interés? Y ¿por qué la Alianza se abstiene al mismo tiempo de suministrar a los insurgentes el armamento que han reclamado con insistencia y con firmeza? A primera vista aparecen dos extrañas paradojas en este asunto.
La primera paradoja es que tanto en Irak como en Afganistán, las fuerzas encabezadas por EE UU insistían en la “nacionalización” del conflicto (en la línea de la “vietnamización” que precedió a la retirada estadounidense en 1973). En Libia, donde las fuerzas locales imploran a la OTAN que les entregue las armas que precisan y aseguran que con suficiente armamento podrían acabar de liberar su país muy pronto, la OTAN se niega a armarles. La limitada entrega de armas por parte de Francia en el frente occidental no altera sustancialmente la situación. Esto sucede a pesar de que, contrariamente a los afganos, los insurgentes están dispuestos y potencialmente en condiciones de pagar por las armas que reciban. Como todo el mundo sabe, los mercaderes de muerte occidentales no tienen por costumbre hacer caso omiso de tan enjundiosas oportunidades de negocio. Todos ellos compitieron con tanto celo por vender armas a Gadafi en los últimos años que consiguieron cerrar contratos con él por valor de casi mil millones de dólares entre finales de 2004, cuando sus gobiernos levantaron el embargo sobre Libia, y finales de 2009. Entre esas armas se incluyeron bombas de racimo, vendidas por una empresa española, que Gadafi no dudó en emplear contra su propio pueblo.
El corolario lógico de la negativa de la OTAN a armar a los insurgentes habría sido el lanzamiento de una campaña de ataques aéreos muy intensa a fin de compensar la debilidad sobre el terreno de quienes dice apoyar. Sin embargo, y ésta es la segunda paradoja, la campaña aérea de la OTAN en Libia no es nada en comparación con la de Kosovo, por no hablar de otras operaciones aéreas dirigidas por EE UU en tiempos recientes. Este hecho molesta mucho a la insurgencia libia, como han informado corresponsales occidentales desde los primeros días de la intervención aérea de la OTAN. Así, C.J. Chivers señaló el 24 de julio en el blog “At War” del New York Times, que la frustración de los rebeldes era cada vez mayor: “Una de las cosas que se perciben una y otra vez al informar de los combatientes de la oposición en Libia es la diferenciación entre lo que dicen los luchadores de a pie sobre la campaña de bombardeos de la OTAN y las declaraciones de los portavoces del Consejo Nacional de Transición [CNT], la autoridad rebelde de facto. Oficialmente, la dirección insurgente agradece efusivamente la labor de los pilotos que vuelan por allí arriba. Las figuras políticas del CNT se explayan en declaraciones edulcoradas de pleno apoyo y gratitud por el trabajo de la OTAN, a cuyos dirigentes se cuidan mucho de no contrariar.” “Quienes están más cerca de la primera línea de combate o viven en zonas más expuestas, sin embargo, tienen una opinión más matizada. Ellos también agradecen la intervención temprana de la OTAN en la guerra, cuando impidieron mediante incursiones aéreas que las fuerzas del coronel Muamar el Gadafi arrollaran a los rebeldes y aplastaran el levantamiento en Bengasi. Pero también expresan un profundo y a veces agónico desencanto por el ritmo y la selección de objetivos del apoyo aéreo y hablan a menudo de lo que consideran medias tintas e incompetencia de la OTAN.”
¿Podría ser que la OTAN, que ninguneó alegremente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) al lanzar su guerra aérea contra el régimen serbio de Milosevic en 1999, se ha convertido de pronto en fiel defensora del Derecho en los asuntos internacionales? Difícilmente. ¿Sucede entonces que la OTAN se siente obligada a ajustarse a la letra de la Resolución n.º 1973 del CSNU que autorizó la campaña aérea sobre Libia? Habría que estar loco para creerlo. La campaña de la OTAN ha violado tanto el espíritu como la letra de dicha Resolución, yendo bastante más allá de “todas las medidas necesarias… para proteger a los civiles y las áreas pobladas bajo amenaza de ataques.” Una gran proporción de incursiones aéreas se llevaron a cabo sobre Trípoli y otros territorios controlados por el régimen, agravando de este modo el riesgo y el alcance de los “daños colaterales” que la OTAN inflige a los civiles que dice proteger. Está claro que la “estricta aplicación del embargo de armas” que estipula la resolución del CSNU no es lo que impide a las potencias de la OTAN armar a los rebeldes. Si esas potencias se hubieran propuesto suministrar cantidades significativas de armamento a los insurgentes, ni los vetos de Moscú y Pekín habrían impedido a EE UU y sus aliados hacer lo que quisieran, como ya hicieron en los Balcanes en 1999 y de nuevo en Irak en 2003. Del mismo modo, si la OTAN no interviene sobre el terreno, no se debe al cumplimiento de la exclusión que hace la resolución del CSNU de toda “fuerza de ocupación extranjera de cualquier tipo en cualquier parte del territorio libio.” Se debe principalmente a que los propios rebeldes rechazaron de forma muy clara cualquier intervención terrestre. Un cartel en la Plaza Tahrir de Bengasi, cuya foto se puede ver en el blog de la periodista palestina Dima Jatib, declara taxativamente: “No a la intervención extranjera en nuestro suelo. Sí al armamento de los rebeldes.”

Mutua desconfianza

La desconfianza, sin duda, es mutua. La actitud práctica de las potencias occidentales hacia los rebeldes libios contrasta visiblemente con su actitud ante el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) antes y durante la guerra de 1999, o su actitud hacia la Alianza del Norte antes y durante los bombardeos sobre Afganistán que comenzaron en octubre de 2001. Obsérvese la permanente insistencia islamófoba por parte de los medios de comunicación occidentales en el papel de los “islamistas” en la revuelta libia como pretexto para no suministrarles armas y compárese esta actitud con su complacencia ante la presencia de grupos similares entre las fuerzas kosovares, por no abundar en el hecho de que la Alianza del Norte afgana (cuyo nombre real es Frente Islámico Unido para la Salvación de Afganistán) está compuesta mayoritariamente por grupos que mantienen rasgos fundamentalistas, que son un poco menos extremistas que los de los propios talibán. Los medios occidentales denuncian hipócritamente a los fundamentalistas islámicos cuando son antioccidentales y se mantienen muy circunspectos ante el Estado más fundamentalista que hay en la Tierra y principal patrocinador a escala mundial de los sectores más reaccionarios del fundamentalismo islámico, a saber, el reino de Arabia Saudí.
Los medios occidentales nunca se preocuparon por la heterogeneidad de las fuerzas afganas agrupadas en la Alianza del Norte, a la que entregaron el poder en Afganistán. Eso a pesar de que en 1992 –después de derrotar al régimen de Nayibulá, aupado por Moscú hasta que la Unión Soviética se retiró del país al final del año anterior– los mismos componentes de la Alianza del Norte habían convertido el país en un caótico campo de batalla mediante una auténtica guerra hobbesiana de “todos contra todos”. El “Estado islámico de Afganistán” resultó ser tal desastre que los talibán vencieron en 1996 con relativa facilidad. Por supuesto, nada de esto retuvo a Washington cuando decidió derribar a los talibán mediante la acción conjunta de las tropas de la Alianza del Norte y su propia fuerza aérea, con un promedio de 85 misiones de ataque al día durante 76 días desde el comienzo de las operaciones en octubre hasta el 23 de diciembre de 2001 (es decir, un 50 % más que el promedio de misiones realizadas en Libia).
El carácter paradójico de la intervención occidental en Libia ha sido destacado por varios observadores, que a su juicio la explican por el deseo de asegurarse el control sobre la Libia de después de Gadafi. Muchos simpatizantes de la insurrección libia –algunos de los cuales, entre los que me cuento yo, han manifestado su comprensión por el hecho de que Bengasi pidiera “al diablo” que le ayudara a parar una masacre anunciada– advirtieron a los rebeldes desde el primer día de que no presentaran en aquella ocasión a ese “diablo” como un “ángel” y no alimentaran ilusiones respecto a los motivos reales de las potencias occidentales. Estas sospechas tempranas se vieron confirmadas poco después por la evolución de la situación en Libia, hasta el punto de que actualmente cunde la convicción, en círculos árabes antioccidentales, de que la OTAN está prolongando deliberadamente la guerra y con ella la existencia del régimen de Gadafi. Esta idea fue expresada claramente por Munir Shafiq, antiguo dirigente de una corriente maoísta de Al Fatah en la época de Yasir Arafat y coordinador general del Congreso Islámico-Nacionalista (agrupación de varios partidos y personalidades, incluidas la Hermandad Musulmana, Hamás e Hisbolá), en una columna publicada en Aljazeera.net (4 de julio, en árabe):

“Nadie puede entender por qué los aviones de la OTAN se centran en bombardear posiciones en Trípoli que prácticamente son señuelos, mientras permiten que Misrata y otras ciudades sean bombardeadas desde baterías de misiles, piezas de artillería y vehículos militares. Incluso permiten que columnas de las fuerzas de Gadafi se desplacen a la vista de todos sin atacarlas. ¿Dónde queda la protección de civiles y dónde la ayuda al pueblo a derribar a Gadafi?” “La postura de EE UU y la OTAN es una conspiración flagrante contra la revolución popular en Libia y un intento de mantener a las fuerzas de Gadafi en actividad hasta que consigan controlar al CNT y tal vez también a algunos líderes sobre el terreno. Solo entonces derribarán a Gadafi, mientras conspiran contra el pueblo, la revolución y el futuro de Libia.”
Esta firme sospecha refleja un sentimiento expresado en las mismas filas rebeldes libias, como ilustra la declaración de uno de sus líderes locales al diario beirutí Al-Ajbar (2 de junio): “Según Abu Bakr al Faryani, portavoz del consejo local del municipio de Sirte, que se adhiere al CNT opositor, la propia OTAN avanza lentamente en sus operaciones militares contra las brigadas de Gadafi a fin de mantenerle durante más tiempo en el poder e incrementar de este modo el precio que podrán obligar a la oposición a pagar a las potencias mundiales y las grandes empresas que están detrás.”

