sábado, 30 de abril de 2011

Bloody Royal Married !

BBC on line

Una vez China Zorrilla hablaba de lo buenos que son los ingleses porque ella habia perdido un paraguas en Londres y en la ventanilla de objetos perdidos, lo recuperó. A este enamoramiento, Tarragó Ross lo partió de un hachazo al comentar: "Sí, devuelven los paraguas pero te roban las islas".

(extraído de un comentario de lectores del blog Mide/No Mide)

Tiempo de Sabiduría

Los cuervos negros

Ilusiones perdidas


EL MUNDO › OBAMA Y SU POLITICA EXTERIOR EN DEBATE
Ilusiones perdidas

La American University organizó en Washington la mayor conferencia sobre derechos humanos, para evaluar en veinte paneles el impacto de la política del gobierno de Obama. Junto con líderes de las principales organizaciones de derechos humanos de todo el mundo, funcionarios de ese gobierno y miembros actuales y pasados de los organismos especializados de la OEA y de las Naciones Unidas, participaron líderes de ONG de todo el mundo. Horacio Verbitsky expuso el jueves la posición del CELS.



Por Horacio Verbitsky

Lo primero que debo decir es que Obama tuvo y tendrá una gran ventaja, por el solo hecho de ser el presidente que sucedió a George W. Bush. Pero su oferta electoral iba mucho más allá de no ser un violador sistemático y manifiesto de los derechos humanos. Como organización de Sud América identificamos varios puntos de preocupación en sus políticas de derechos humanos. Por supuesto, tenemos conciencia de las disputas partidarias y de las presiones de los grupos más conservadores de ambos partidos, pero aun así la responsabilidad del Poder Ejecutivo es central. Por desgracia el balance tiene pocos aspectos positivos y son sobre todo simbólicos. Obama se alejó de la retórica belicista de Bush y eso le bastó para obtener el premio Nobel de la paz. Pero la verdad es que en los hechos pisoteó las esperanzas que había suscitado en la comunidad de derechos humanos.

La prisión de la Bahía de Guantánamo es un impresionante ejemplo de sus promesas electorales incumplidas. Se esperaba que con el cierre de esa cárcel Estados Unidos cumpliera con los requisitos del sistema legal internacional, pero la falta de decisión contra las violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos perpetúa el excepcionalismo del período Bush, que coloca a este país por encima del derecho internacional de los derechos humanos, lo cual es de una enorme arrogancia.

En febrero de 2006 el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la tortura, el Relator Especial sobre la libertad religiosa y el presidente del Grupo de Trabajo sobre detenciones arbitrarias informó a la Asamblea General que en Guantánamo se violaba el derecho a un juicio justo y se empleaban métodos de interrogatorio prohibidos por la Convención contra la Tortura y otros tratos crueles y degradantes. También concluyeron que las condiciones de detención, la alimentación forzosa de las personas en huelga de hambre, el tiempo indeterminado de detención y el extenso confinamiento solitario violaban el derecho a la salud y a ser tratado con dignidad. La semana pasada se confirmó que no menos de 150 personas inocentes estuvieron confinadas allí durante años, incluyendo choferes, agricultores, pastores y cocineros, por errores de identificación o por haber estado en mal momento en un lugar inconveniente.

Un par de miembros de la ONG Médicos por los Derechos Humanos pudieron leer las hojas clínicas de muchos presos en Guantánamo. Encontraron huesos rotos por palizas brutales, ataques sexuales, aplicación del submarino y simulacros de fusilamiento, métodos prohibidos por las convenciones internacionales y por normas éticas universales.
Analogías perturbadoras

Creemos que la política de Obama debería incluir un apoyo activo a los procesos judiciales que se realizan en la región por los crímenes de las dictaduras. El gobierno de los Estados Unidos debería adoptar también mecanismos de responsabilidad para juzgar los más graves crímenes internacionales cometidos en la denominada guerra contra el terrorismo, que tiene perturbadoras analogías con las