Los planes de la OTAN para Libia

No se trata de figuraciones fantasmagóricas, de cierta propensión en Oriente Próximo a la teoría de la conspiración. Esas manifestaciones se corresponden con la situación real sobre el terreno, como el cambio de localización de los ataques de la OTAN en Libia que analizó Tom Dale en la edición digital de The Guardian (4 de julio). Y sobre todo se corresponden con una “conspiración” demasiado real de las potencias de la OTAN con respecto al futuro de Libia. El plan fue revelado por Andrew Mitchell, secretario de Desarrollo Internacional del Reino Unido el pasado 28 de junio: un “documento de estabilización” de 50 páginas elaborado por un “equipo de respuesta de estabilización” internacional dirigido por el Reino Unido (y que incluye a Turquía) dibuja un escenario post-Gadafi desde el supuesto de que el “rey de reyes” dimitirá o será derribado. Esto se debe a que a pesar de los repetidos intentos occidentales de convencer al CNT de que pacte con el propio Gadafi, como se ha filtrado regularmente a la prensa en los últimos meses, el CNT ha dejado claro que el derrocamiento de Gadafi y sus hijos es innegociable para la rebelión libia. Incluso la perspectiva de ofrecer a Gadafi un retiro confortable en Libia, planteada tímida y tentativamente por el CNT bajo presión occidental, se abandonó de inmediato debido al revuelo que causó en las filas rebeldes.
Un protagonista clave de los intentos occidentales de pactar con el círculo íntimo de Gadafi es su hijo, Saif al Islam, el hombre que se compró un título de doctorado (sobre sociedad civil y democratización) de la London School of Economics y se hizo visitar y aconsejar por Richard Perle, Anthony Giddens, Francis Fukuyama, Bernard Lewis, Benjamin Barber y Joseph Nye, entre otros, a fin de “mejorar la imagen de Libia y de Muamar el Gadafi”. Saif explicó al diario argelino Al Jabar (11 de julio, en árabe) que el gobierno francés, a pesar de su posición oficial sobre Libia, estaba negociando con Trípoli:
“Ahora estamos negociando con París, tenemos contactos con Francia. Los franceses nos han dicho que el CNT les obedece; incluso nos han dicho que si llegaban a un acuerdo con nosotros en Trípoli, impondrían un alto el fuego al Consejo. […] Digo que si Francia quiere vender aviones ‘Rafale’, si quiere cerrar contratos en relación con el petróleo, si quiere que vuelvan sus empresas, ha de hablar con el gobierno libio legítimo y con el pueblo libio a través de canales pacíficos y oficiales.”
El “rey de reyes”, por su parte, no se muestra dispuesto a ceder. El 23 de julio reiteró su dura crítica a los pueblos tunecino y egipcio por haber derrocado a sus dictadores. En cualquier caso, el plan de la OTAN preconizado por el Reino Unido se basa en la hipótesis de un “alto el fuego entre el régimen y los rebeldes”, lo que implica que los aparatos y barones del régimen se mantendrán en su lugar. El principal interés que trasluce dicho plan de la OTAN es el deseo de evitar una repetición de la catastrófica gestión llevada a cabo por EE UU de la situación en Irak después de la invasión. Allí, el gobierno de Bush tuvo que elegir entre cooptar el grueso del apartado de Estado baasista o desmantelarlo por completo. Se inclinó por esta última opción, defendida por Ahmed Chalabi y los “neocon” con su descabellado plan de establecer en Irak un Estado minimalista dependiente de EE UU. Así, la nueva “hoja de ruta” libia se inspira en el escenario amparado por la CIA que en su momento se descartó en Irak. Como explicó Mitchell, se basa en “la recomendación de que Libia no siga el ejemplo iraquí de disolver el ejército, que algunos altos funcionarios consideran un error estratégico que dio alas a la insurgencia y favoreció la delicada y volátil situación tras el derrocamiento de Sadam Husein.”
Esta misma preocupación fue transmitida al CNT por el ministro británico de Asuntos Exteriores, William Hague, el día después de visitar Bengasi el pasado 5 de junio. “No a la ‘desbaasificación’, de modo que sin duda (los rebeldes) están aprendiendo de aquello”, declaró Hague. “Ahora tienen que hacerlo saber más efectivamente a fin de convencer a miembros del régimen de que esto es algo que podría funcionar.” El mismo interés determina la actitud de las potencias occidentales ante el levantamiento revolucionario en Siria. Su influencia en Libia, sin embargo, es mucho mayor. La descripción que hizo Mitchell de la “gran aportación” de las potencias de la OTAN y sus aliados a la gestión de la Libia post-Gadafi –a falta de “botas sobre el terreno”– es tan ridícula que cabe preguntarse si no la hizo de broma:
“La UE, la OTAN y las Naciones Unidas se encargarían de las cuestiones de seguridad y justicia; Australia, Turquía y las Naciones Unidas ayudarían en el suministro de servicios básicos; Turquía, los EE UU y las instituciones financieras internacionales dirigirían la economía. Sin embargo –añadió Mitchell– es sumamente importante que el conjunto de este proceso esté en manos de los libios. Lo que se ha hecho es para servir al pueblo libio.”
Este plan A no carece de un plan B, lo que revela la desconfianza de las potencias occidentales en la probabilidad de una “transición ordenada” tras la caída de Gadafi (para retomar la expresión que repitió como un mantra el gobierno de Obama en relación con Egipto). Hablando del plan defendido por el Reino Unido, el Wall Street Journal reveló (el 29 de junio) que funcionarios de la ONU estaban elaborando “planes de contingencia”, que incluían “el despliegue de una fuerza armada multinacional” que “probablemente estaría formada por tropas de países de la región como Turquía, Jordania y tal vez países miembros de la Unión Africana.” Uno de los defensores de dicho despliegue es, como cabía esperar, uno de los dirigentes occidentales más hostil a los rebeldes libios, el general Carter Ham, actual comandante del Mando África de EE UU (AFRICOM). Comparte esta postura con los militares argelinos, a los que visitó a comienzos de junio, advirtiéndoles del riesgo de que las armas que circulan en Libia puedan caer en manos de Al Qaeda. (Otro factor de la actitud hostil de Argelia es probablemente la perspectiva de emancipación de los bereberes en el oeste de Libia.)
El CNT libio se apresuró a obedecer las instrucciones de la OTAN y presentó su propia versión de la hoja de ruta, evidentemente redactada con vistas a satisfacer la obsesión occidental por el “ejemplo iraquí.” Una copia de este plan libio, plasmado en 70 páginas, llegó a manos del Times londinense, que publicó un resumen el 8 de agosto pasado. Contiene cifras detalladas que suenan tan poco plausibles que no cabe más que sospechar que sus autores estaban tratando de contentar a los señores de la OTAN: “Sostiene que 800 agentes de seguridad que están al servicio del gobierno de Gadafi han sido ganados clandestinamente para la causa rebelde y están dispuestos a formar la ‘espina dorsal’ de un nuevo aparato de seguridad… En el documento se afirma que los grupos rebeldes en Trípoli y las zonas adyacentes cuentan con 8.660 seguidores, entre ellos 3.255 miembros del ejército de Gadafi. Se considera muy probable una deserción masiva de oficiales de alto rango, de los que se afirma que un 70 % no apoyan al régimen más que por puro miedo.”

Disensión en las filas de la oposición

El comentario del Times muestra escepticismo sobre la hipótesis del CNT con respecto a la cooptación de sectores del régimen: “Esto seguramente no sólo resultará arriesgado, sino también controvertido, pues muchos combatientes rebeldes están resueltos a eliminar todos los vestigios del régimen.” Como había señalado el Wall Street Journal en su información sobre la hoja de ruta defendida por el Reino Unido: “Muchas brigadas rebeldes se han convertido en milicias, algunas de las cuales se niegan a obedecer las órdenes o a colaborar con aquellos que ocupaban cargos militares o de seguridad en el régimen del coronel Gadafi y posteriormente cambiaron de bando para unirse a la rebelión que estalló en febrero. Algunos líderes rebeldes influyentes han llamado a purgar a los leales al régimen de las futuras fuerzas de seguridad y a dar prioridad a quienes hayan luchado contra Gadafi.”
La firme decisión de los rebeldes de purgar a quienes hubieran optado por defender a Gadafi contra la insurrección es, de hecho, la clave para entender el comportamiento paradójico de la OTAN que se ha descrito más arriba. Las potencias de la OTAN no quieren que los rebeldes liberen Trípoli con sus propios medios, como declaró sin rodeos el Economist de Londres (16 de junio): “Los gobiernos occidentales tienen la esperanza de que los rebeldes no conquisten Trípoli al cabo de un lento avance desde el este, con el riesgo que ello implicaría de que dieran su merecido a los leales a Gadafi que se encontraran por el camino. Prefieren que el régimen implosione desde dentro y que el pueblo de Trípoli se alce para deponer al coronel, una eventualidad que en círculos gubernamentales occidentales se considera cercana.”
Tom Dale ha comentado esta preferencia de la OTAN por una “implosión desde dentro”: “¿Por qué iban a preferir las potencias occidentales un golpe por parte del círculo íntimo de Gadafi a la victoria del ejército rebelde? El golpe palaciego comportaría un acuerdo negociado entre los elementos del antiguo régimen que todavía sostienen a Gadafi y la dirección rebelde, que a su vez también abarca a muchas antiguas personalidades del régimen. Los gobiernos occidentales quieren estabilidad e influencia, y para ellos las figuras del antiguo régimen, sin contar a la familia Gadafi, son la mejor garantía en este sentido.”
Conviene matizar esta última afirmación. Tomemos el ejemplo del general de división Abdul Fatah Yunis, una de las figuras clave del régimen de Gadafi que se pasó al bando rebelde pocos días después de que comenzara la revuelta. Jefe militar de la rebelión libia hasta que fue asesinado recientemente, había criticado abiertamente la acción de la OTAN y mantenía una relación muy conflictiva con el hombre de la CIA, el coronel Jalifa Haftar (a veces su apellido se escribe Hifter), quien después de vivir en el exilio durante casi un cuarto de siglo, sobre todo en EE UU y cobrando de la CIA, volvió a Libia y fue nombrado por el CNT para un alto cargo militar bajo la presión de Washington. Esta hombre era detestado por muchos miembros de la oposición libia, como explicó el periodista Shashank Bengali en Real News Network (14 de abril): “Aquí hay cierta preocupación por el hecho de que la larga estancia de Hifter en EE UU y sus supuestos lazos con la CIA y otros altos cargos de EE UU hacen de él una figura controvertida entre los libios, que sienten realmente que este levantamiento tiene carácter autóctono. Desean recibir apoyo exterior en forma de armas y reconocimiento del gobierno de oposición libio y no desean que la rebelión pase a estar controlada por alguna fuerza extranjera como la CIA.”
La hostilidad entre Yunis y Haftar ha llevado a algunos a sospechar que el asesinato del primero ha sido organizado por CIA a fin de allanar el camino al segundo. Sin embargo, Yunis no ha sido sustituido por Haftar, sino por otro desertor temprano del régimen de Gadafi, el general Suleiman Mahmud, comandante de la provincia oriental afincado en Tobruk hasta su deserción. De hecho, las condiciones no parecen favorables a los hombres que mantienen los lazos más fuertes con el extranjero, como indican ciertos comentarios publicados en el New York Times sobre la disolución del gabinete provisional por parte del CNT en la víspera del asesinato de Yunis:
“La remodelación también parecía responder a un esfuerzo por parte de ciertos grupos de interés dentro del movimiento rebelde, incluidos dirigentes autóctonos que ayudaron a impulsar la revuelta, por afirmar su poder marginando a dirigentes que habían vuelto de exilio y ocupaban cargos clave. Durante meses había habido quejas de que miembros del gabinete eran desconocidos para la mayoría de los libios, pues habían pasado casi todo el tiempo en el extranjero, sobre todo en Qatar, el país que se ha convertido en el defensor más entusiasta de los rebeldes. […] Un portavoz rebelde ha dicho que van a exigir a [Mahmud] Jibril [el economista neoliberal nombrado por el CNT para dirigir su gabinete, después de haber dirigido las reformas neoliberales del régimen de Gadafi desde 2007 hasta el levantamiento], a quien apenas han visto en Bengasi, que pase más tiempo en Libia.”
Una explicación plausible del asesinato de Abdul Fatah Yunis es la que dio su colaborador Mohamed Agury, quien atribuyó el atentado a miembros de la Brigada de los Mártires del 17 de Febrero. (Según otra fuente, los autores del crimen forman parte de un grupo islámico que se autodenomina Brigada Abu Ubaidah Ibn al Jarrah.) El testimonio de Agury da idea de la compleja y heterogénea composición de las fuerzas rebeldes: “La Brigada de los Mártires del 17 de Febrero es un grupo formado por centenares de civiles que tomaron lar armas para unirse a la revuelta. Sus combatientes participan en las batallas de primera línea contra las fuerzas de Gadafi, pero también actúan como una fuerza de seguridad interna semioficial de la oposición. Algunos de sus dirigentes provienen del Grupo de Combate Islámico de Libia, un grupo radical islámico que ya lanzó una campaña violenta contra el régimen de Gadafi en la década de 1990. […] No se fían de ninguno que haya estado en el régimen de Gadafi, querían venganza,” dijo Agury.
Otro acontecimiento revelador que muestra la heterogeneidad de las filas de la oposición fue la “Conferencia para el Diálogo Nacional” celebrada en Bengasi el 28 de julio. Asistieron 350 participantes, entre ellos miembros de la citada Brigada de los Mártires del 17 de febrero y exmiembros de la rama libia de la Hermandad Musulmana, mientras que la Hermandad misma negó cualquier relación con la conferencia. Los asistentes insistieron en la unidad de Libia, su carácter islámico y la necesidad de un diálogo nacional amplio, mientras Al Amin Belhaj, miembro del CNT, declaró que a pesar de que Gadafi y sus hijos no podían permanecer en el poder, sí podían quedarse en Libia bajo protección oficial. Por lo visto, algunos de los participantes tenían contactos con Saif al Islam Gadafi, un dato que encaja bien con las recientes declaraciones de éste al New York Times: “He liberado [a islamistas libios] de la cárcel, les conozco personalmente, son mis amigos”, dijo, aunque añadió que la liberación fue “un error” debido a su papel en la revuelta.
Fuera del hotel en que se celebraba la conferencia hubo una manifestación. El reportaje de Aljazeera.net muestra a un hombre joven que sostiene un cartel que dice, en nombre de la Juventud de la Revolución del 17 de Febrero: “La Conferencia Nacional sólo se representa a sí misma”. Los manifestantes expresaron su rechazo de cualquier diálogo con Saif al Islam y sus colaboradores. Acusaban a los organizadores de la conferencia de utilizar milicias para tomar el poder antes de que se completara la liberación de Libia. Naima Dyibril, abogada y miembro del “Comité de apoyo a la participación de las mujeres en la toma de decisiones”, de Bengasi, se quejó en la página web por la exclusión de las mujeres de la conferencia. Otros detalles del plan del CNT, según el Wall Street Journal (12 de agosto), muestran un reconocimiento tranquilizador de la complejidad de la situación libia y la voluntad de abordarla de una manera democrática: “El plan reconoce que la dirección en Bengasi todavía carece del apoyo oficial de las regiones que todavía se hallan bajo control del coronel Gadafi, abriendo un proceso para cubrir 25 puestos vacantes que deberán representar a esas zonas en un órgano que cuenta con 65 escaños. Según el plan, los miembros actuales del Consejo no podrán presentarse a las dos primeras convocatorias de elecciones nacionales, ni aceptar cargos políticos en los gobiernos que salgan de ellas. [...] De acuerdo con el documento, un Consejo Nacional de Transición ampliado –en el que haya representantes de las zonas bajo control de Gadafi– gobernará durante ocho meses a partir de la caída de Gadafi, periodo en el que se celebrarían elecciones para una comisión constitucional y un congreso nacional transitorio de 200 miembros. La representación de cada distrito se concretaría en función del censo de población de 2010. El congreso ejercería el poder durante un periodo transitorio de menos de un año, durante el cual se sometería a votación en referéndum nacional un nuevo proyecto de constitución y sería elegido el nuevo gobierno permanente de Libia de conformidad con lo estipulado en dicha constitución.”
Es de esperar que la realidad se ajuste a las previsiones del plan, pero hay muchos factores que se oponen a la aplicación del mismo, dada la compleja maraña de fuerzas tribales, étnicas y políticas que constituyen la sociedad libia, que apenas está saliendo de más de cuatro décadas de uno de los regímenes dictatoriales más desquiciados de la historia moderna. La constitución provisional basada en el plan arriba descrito ya es objeto de contestación en Bengasi, y se acusa al CNT de estar actuando a puerta cerrada. La diferencia fundamental entre el revuelo político en Libia y la situación en Egipto es que en el primer país la oposición y el régimen están separados territorialmente, y que la familia gobernante ha sido derribada en El Cairo, pero todavía no en Trípoli.
Al igual que en Egipto, la batalla política se libra entre diversos grupos de la oposición, algunos de los cuales, especialmente entre las fuerzas islámicas, están dispuestos a contemporizar con instituciones del régimen, mientras que otros, sobre todo entre la juventud, rechazan esta perspectiva y aspiran a una transformación radical de su país. Otra diferencia importante es la ausencia en Libia del papel del movimiento obrero, que es muy importante en el proceso egipcio. (Aunque Kamal Abu Aita, el presidente de la nueva Federación Egipcia de Sindicatos Independientes, me ha informado de que recientemente se ha creado una federación sindical similar en Bengasi.) La situación en Libia –como en Túnez y Egipto y todos los demás países de Oriente Medio en que se desarrolla el actual proceso revolucionario– se halla al comienzo de un periodo prolongado de evolución tumultuosa. Este es el destino habitual de los levantamientos revolucionarios. Las potencias occidentales tendrán muchas dificultades para controlar el proceso. Carecen de tropas sobre el terreno, aunque tampoco eso les serviría de mucho, vista su incapacidad para controlar la situación en países donde sí han desplegado fuerzas armadas, como Irak y Afganistán. El proceso de liberación y autodeterminación de los pueblos es intrincado y puede atravesar fases inquietantes, pero sin este proceso y la disposición a pagar el coste que conlleva, que puede llegar a ser muy importante, el mundo entero seguiría viviendo bajo regímenes absolutistas.

Publicado en Jadaliyya http://www.jadaliyya.com/

Traducción: VIENTO SUR a partir de la versión en inglés del autor.

Bienvenidos a la "democracia" en Libia

Pepe Escobar
Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El Gran Gadafi apenas ha abandonado el edificio –el complejo Bab-al-Aziziyah– y los buitres occidentales ya rondan en lo alto; ha comenzado la rebatiña por apoderarse del “gran premio” – la riqueza libia de petróleo y gas. [1]

Libia es un peón en un tablero de ajedrez ideológico, geopolítico, geo-económico y geoestratégico serio en la misma medida en que una obra de teatro de moralidad pedestre es como un reality show televisivo; los “rebeldes” idealistas ganan contra el Enemigo Público Número Uno. Otrora el enemigo público fue Sadam Hussein, luego fue Osama bin Laden, ahora es Muamar Gadafi, mañana será el presidente Bashar al-Asad en Siria, algún día será el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad. El enemigo no será nunca la ultra-reaccionaria Casa de Saud.

Cómo ganó la guerra la OTAN.

A pesar de la espectacular reaparición del hijo de Gadafi, Saif al-Gadafi, virtualmente la OTAN ganado la guerra civil libia (o “actividad militar cinética”, según la Casa Blanca). Las masas del “pueblo libio” fueron espectadoras en el mejor de los casos, o actores secundarios en forma de unos pocos miles de “rebeldes” con kalashnikovs.
El actor principal fue R2P (“responsabilidad de proteger”). Desde el principio R2P, dotada de personal por Francia y Gran Bretaña y respaldada por EE.UU., se convirtió en el cambio de régimen como por arte de magia. Eso llevó a que las estrellas no debidamente reconocidas en esta producción hayan sido “asesores” occidentales y árabes monárquicos, como cuando se habla de “contratistas” o “mercenarios”.
La OTAN comenzó a ganar la guerra al lanzar la Operación Sirena en Iftar –la ruptura del ayuno de Ramadán– el sábado pasado por la noche, tiempo de Libia. “Sirena” fue el nombre de código de una invasión de Trípoli. Fue la última –y desesperada– estratagema de la OTAN, porque los caóticos “rebeldes” no habían llegado a ninguna parte después de cinco meses de combate contra las fuerzas de Gadafi.
Hasta entonces, el plan A de la OTAN era intentar matar a Gadafi. Lo que los porristas de R2P –de izquierdas y derecha– habían bautizado de “permanente desgaste por la OTAN” terminó por ser una plegaria por tres resultados: Gadafi muerto, Gadafi se rinde, Gadafi huye.
No significa que nada de esto haya impedido que las bombas de la OTAN cayeran sobre casas privadas, universidades, hospitales o incluso cerca del Ministerio de Exteriores. Todo –y todos– eran objetivos.
“Sirena” incluía un pintoresco reparto de “rebeldes de la OTAN”, fanáticos islamistas, crédulos periodistas empotrados, turbas amigas de la televisión y jóvenes de Cirenaica manipulados por oportunistas desertores del régimen de Gadafi a la espera de generosos cheques de los gigantes petroleros Total y BP.
Con “Sirena”, apareció la OTAN a tiro limpio (literalmente). Helicópteros artillados Apache disparando ininterrumpidamente y cazabombarderos atacando todo. La OTAN supervisó el desembarco de cientos de soldados de Misrata en la costa este de Trípoli, mientras un barco de guerra de la OTAN distribuía armamento pesado.
Solo el domingo pueden haber muerto 1.300 civiles en Trípoli y por lo menos 5.000 heridos. El Ministerio de Salud anunció que los hospitales están desbordados. Todo el que seguía creyendo que los implacables bombardeos de la OTAN tenían algo que ver con R2P y la Resolución 1973 de las Naciones Unidas está viviendo en una unidad de cuidados intensivos.
La OTAN precedió a la “Sirena” con masivos bombardeos de Zawiya –la crucial ciudad refinadora de petróleo a 50 kilómetros al oeste de Trípoli-. Eso cortó los suministros de petróleo de Trípoli. Según la propia OTAN, por lo menos la mitad de las fuerzas armadas de Libia resultaron “degradadas” –jerga del Pentágono para muertas o gravemente heridas. Eso significa decenas de miles de muertos. Eso también explica la misteriosa desaparición de los 65.000 soldados a cargo de la defensa de Trípoli. Y también explica en gran parte por qué el régimen de Gadafi, en el poder durante 42 años, se ha derrumbado en unas 24 horas.
El llamado de Sirena de la OTAN –después de 20.000 ataques aéreos, y más de 7.500 ataques contra objetivos terrestres– sólo fue posible gracias a una decisión crucial del gobierno de Barack Obama a principios de julio, posibilitando, como informó The Washington Post, “el hecho de compartir materiales más delicados con la OTAN, incluyendo imágenes e interceptaciones de señales que pueden suministrarse a las fuerzas de operaciones especiales británicas y francesas en el terreno fuera de los pilotos en el aire”.
Esto significa que, sin los conocimientos de poder de fuego sin igual, satélites y drones del Pentágono, la OTAN todavía estaría involucrada en la Operación Cenagal para Siempre –y el gobierno de Obama no podría aprovechar una importante victoria en este drama “cinético”.

¿Quiénes son éstos?

¿Quiénes son éstos que repentinamente estallaron de alegría en las pantallas de las televisiones estadounidenses y europeas? Después de las sonrisas ante las cámaras y los disparos de kalashnikovs hacia el cielo, hay que prepararse para grandes fuegos artificiales fratricidas.
Es seguro que estallarán problemas étnicos y tribales. Muchos de los bereberes de las montañas occidentales, quienes entraron Trípoli desde el sur este último fin de semana son salafistas de la línea dura. Lo mismo en la nebulosa de Hermandad Musulmana/salafistas de Cirenaica, que han sido instruidos por los hombres de la CIA. Aunque estos fundamentalistas “utilizaron” a los europeos y estadounidenses para aproximarse al poder, pueden convertirse en una horrible fuerza de guerrilla si son marginados por los nuevos amos de la OTAN.
La gran “revolución” con base en Bengasi, presentada a Occidente como si fuera un movimiento popular, fue siempre un mito. Solo hace dos meses los “revolucionarios” armados eran apenas 1.000. La solución de la OTAN fue crear un ejército mercenario –incluyendo todo tipo de sujetos repugnantes, desde ex miembros de escuadrones de la muerte colombianos a reclutadores de Qatar y de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) quienes buscaron a numerosos tunecinos desocupados y gente de tribus descontentas con Trípoli. Todos estos, aparte del escuadrón mercenario de la CIA –salafistas de Bengasi y Derna– y el escuadrón de la Casa de Saud –la banda de la Hermandad Musulmana.
Cuesta no recordar la pandilla de la droga de UCK en Kosovo –la guerra que “ganó” la OTAN en los Balcanes. O a los paquistaníes y saudíes, con respaldo de EE.UU., que armaron a los “combatientes de la libertad” de Afganistán en los años ochenta.
Y luego está el sospechoso reparto de personajes del Consejo Nacional de la Transición (TNC, por sus siglas en inglés) basado en Bengasi.
El jefe, Mustafa Abdel-Jalil, ministro de justicia de Gadafi desde 2007 hasta su renuncia el 26 de febrero, estudió la Sharía y derecho civil en la Universidad de Libia. Esto le permitirá habérselas retóricamente con los fundamentalistas islámicos en Bengasi, al-Baida y Delna pero podría utilizar sus conocimientos para defender sus intereses en un nuevo arreglo para compartir el poder.
En cuanto a Mahmud Jibril, presidente del consejo ejecutivo del TNC, estudió en la Universidad de El Cairo y luego en la Universidad de Pittsburgh. Es la conexión qatarí clave, al haber estado involucrado en la administración de activos para Sheikha Mozah, la esposa ultra influyente del emir de Qatar.
También está el hijo del último monarca de Libia, el rey Idris, depuesto por Gadafi hace 42 años (sin derramamiento de sangre); a la Casa de Saud le encantaría una nueva monarquía en el Norte de África. Y el hijo de Omar Mukhtar, el héroe de la resistencia contra el colonialismo italiano, un personaje más laico.

¿El nuevo Iraq?

Sin embargo, creer que la OTAN ganaría la guerra y dejaría que los “rebeldes” controlen el poder es un chiste. Reuters ya ha informado de que una “fuerza de transición” de unos 1.000 soldados de Qatar, los Emiratos y Jordania llegará a Trípoli para actuar como policía. Y el Pentágono ya está propagando que los militares de EE.UU. estarán en el terreno para “ayudar a proteger las armas”. Un toque hermoso que ya implica quién estará realmente a cargo: los neocolonialistas “humanitarios” más sus serviles agentes árabes.
Abdel Fatah Younis, el comandante “rebelde” asesinado por los propios rebeldes, era un agente de los servicios de inteligencia franceses. Fue eliminado por la facción de la Hermandad Musulmana, precisamente cuando el Gran Liberador Árabe Sarkozy estaba tratando de negociar una etapa final del juego con Said al-Islam, el hijo de Gadafi de la London School of Economics que ahora volvió de entre los muertos.
Por lo tanto los grandes ganadores son finalmente Londres, Washington, la Casa de Saud y los qataríes (enviaron jets y “asesores”, que ya están manejando las ventas de petróleo). Con una mención especial al complejo Pentágono/OTAN – ya que Africom finalmente establecerá su primera base en suelo africano en el Mediterráneo, y que la OTAN está a un paso de declarar que el Mediterráneo es “un lago de la OTAN”.
¿Islamismo? ¿Tribalismo? Podrían ser los males menores de Libia en comparación con una nueva fantasilandia abierta al neoliberalismo. Hay pocas dudas de que los nuevos amos occidentales no tratarán de resucitar una versión más amistosa de la corrupta, rapaz, Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) de Iraq, convirtiendo a Libia en un sueño neoliberal de la línea dura de una propiedad total de los recursos libios, una repatriación total de beneficios, corporaciones occidentales con la misma posición legal que las firmas locales, bancos extranjeros que compran los bancos locales, y muy bajos impuestos a la renta y a las corporaciones.
Mientras tanto, la profunda fractura entre el centro (Trípoli) y la periferia por el control de los recursos energéticos se inflamará. BP, Total, Exxon, todos los gigantes petroleros occidentales serán recompensados con gratitud por el consejo de transición, en detrimento de las compañías chinas, rusas o indias. Las tropas de la OTAN en el terreno ayudarán ciertamente a mantener disciplinado y alineado al Consejo.
Los ejecutivos petroleros estiman que se tardará por lo menos un año hasta que la producción de petróleo vuelva a los niveles anteriores a la guerra civil de 1,6 millones de barriles por día, pero dicen que los beneficios anuales del petróleo podrían proveer a los nuevos gobernantes en Trípoli unos 50.000 millones de dólares al año. La mayoría de los cálculos indican reservas de petróleo de 46.400 millones de barriles, un 3% de las reservas mundiales y con un valor de unos 3,9 billones de dólares al precio actual del petróleo. Las reservas de gas conocidas son de unos 5 billones de pies cúbicos.
Por lo tanto R2P termina ganando. El imperialismo humanitario gana. Las monarquías árabes ganan. La OTAN como gendarme global gana. El Pentágono gana. Pero incluso eso no es suficiente para los habituales sospechosos imperiales, que ya llaman a desplegar una “fuerza de estabilización”. Y todo esto mientras los progresistas perdidos en la trama en una variedad de latitudes siguen saludando la Santa Alianza del neocolonialismo occidental, de las monarquías árabes ultra reaccionarias y de salafistas de la línea dura.
No habrá terminado hasta que cante la gorda señora árabe. En todo caso, hasta la próxima parada: Damasco.

Pepe Escobar es autor de “ Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War ” (Nimble Books, 2007) y “ Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge ”. Su último libro es “ Obama does Globalistan ” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com .

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¿Libia: sangre, sudor y lágrimas?



Atilio A. Boron

Rebelión

La suerte del régimen libio está echada. A estas horas la única cuestión pendiente es el destino de Muammar Gadafi: ¿se rendirá o luchará hasta el fin?, ¿será Allende o Noriega?, ¿vivo o muerto? y, si vivo, ¿qué le espera? El exilio es altamente improbable: no tiene quien lo reciba y, además, su inmensa fortuna, depositada en bancos de Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia está bloqueada. Lo más probable será que siga la suerte de Slobodan Milosevic y termine enfrentando las acusaciones del Tribunal Penal Internacional, que lo acusará de genocida por haber ordenado a sus tropas que disparen contra de su pueblo. Haciendo gala de una obscena doble moral, el TPI va a acoger una petición de un país, Estados Unidos, que no sólo no ha firmado el tratado y que no le reconoce jurisdicción sobre sus nacionales sino que lanzó una pertinaz campaña en contra del mismo obligando más de un centenar de países de la periferia capitalista a renunciar a su derecho a denunciar ante el TPI a ciudadanos estadounidenses responsables de violaciones semejantes -o peores- que las perpetradas por Gadafi. Una infamia más de un supuesto "orden mundial" que se está cayendo en pedazos gracias a los continuos atropellos de las grandes potencias. Y una lección para todos aquellos que confían –como en su momento lo hizo la Argentina de los noventa- en que consintiendo las "relaciones carnales" con el imperialismo se gozaría para siempre de su protección. Craso error, como se comprobó en el derrumbe de la Convertibilidad y como hoy lo experimenta en carne propia Gadafi, atónito ante la ingratitud de aquellos de quienes se había convertido en obediente peón.
Siendo esto así, ¿por qué Obama, Cameron, Sarkozy y Berlusconi le soltaron la mano? En primer lugar, por oportunismo. Esos gobiernos, que se habían alineado incondicionalmente con Mubarak en Egipto durante décadas, cometieron el error de subestimar el fervor insurreccional que conmovía a Egipto. Cuando cambiaron de bando, dejando en la estacada a su gendarme regional, su desprestigio ante la revolución democrática se hizo ostensible e irreparable. En Libia tuvieron la ocasión de reparar ese mal paso, facilitado por la brutal represión que Gadafi descargó en las primeras semanas de la revuelta. Esto ofreció el pretexto que estaban buscando para desencadenar la no menos brutal intervención militar de la OTAN -con su funesta secuela de víctimas civiles producto de los "daños colaterales" de sus “bombas inteligentes”- y, por otro lado, dando pie al inicio de las actuaciones del TPI a cuyo fiscal general ni por asomo se le ocurriría citar al comandante de la OTAN para que rinda cuentas de crímenes tanto o más monstruosos que los perpetrados por el régimen libio.
En una entrevista reciente Samir Amin manifestó que toda la operación montada en contra de Gadafi no tiene que ver con el petróleo porque las potencias imperialistas ya lo tienen en sus manos. Su objetivo es otro, y esta es la segunda razón de la invasión: "establecer el Africom (el Comando Militar de Estados Unidos para África) actualmente con sede en Stuttgart, Alemania, dado que los países africanos, no importa lo que se piense de ellos, se negaron a aceptar su radicación en África". Lo que requiere el imperialismo es establecer una cabeza de playa para lanzar sus operaciones militares en África. Hacerlo desde Alemania aparte de poco práctico es altamente irritante, por no decir ridículo. Ahora tratarán de que el régimen lacayo que se instale en Trípoli acepte la amable “invitación” que seguramente le cursará la OTAN. De todos modos, el operativo no será para nada sencillo, entre otras cosas porque el Consejo Nacional de la Transición (CNT) es un precipitado altamente inestable y heterogéneo de fuerzas sociales y políticas débilmente unidas por la argamasa que sólo le proporciona su visceral rechazo a Gadafi, pese a que no son pocos quienes hasta hacía pocos meses se contaban entre sus más obsecuentes y serviles colaboradores. Hay fundadas sospechas de que el asesinato aún no aclarado del ex jefe militar de los rebeldes, Mohammed Fatah Younis, ex ministro del Interior de Gadafi y ex comandante de las fuerzas especiales libias, fue perpetrado por un sector de los rebeldes en represalia por su actuación en el aplastamiento de una revuelta islamista en la década de los noventa. Otro ejemplo, no menos esclarecedor que el anterior, lo ofrece el propio presidente del CNT. Según Amin, Mustafá Abdel Jalil es “un curioso demócrata: fue el juez que condenó a las enfermeras búlgaras a muerte antes de ser promovido a Ministro de Justicia por Gadafi," cargo en el que se desempeñó desde 2007 hasta 2011. El CNT, en suma, es un bloque reaccionario y oportunista, integrado por islamistas radicales, socialistas ("estilo Zapatero o Tony Blair"), nacionalistas (sin nación, porque Libia no lo es) y, como señala el analista internacional Juan G. Tokatlian, "bandidos, empresarios, guerrilleros y ex militares" por no hablar del faccionalismo tribal y étnico que ha marcado desde siempre la historia de ese territorio sin nación que es Libia. Por eso no existen demasiadas razones para suponer que el CNT inaugurará un período democrático. Sus miembros no tienen mejores credenciales que Gadafi y pesa sobre ellos la irredimible infamia de haber invitado a las potencias imperialistas a bombardear sus ciudades y aldeas para viabilizar su derrocamiento. Por eso, lo más probable es que una vez derrotado el régimen, las sangrientas luchas intestinas y la ingobernabilidad resultante tornen inevitable para las potencias imperialistas entrar en otro pantano, como Irak y Afganistán, para establecer un mínimo de orden que permita organizar su rapiña. Desgraciadamente, lo que espera a Libia no es la democracia sino un turbulento protectorado europeo-estadounidense y, como dijo Winston Churchill de su país en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, sangre, sudor y lágrimas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

martes, 23 de agosto de 2011

Potentados y tiranos


Por Robert Fisk *

Los potentados y tiranos árabes sobrevivientes pasaron otra noche de insomnio. ¿En cuánto tiempo los liberadores de Trípoli se metamorfosearán en los liberadores de Damasco y Alepo y Homs? ¿O de Amman? ¿O de Jerusalén? ¿O de Bahrein o Riad? No es lo mismo, claro.
La primavera-verano-otoño árabe no sólo demostró que las viejas fronteras coloniales permanecen invioladas –espantoso tributo al imperialismo, supongo–, sino también que cada revolución tiene características propias. Ya lo dijo Saif Khadafi al principio de su propia caída: “Libia no es Túnez... será una guerra civil. Habrá baño de sangre en las calles”. Y así fue.
Miremos en la bola de cristal. Libia será una superpotencia de Medio Oriente –a menos que impongamos una ocupación económica como precio del bombardeo liberador de la OTAN– y menos africana, más árabe ahora que la obsesión de Khadafi con Africa central y austral ha desaparecido. Puede que infecte a Argelia y Marruecos con sus libertades. Los Estados del Golfo estarán felices –hasta cierto punto–, pues la mayoría consideraba a Khadafi mentalmente inestable y maligno. Pero destronar tiranos árabes es un juego peligroso cuando gobernantes árabes no electos se unen a él. ¿Quién recuerda ahora la guerra de 1977, cuando Anuar Sadat mandó sus bombarderos a pulverizar las bases aéreas de Khadafi, las mismas que la OTAN ha estado atacando en los meses pasados, luego que Israel advirtió al presidente egipcio que Khadafi planeaba asesinarlo? Sin embargo, la dictadura de Khadafi sobrevivió a Sadat 30 años.
Como todos los demás, Libia sufrió el cáncer del mundo árabe: la corrupción financiera... y moral. ¿Será diferente el porvenir? Hemos pasado demasiado tiempo ensalzando el valor de los combatientes por la libertad de Libia en sus recorridos por el desierto, y demasiado poco examinando la naturaleza de la bestia, el pegajoso Consejo Nacional de Transición (sic), cuyo supuesto líder, Mustafa Abdul Jalil, ha sido incapaz de explicar por qué sus camaradas –y tal vez él mismo– maquinaron el asesinato del comandante de su propio ejército el mes pasado. Ya Occidente ofrece lecciones de democracia a la Nueva Libia, aconsejando con indulgencia a sus líderes no electos cómo evitar el caos que causamos a los iraquíes cuando los liberamos hace ocho años. ¿Quién recibirá los sobornos en el nuevo régimen –democrático o no– cuando esté instalado?
Y así como todos los nuevos regímenes contienen personajes oscuros del pasado –tanto la Alemania de Adenauer como el Irak de Maliki–, Libia tendrá que hacer espacio a las tribus de los Khadafi. Las escenas del lunes en la Plaza Verde fueron dolorosamente similares a la frenética adoración exhibida en ese mismo lugar por Khadafi hace apenas unas semanas. Evoquemos, pues, el día en que un asistente preguntó a De Gaulle si las multitudes que lo aclamaban tras la liberación de Francia, en 1944, eran tan grandes como las que aplaudían a Pétain unas semanas antes. Se dice que De Gaulle respondió: “Ils sont les mêmes”: son las mismas.
No todas. ¿En cuánto tiempo el mundo llamará a la puerta del supuestamente moribundo Abdulbaset al Megrahi, autor del bombazo en Lockerbie –si en realidad él cometió ese crimen–, para descubrir el secreto de su longevidad y de sus actividades encubiertas en el régimen de Khadafi? ¿En cuánto tiempo los liberadores de Trípoli echarán mano a los archivos de los ministerios del Petróleo y de Relaciones Exteriores de Khadafi para averiguar los secretos de los idilios de Blair-Sarkozy-Berlusconi con el autor del Libro Verde? ¿O se les adelantarán los espías británicos o franceses?
¿Y cuánto tiempo pasará, debemos preguntar, antes de que el pueblo europeo exija saber por qué, si la OTAN ha tenido tanto éxito en Libia –como ahora aseguran Cameron y sus amigos–, no se puede usar contra las legiones de Assad en Siria, tomando a Chipre como base de lanzamiento de aviones, y devastar los 8 mil tanques y vehículos blindados que tienen sitiadas las ciudades de ese país? O debemos poner atención en los vecinos: Israel tiene la esperanza secreta (como de modo vergonzante la tuvo con Egipto) de que el dictador sobreviva, se convierta en su amigo y firme un acuerdo de paz definitivo sobre el Golán.
Israel, que ha sido tan sesgado e inmaduro en su respuesta al despertar árabe, tiene mucho que ponderar. ¿Por qué sus gobernantes no expresaron beneplácito con la revolución egipcia, abriendo los brazos a un pueblo que mostró que deseaba esa democracia de la que Tel Aviv tanto alardea, en vez de matar a cinco soldados egipcios en el más reciente tiroteo en Gaza?
Ben Alí y Mubarak se han ido; Saleh está más o menos fuera; Khadafi ha sido derrocado, Assad está en peligro, Abdalá de Jordania aún enfrenta a opositores, la minoritaria monarquía sunnita bahreiní se aferra en forma suicida a la esperanza de gobernar hasta la eternidad. Todos estos son sucesos de enorme importancia histórica a los que los israelíes han respondido con una especie de pasmada y hostil apatía. En el momento en que podría afirmar que sus vecinos árabes sólo buscan las libertades que sus ciudadanos ya poseen –que existe una hermandad democrática capaz de trascender las fronteras–, Israel calla, construye más colonias en tierra árabe y continúa deslegitimándose mientras acusa al mundo de intentar destruirlo.
En una hora tan crítica no es posible olvidar al imperio otomano. En la cúspide de su poder, se podía viajar de Marruecos a Constantinopla sin documentos migratorios. Si hubiera libertad en Siria y Jordania podríamos ir de Argelia a Turquía y de allí a Europa sin necesidad de visa. ¡El imperio otomano renacido! Excepto los árabes, claro: tengan por seguro que ellos sí seguirán necesitando visa.
Aún no llegamos allí. ¿Cuánto tiempo falta para que los chiítas de Bahrein y las desfallecientes masas sauditas, sentados encima de tanta riqueza pregunten por qué no pueden controlar sus propios países y presionen para derrocar a los petimetres que los gobiernan? Con qué semblante sombrío ha de haber escuchado Maher Assad, hermano de Bashar y comandante de la infame Cuarta Brigada siria, la última llamada telefónica de Al Jazeera a Mohammed Khadafi. Nos faltó sabiduría y previsión, lamentó Mohammed ante el mundo antes que el fuego de las armas le cortara la voz. ¡Están en la casa! Y luego: ¡Dios es grande! Y la línea murió.
Todo líder árabe no electo –o cualquier líder musulmán electo vía fraude– habrá reflexionado en esa voz. La sabiduría es sin duda una cualidad muy ausente en Medio Oriente; la previsión, una habilidad que los árabes y Occidente han desdeñado. Oriente y Occidente –si es posible hacer una división tan cruda– han perdido la capacidad de pensar en el porvenir. Las próximas 24 horas es todo lo que les importa. ¿Habrá protestas mañana en Hama? ¿Qué dirá Obama en el horario estelar de televisión? ¿Qué le dirá Cameron al mundo?
Las teorías del efecto dominó son un fraude. La primavera árabe durará años. Más vale que pensemos en ello. No hay un fin de la historia.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.


lunes, 22 de agosto de 2011

La doctrina del shock en la práctica

La conexión entre el robo nocturno en las calles y el robo diario perpetrado por las elites
Naomi Klein

The Nation/Alternet

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Oigo todo el tiempo comparaciones entre los disturbios de Londres y los que suceden en otras ciudades europeas, destrozo de vitrinas en Atenas o incendios de coches en París. Y hay paralelos, sin duda: una chispa provocada por la violencia policial, una generación que se siente olvidada.
Pero esos eventos estuvieron marcados por destrucción masiva; los saqueos fueron menores. Ha habido, sin embargo, otros saqueos masivos en los últimos años, y tal vez deberíamos hablar también de ellos. Fue en Bagdad después de la invasión estadounidense, un frenesí de incendios y de saqueos que vaciaron bibliotecas y museos. Las fábricas también fueron afectadas. En 2004 visité una que fabricaba refrigeradores. Sus trabajadores la despojaron de todo lo que tenía algún valor, luego la incendiaron tan a fondo que el almacén era una escultura de planchas de metal retorcidas.
En esos días la gente en las noticias por cable pensó que los saqueos fueron altamente políticos. Dijo que es lo que pasa cuando un régimen carece de legitimidad a los ojos del pueblo. Después de ver durante tanto tiempo cómo Sadam y sus hijos se servían de todo y de todos a su gusto, muchos iraquíes de a pie pensaron que habían ganado el derecho a apoderarse de unas pocas cosas para sí mismos. Pero Londres no es Bagdad, y el primer ministro británico David Cameron está lejos de ser Sadam, de modo que es seguro que no se puede aprender nada del asunto.
¿Y si consideramos un ejemplo democrático? Argentina, casi en 2001. La economía estaba en caída libre y miles de personas que vivían en vecindarios difíciles (antiguas zonas industriales prósperas antes de la era neoliberal) invadieron supermercados de propiedad extranjera. Salieron empujando carritos de compra abarrotados de bienes que ya no podían permitirse, ropa, electrónica, carne. El gobierno proclamó un “estado de sitio” para restaurar el orden; a la gente no le gustó y derrocó al gobierno.
El saqueo de Argentina fue políticamente significativo porque era la misma palabra utilizada para describir lo que las elites de ese país habían hecho al vender los activos nacionales del país, en tratos de privatización, de una corrupción flagrante, ocultando su dinero en el exterior, pasando luego la cuenta a la gente mediante un brutal paquete de austeridad. Los argentinos comprendieron que el saqueo de los centros comerciales no habría sucedido sin el mayor saqueo del país, y que los verdaderos gángsteres eran los que estaban a cargo.
Pero Inglaterra no es Latinoamérica, y sus disturbios no son políticos, o por lo menos es lo que se nos dice. Solo tienen que ver con muchachos ingobernables que aprovechan una situación para apoderarse de lo que no es suyo. Y la sociedad británica, nos dice Cameron, detesta ese tipo de conducta.
Y lo dice con toda seriedad. Como si los masivos rescates de los bancos no hubieran sucedido jamás, seguidos de las descaradas bonificaciones récord. Seguidos de las reuniones de emergencia del G-8 y del G-20, cuando los dirigentes decidieron, colectivamente, no hacer nada para castigar a los banqueros por parte de todo esto, no hacer nada serio para impedir que una crisis similar vuelva a ocurrir. En lugar de hacerlo, todos volverían a sus respectivos países e impondrían sacrificios a los más vulnerables. Lo harían despidiendo a trabajadores del sector público, convirtiendo a los maestros en chivos expiatorios, cerrando bibliotecas, aumentando el coste de la educación, rechazando los contratos con los sindicatos, creando privatizaciones aceleradas de activos públicos y disminuyendo las pensiones: mezclad el cóctel según vuestro país. ¿Y quién se presenta en la televisión sermoneando sobre la necesidad de renunciar a esos “beneficios”? Los banqueros y los administradores de los fondos de alto riesgo, por supuesto.
Estamos ante un saqueo global, días de gran toma de beneficios. Alimentado por un sentido patológico de los derechos a beneficios, este saqueo se realizó a plena luz del día, como si no hubiera nada que ocultar. Sin embargo, existen algunos molestos temores. A principios de julio, el Wall Street Journal, citando un nuevo sondeo, informó de que un 94% de los millonarios temen la “violencia en las calles”. Resulta que ése era un temor razonable.
Evidentemente, los disturbios de Londres no fueron una protesta política. Pero la gente que comete robos nocturnos está endemoniadamente segura de que sus elites han estado cometiendo robos a plena luz del día. Los saqueos son contagiosos.
Los conservadores tienen razón cuando dicen que los disturbios no tienen que ver con los recortes. Pero tienen mucho que ver con lo que representan esos recortes: que te recorten como si fueras una sobra. Ser excluido en una clase baja en rápido crecimiento, y que los pocos escapes que existían –un empleo sindicalizado, una buena educación asequible– se cierran rápidamente. Los recortes son un mensaje. Dicen a sectores completos de la sociedad: te vas a quedar donde estás, como los migrantes y refugiados que rechazamos en nuestras fronteras cada vez más fortificadas.
La respuesta de David Cameron a los disturbios es hacer que esta exclusión sea literal: desalojos de viviendas sociales, amenazas de cortar los medios de comunicación y condenas indignantes (cinco meses a una mujer por recibir un short robado). Vuelven a enviar el mismo mensaje: desapareced, y hacedlo en silencio.
En la “cumbre de la austeridad” del G-20 del año pasado en Toronto, las protestas se convirtieron en disturbios y se quemaron numerosos coches policiales. No fue nada en comparación con los sucesos de Londres 2011, pero fue chocante para nosotros, los canadienses. La gran controversia entonces fue que el gobierno había gastado 675 millones de dólares en la “seguridad” de la cumbre (pero a pesar de todo parece que no pudieron apagar esos incendios). Entonces, muchos de nosotros subrayamos que el costoso nuevo arsenal adquirido por la policía –cañones lanza-aguas, cañones de sonido, gas lacrimógeno y balas de goma– no se había adquirido solo para reprimir a los manifestantes en las calles. Su uso a largo plazo era: disciplinar a los pobres, los que en la nueva era de austeridad tienen tan poco que perder que se vuelven peligrosos.
Es lo que no comprende David Cameron: no se pueden recortar los presupuestos de la policía al mismo tiempo que se recorta todo lo demás. Porque cuando se roba a la gente lo poco que tiene, a fin de proteger los intereses de los que tienen más de lo que cualquiera merece, hay que contar con que haya resistencia, sean manifestaciones organizadas o saqueos espontáneos.
Y no es política. Es física.

Naomi Klein es una periodista galardonada, columnista publicada en numerosos periódicos y autora del éxito de ventas internacional del New York Times, La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre (septiembre de 2007); y de un éxito de ventas internacional anterior: No logo: El poder de las marcas; y de la colección: Vallas y Ventanas: Despachos desde las trincheras del debate sobre la globalización (2002). Lea más en Naomiklein.org. La puede seguir en Twitter: @naomiaklein

© 2011 The Nation All rights reserved.

Fuente:  http://www.alternet.org/story/152064/
rCR

La OTAN intensifica sus ataques sobre Trípoli para facilitar el avance rebelde


Gara

Los rebeldes libios, algunos llevados por mar desde Misrata, consiguieron ayer, con la inestimable colaboración de la OTAN, entrar en Trípoli, donde mantenían duros combates con las tropas leales a Muamar al-Gadafi. A última hora, los insurgentes decían controlar el 50% de la capital mientras sus columnas llegaban a las afueras de la capital y los países occidentales volvían a instar al líder libio a dejar el poder lo antes posible.
El Consejo Nacional de Transición(CNT) de Bengasi insistió ayer en que el fin del régimen está «muy cerca» y a OTAN aseguró que el régimen «se está desmoronando» y no resistiría más que «unas horas» hasta perder por completo el control sobre Trípoli.
Las tropas rebeldes habían iniciado de madrugada «la operación para la liberación de Trípoli». Durante todo el día, según la cadena qatarí Al-Jazeera, violentos enfrentamientos se sucedieron en el centro la capital entre rebeldes y las fuerzas leales al líder libio. Según esta fuente, los barrios de las afueras habían sido «liberados» y las tropas gadafistas se retiraron hacia Bab el Aziziya, el palacio-cuartel del coronel.
Según Reuters, los rebeldes libios aceleraron su entrada en la capital para ayudar a los combatientes que durante la madrugada se levantaron para declararLe la última batalla a Al-Gadafi. En una revuelta coordinada planificada en secreto durante meses, el sábado por la noche se entablaron tiroteos en distintos puntos de la ciudad después de que los clérigos, utilizando sus altavoces en minaretes, llamaran al «iftar», momento en que se rompe el ayuno diario en Ramadán.
El rápido avance insurgente sobre la capital fue propiciado por la intensificación de los bombardeos de la OTAN sobre la ciudad.
El propio responsable de la seguridad de CNT, Fathi Baja, reconoció que los aviones de combate de la Alianza permitieron el avance de dos unidades de fuerzas especiales insurgentes hasta el corazón de la ciudad, donde se infiltraron en el marco de una operación diseñada con mucha antelación con el objetivo de lograr el control de hoteles, aeropuertos civiles y militares, las oficinas del primer ministro y los alrededores de Ban el Aziziya.
Según Baja, la primera fase de la operación había sido un éxito y los rebeldes controlaban la base aérea de Matica y los barrios periféricos de la ciudad.

«No es sencillo»

Pero aunque los combates fueron intensos, no fueron decisivos. El propio Baja admitió que «no es sencillo controlar una ciudad de más de dos millones de habitantes en horas, pero estamos en Trípoli y nuestros planes funcionan como estaba previsto».
Al-Jazeera informó de que un grupo de 200 rebeldes llegó por mar desde Misrata y de que la OTAN bombardeó ayer el cuartel general de Bab al Aziziya y el aeropuerto de Matica, donde fue detenido el coronel Al-Jituni, considerado uno de los principales cargos militares vinculados al líder libio, junto a ocho de sus colaboradores.
Ante el recrudecimiento de los combates, Muamar al-Gadafi se dirigió por segunda vez en 24 horas a su país, en un discurso sin imágenes, para instar a todos los libios a que «se unan a la batalla para impedir que el enemigo se haga con Trípoli».
El líder libio ordenó que se abran los depósitos de armas y arsenales de Trípoli a los ciudadanos para que defiendan la capital, y llamó a «hombre y mujeres, a los comités revolucionarios a salir a la batalla de Tayura», barrio oriental que ya había caído en manos rebeldes.
Al-Gadafi aseguró que no se rendirá nunca y se quedará en Trípoli «hasta el final», y acusó al presidente francés, Nicolas Sarkozy, que lidera la guerra, de haber promovido los bombardeos de la OTAN para «adueñarse del petróleo libio».
En la misma línea de resistencia, el portavoz del Gobierno libio, Mussa Ibrahim, subrayó que miles de combatientes y voluntarios está dispuestos a defender la capital, aunque al mismo tiempo volvió a pedir a la rebelión que acepte negociar.
A través de Al-Jazeera, Ibrahim acusó a la Alianza Atlántica de «causar el caos con sus bombardeos» y señaló a Barack Obama, David Cameron y Sarkozy como los «responsables morales de cualquier muerte innecesaria». Asimismo, alertó a la comunidad internacional sobre la posible «venganza» de los rebeldes, a los que acusó de no tener proyecto político y de cometer «ejecuciones, robos, quema de casas, violaciones y torturas».
Los combates en el centro de Trípoli junto a los avances rebeldes en el exterior parecían indicar que la guerra se encuentra en su fase decisiva. Pero la caída de Al-Gadafi no es segura, pues sus fuerzas de seguridad no se habían replegado y la ciudad es mayor que cualquier de los escenario de batalla en los que hasta ahora han luchado los insurgentes. En cualquier caso, habrá que ver si la oposición es capaz de restablecer la estabilidad en el país petrolero, a la vista de su división.



CHILE HOY: LA MECHA DE LA HISTORIA

Claudia Rafael

“Son aves que no se asustan

de animal ni policía,

y no le asustan las balas

ni el ladrar de la jauría.

Caramba y zamba la cosa,

¡que viva la astronomía!”

(Violeta Parra)







Los jóvenes en las calles sacuden al mundo. Inquietan. Conmueven. Llenan de interrogantes. Despiertan miedos al tiempo que van tajeando con libertades nacientes las grietas del sistema. Destrozan certezas con su paso danzante mientras rappean no tengo mucha plata pero tengo cobre aquí se baila como bailan los pobres. Echan luz con el desparpajo de los años sobre el camino calcificado por adultos que tejieron un mundo que desprecian.
Hoy es Chile como ayer y mañana Francia, Túnez, Inglaterra, Libia, Egipto o Puerto Rico. La vida es hoy. El futuro llegó a mí. Es subirse al puente de la insurrección o quedarse a esperar que la vida transcurra.
Chile sigue ofreciéndose –en tiempos de promesas electorales- como el lugar paradisíaco de destino. El espejo en el que quieren que nos reflejemos como utopía trasandina. Las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial sitúan el crecimiento económico de Chile próximo al 6%. E indican además que “el país seguirá a la cabeza en PIB (Producto Bruto Interno) en Sudamérica hasta al menos 2014. Su posicionamiento se mantendría hasta 2014, cuando su PIB per cápita alcanzaría a US$ 18.659”.
Andrés Zahler Torres, investigador y profesor del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Diego Portales, de Santiago publicó en la web del Centro de Investigación e Información Periodística (Ciper) que “el 10% de los chilenos tiene ingresos promedio que superan los de Noruega, mientras que los ingresos del 10% más pobre son similares a los de los habitantes Costa de Marfil. La gran mayoría tiene, en promedio, menos ingresos que los angoleños. Pese a que el PIB de Chile superó los 200.000 millones de dólares el año pasado, los niveles de desigualdad demuestran que no basta con el crecimiento para alcanzar el desarrollo”.
En detalle plantea: “El 10% más rico de los chilenos vive de hecho como en un país muy rico. El ingreso promedio de este grupo (más de $60.000 dólares per cápita, en términos comparables) es superior al promedio de Estados Unidos, Singapur y Noruega. El segundo grupo vive levemente mejor que Hungría, con ingresos similares a Eslovaquia y Croacia, países de ingreso medio-alto. Este 20% es el Chile que vive bien o muy bien”.
Pero qué pasa con el otro Chile. El de cobre y mineral que suda en las minas y se desangra sin techos ni libros entre las manos. “El tercer 10% de la población vive como el promedio de Argentina y México. El cuarto grupo como Kazajstán. Todavía nos queda el 60% de la población. Allí nos encontramos con ingresos equivalentes al de Perú en el 5º grupo; similar a El Salvador en el 6º grupo; Angola en el grupo 7; Bután y Sri Lanka en el 8º; similar a la República del Congo (9º); y, finalmente, similar a Costa de Marfil en el 10º grupo. En la práctica, el 60 % del país vive con ingresos promedio peores que Angola”.
Que los jóvenes estudiantes salgan a las calles y arremetan con su rebeldía descarnada, que griten que quieren hoy su porción de futuro y no en un mañana inasible y lejano, nació de semillas que fueron asomando desde las entrañas de la tierra.
“Le digo a los magallánicos que no hay nada que temer, porque hay buenas razones para que el precio del gas, que es un elemento tan vital en una región que tiene tantas dificultades y frío, se mantenga en condiciones más favorables para la gente de Magallanes que para el resto del país”. Así les había hablado a fines de 2010 Sebastián Piñera a los pobladores que en 2009 le habían entregado el 55 % de sus votos.
Tres meses más tarde les anunció que las tarifas para la distribución del hidrocarburo aumentarían en un 16.8 %. Apenas unas horas bastaron para que los magallánicos llenaran los caminos de rebelión y de rabia.
En mayo los chilenos salieron a las calles a rechazar la construcción de HidroAysén: cinco centrales hidroeléctricas en el sur de Chile con impacto directo en la naturaleza y en las comunidades.
Hoy son los jóvenes los que toman los espacios públicos dispuestos a redoblar la apuesta. Sus voces se adueñan de veredas y calles con su utopía de humanidad: educación gratuita, re-nacionalización del cobre y la caducidad de la constitución que Pinochet perpetró en 1980.
Carabineros pertrechados para la guerra, gases lacrimógenos, tanquetas de batalla militar, 10, 36, 150, 500, 800 jóvenes engullidos como trofeos.
Lluvia de represión que ellos responden con pancartas que claman “agitá tus alas y habrás ganado el derecho a volar. No es sólo elevarte al cielo sino también traer el cielo a tu interior”. Interpelan. Cuestionan. Exigen.
A miles de kilómetros de distancia, meses atrás los jóvenes franceses habían gritado a su vez “no queremos que nuestros padres se mueran trabajando, y nosotros no nos queremos secar bajo el sol buscando casa y trabajo”.
Derriban certezas al sistema. “Estamos hartos del cinismo, de la arrogancia del gobierno, de las injusticias permanentes, de ver cómo hacia arriba se viola la ley y hacia abajo nos ponen presos por cualquier insignificancia”, decían.
40.000 estudiantes y docentes ingleses a fines de 2010 rugían “¡Impuestos a los ricos, no a los estudiantes! ¡La educación es un derecho! ¡Que la crisis la paguen los capitalistas no los estudiantes! ¡Universidad para todos! ¡Educación gratuita, ya!”.

Indignados. Rebeldes. Utópicos. Destructores de un presente de inequidades. “Nos habéis quitado demasiado, ahora lo queremos todo”, vociferaron los jóvenes italianos ante los aumentos a las cuotas educativas.
La prosperidad capitalista deja demasiados heridos. Cicatrices que no cierran. Lujos que tienen contracaras de violencia. Una violencia que desnuda hambrientos, desposeídos, saqueados.
Jóvenes aquí y allá lanzan su insurrección al viento. Se alzan, ganados por la desilusión y el hastío de un mundo que no eligieron. Que sienten que no les pertenece. Que es necesario destruir y sabotear para empezar de nuevo.
Desprecian un sistema vetusto y excluyente. No quieren etiquetas. Desean sacudirse las telarañas que la historia les asestó, que sedujo a otros jóvenes como ellos para prometerles paraísos vacíos.
Ellos nacieron a la vida en un país que despreció la vida con cementos y estadios opresores. Bebieron de esa miel amarga de un sistema que no lanzó por ellos cohetes y serpentinas. Deglutieron los venenos de la inequidad.
Y hoy asoman sus cuerpos con la certeza de que cada corazón es una célula revolucionaria. Que hay que sacudir el sopor del aplastamiento. Y con la convicción de que apenas son la mecha que –el tiempo lo dirá- podrá encender la historia.

Extraído de ATTAC 615.

domingo, 21 de agosto de 2011

Acerca de Londres, la sociedad británica, Irak, Afganistán y Malvinas.

La reina está desnuda


Por Santiago O’Donnell
No estuvimos ahí pero nos podemos imaginar porque somos argentinos. Un negro laburante llamado Mark Duggan baleado por la policía. La furia, partes de Londres, Manchester, Birmingham y otras ciudades inglesas en llamas. Cuatro días de saqueos a toda marcha, con la policía a reglamento y los políticos de vacaciones. Lo mismo que ya conocemos, pero con un toque inglés. Blackberries por celulares a tarjeta y en vez de vaciar un Coto te saquean una Reeves, mueblería que viene de los tiempos de la reina Victoria. Y no son los marginales como dicen los mano dura de la prensa internacional, son muchos más los que sienten que se están quedando afuera, o que simplemente están repodridos. Como Charlie Gilmour, estudiante de Cambridge, hijo del cien veces millonario David, guitarrista de Pink Floyd. Charlie marchó preso en diciembre pasado por tirarle piedras al principe Carlos y a Camila durante una protesta contra el aumento de las matrículas universitarias. O como Chelsea Ives, campeona de 400 metros llanos, modelo, embajadora olímpica de Gran Bretaña. La denunció su madre, que la vio por televisión tirarle un piedrazo a un patrullero y un ladrillazo a una vitrina de Vodafone. Esa noche, antes de caer presa, mandó por el feisbú en inglés guarro: “Los cerdos no tendrían que haber matado anoche. Entonces no estarían estallando. Las chicas van a robar. Bieeen! Pero es robar? Lo hacemos porque el dueño no se coje sus jarras de cerveza”. Fue su discurso de despedida. El comité olímpico anunció el martes pasado que Chelsea había cesado en sus funciones. O sea, la bronca está bastante extendida.
Metieron presos a dos mil pibes y los está procesando el sistema judicial, que extendió su trabajo al sábado y domingo, por orden de los políticos que volvieron volando de sus vacaciones, incluyendo el primer miniistro conservador David Cameron, que estaba en Córcega. Pero los judiciales no están de ánimo para la patriada, porque este año recibieron un hachazo presupuestario en el orden del 20-30 por ciento, igual que los policías que tardaron tres días en prender sus mangueras y disparar sus balas de plástico para apagar el incendio.
Los jueces reparten penas durísimas. Según el Times de Londres, un estudio demostró que en promedio son el 25 por ciento más pesadas que lo habitual, en línea con el discurso cavernícola de los políticos, que tratan a los pibes como si fueran unos delincuentes que acaban de aterrizar de Marte, como si pensaran que si les dan con un caño los chicos no van a volver a romper todo, y ellos no van a tener que volver a laburar horas extra por el 80 por ciento de lo que ganaban el año pasado. Entonces se descargan con los hoodies, los jóvenes encapuchados.
Los policías tampoco están de humor. Debido al ajuste y la reducción del personal, el despliegue de 16 mil efectivos que fue necesario para calmar la furia se hace insostenible. Después del estallido, Cameron contrató como asesor al coimisario estadounidense que patentó la Tolerancia Cero, William Bratton. Pero como ya sabemos la cosa no se arregla así nomás. En los últimos cinco años murieron 333 personas bajo arresto en Gran Bretaña, sin que ni un solo oficial de la maldita policía haya sido arrestado o investigado. El mes pasado echaron al jefe de Scotland Yard por venderle data a los diarios de Murdoch. La cuenta ya la conocemos: gatillo fácil más corrupción, equivale a estallido.
Encima, los recortes de Cameron no fueron parejos. Los programas sociales y las zonas marginales recibieron la peor parte. Los distritos de Hackney y de Haringey, donde mataron a Duggan, que están entre los más pobres de Londres, sufrieron más recortes que los demás, por encima del diez por ciento, informó la revista Time. “Todos los programas de pasantías en las empresas, programas de inserción laboral, sufrieron recortes del orden del 75 por ciento. Cerraron los clubes de barrio donde los pibes iban a jugar al billar, mirar televisión, recibir entrenamiento para buscar trabajo, y ahora toda esa gente no tiene a dónde ir”, dice Guillermo Makin, analista internacional argentino asociado al Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Cambridge, al teléfono desde Londres.
Déficit, recorte, recesión, más déficit, más recortes, más recesión. Pasó con Thatcher en los ochenta y la gente salió a la calle a romper todo. Ahora lo mismo pero peor, porque el gobierno conservador apuesta a la inversión privada pero los bancos no sueltan un mango por la crisis con las hipotecas. Como si Keynes hubiera nacido en la China. El desempleo va en ascenso y ya roza el ocho por ciento, según el cálculo más conservador. Parece poco, “el perro que aún no ha ladrado” escribe Larry Elliot en The Guardian, pero hay dos millones y medio de británicos sin laburo. El ministro de Economía ya ajustó dos veces para abajo la cifra estimada de crecimiento anual, que ahora quedó por debajo de medio por ciento, en una economía que se contrajo el seis y medio por ciento en el último año y medio, sin contar que ya venían de la recesión del 2008 y 2009.
Pero lo que más molesta, me parece, es la desigualdad. Esto se ve en los ghettos y los castillos cuando viajás en tren desde Londres a la campiña. Según el índice GINI, Gran Bretaña es uno de los países más desiguales del mundo desarrollado, el cinco por ciento de la población acumula el 33 por ciento del ingreso.
Los recortes universitarios que los estudiantes intentaron resistir con violentas protestas este año están destinados a profundizar la brecha. “La enseñanza universitaria gratuita acá era una institución, un derecho adquirido desde la Segunda Guerra Mundial. A lo sumo, los alumnos de mayores ingresos tenían que sacar unos préstamos muy fáciles de pagar, porque recién se les cobraba cuando empezaban a ganar más de 25.000 libras (130.000 pesos) por año. Ahora les cobran nueve mil libras por año (63.000 pesos) por la matrícula y los estudiantes están furiosos”, explica Makin. Los recortes también golpean el área de defensa, otrora orgullo de la corona. El sueño gaullista de Thatcher y Blair de tener peso en el mundo se evaporó. Salieron corriendo de Irak y Afganistán. “Hoy Gran Bretaña no tiene portaaviones, el último fue desguazado hace unos meses. Encargaron dos, pero como no tienen presupuesto, en vez de construirlos en cinco años lo van a hacer en diez. Para entonces es posible que no tengan aviones para los portaaviones, porque los Harriers van a ser piezas de museo”, opina Makin. Shhhh. No digan nada. Ahora sí, el imperio se derrumba.
Vale la pena tomar nota de que el diario conservador Daily Telegraph, lectura de cabecera del establishment militar, publicó el 2 de agosto un artículo advirtiendo con tono alarmista que Argentina estaría construyendo un submarino nuclear. “De ser así, Gran Bretaña enfrentaría una tarea irremontable si la Argentina decidiera invadir las Falklands otra vez”, advierte el articulista.
Pensando en Malvinas, nunca es un buen momento para empezar otra guerra y lejos está uno de sugerir semejante barbaridad, pero no está de más tomar nota de la debilidad de los ingleses para empujarlos a negociar. Algo que el Gobierno viene haciendo, claro, pero por ahí ahora se puede un poco más.


Colapsos


Por Juan Gelman

“Irresponsabilidad. Egoísmo. Actuar como si los actos no tuvieran consecuencias. Hijos sin padres. Escuelas sin disciplina. Recompensas sin esfuerzo. Crimen sin castigo. Derechos sin responsabilidades. Comunidades fuera de control. Algunos de los peores aspectos de la naturaleza humana tolerados, consentidos –a veces hasta incentivados– por un Estado y sus organismos que en parte han perdido literalmente la moral.” El primer ministro británico David Cameron explicó así la violencia desatada en Tottenham, uno de los barrios más pobres de Londres, y en otras ciudades de Inglaterra (www.guardia.co.uk, 15/8/11). Calificó la situación de “colapso moral”.
Olvidó señalar que la desocupación entre los jóvenes londinenses asciende al 23 por ciento y es aún más alta en el interior del país. O que los costos de la educación universitaria la convierten en algo prohibido, salvo para los hijos de familias ricas: 15 mil dólares anuales. Olvidó sobre todo el costo de 30 años de thatcherismo para amplias capas de la sociedad británica, las comunidades devastadas por la desindustrialización cualquiera fuese el color de la autoridad, conservador o laborista. Protestar contra ese estado de cosas es “totalmente inaceptable”, para Theresa May, secretaria del Interior. La violencia de la represión policial y el apuro de la Justicia en aplicar penas desproporcionadas a los manifestantes son, en consecuencia, necesarios.
Es verdad que elementos o bandas cometieron acciones condenables como el incendio de casas y pequeños comercios del vecindario, y el saqueo de supermercados. Para Christian Guy, director del Centro para la Justicia Social (www.centerforsocialjustice.org.uk), los disturbios fueron el producto de una bien coordinada operación de las pandillas de la zona. La BBC de Londres señaló, en cambio, que “en realidad, pocos (de los arrestados) son pandilleros genuinos”. Y “toda clase de personas” –asistentes de la educación, un diseñador gráfico, estudiantes universitarios– fueron detenidas por tomar parte en el pillaje. Paul Lewis, periodista del The Guardian que pasó cinco noches observando la violencia, manifestó que es erróneo el intento de culpar a un grupo: “La única generalización plausible es que, en conjunto, eran jóvenes y pobres” (www.bbc.co.uk, 16/8/11).
Parece clara la intención de disimular las razones de fondo, agravadas por el nuevo plan de austeridad –que The Financial Times calificó de “brutal”–, y el gobierno conservador no encuentra mejor camino que proponer algunos cambios sociales de corto alcance y, sobre todo, revigorizar la represión. “La policía tendrá más poderes”, insistió la secretaria May. El gabinete de Cameron estudia la posibilidad de imponer toques de queda en zonas específicas y aplicar medidas restrictivas a los menores de 16 años (www.bbc.co.uk, 16-8-11). Ninguna atención presta a lo que el sindicato de trabajadores de los servicios públicos Unisom de Londres considera necesario: “Debemos preguntarnos por qué nuestros jóvenes están tan enojados y cómo podemos unir a nuestra comunidad” (//lambethunison.blogspot.com, 9/8/11).
Abundan las disquisiciones psicologizantes sobre la razón de los saqueos: “La gente sin poder se siente de pronto poderosa y eso intoxica mucho”, dice el profesor John Pitts, un criminólogo que asesora a diversas autoridades londinenses en materia de jóvenes y pandillas (www.bbc.co.uk/news/magazine, 9/8/11). O: “Hay evidencias que sugieren que los líderes de una pandilla padecen tendencias psicopáticas”, anota el Dr. Lance Workman. Es otra forma de demonizar la violencia de jóvenes excluidos de un mañana. Como señala el doctor Raúl Zaffaroni, miembro de la Corte Suprema de Justicia de Argentina y distinguido penalista, el sistema castiga los delitos que provoca (La palabra de los muertos, Ediar, Buenos Aires, 2011).
Cabe preguntarse dónde radica el verdadero “colapso moral” del Reino Unido. “La clase política poco explora su propia responsabilidad en la creación de la marginación social que conduce a la ‘anarquía’ –advierte la investigadora Michelle Chen (www.inthesetimes.com, 10/8/11)–. Se supone que el problema no es el exceso policial, sino su insuficiencia, que no es la falta de oportunidades educacionales o de programas para la juventud en esos barrios, sino los padres que no pueden controlar a sus hijos.”
Es posible, sin embargo, coincidir con el premier David Cameron en que un Estado y sus organismos que han perdido en parte la moral toleran, consienten y aun incentivan algunos de los peores aspectos de la naturaleza humana. Así lo muestran los bombardeos de la R. A. F. contra poblaciones civiles inermes en Irak y Afganistán.
 
Las cárceles británicas sobrepasan el límite de su capacidad


Prensa Latina
La población carcelaria en Reino Unido sobrepasa los límites de su capacidad, tras los disturbios registrados en Inglaterra la pasada semana, informa hoy la Asociación de Gobernadores de Prisiones (PGA, por sus siglas en inglés).

Desde el inicio de esos hechos, ocurridos del 6 al 9 de agosto últimos, la cifra de reos en el país se incrementó en más de 100 por días, sostiene PGA.
Solo en cárceles de Inglaterra y Gales hay un total de 86 mil 608 prisioneros, con un incremento de 677 en los últimos seis días.
Luego de los incidentes violentos registrados en barrios de Londres, Birmingham y Manchester, el primer ministro británico, David Cameron, reclamó sentencias severas de los tribunales contra los responsables.
Esas personas reciben penas de prisión hasta un 25 por ciento más duras que en otras circunstancias, denunciaron activistas de derechos humanos.
En una corte londinense dos jóvenes fueron condenados el pasado martes a cuatro años de cárcel por haber incitado través de Internet a participar en hechos violentos que no llegaron a consumarse.
Los activistas consideran desproporcionadas las sanciones dictadas contra Jordan Blackshaw, de 20 años, y Perry Sutcliffe-Keenan, de 22, solo por situar anuncios en Facebook, a pesar de carecer de seguimiento por parte de internautas.
Para el director de la Liga Howard de Reforma Penal, Crook Frances, es importante enfrentar la sobrepoblación en las prisiones con una política preventiva y una reforma penal.
Las revueltas callejeras en Reino Unido se saldaron con cinco muertos y cerca de tres mil detenidos de los cuales más de mil ya pasaron por algún tribunal.
En esa nación europea existen mil 200 prisiones y dos centenares de centros de detención de inmigrantes en situación irregular.

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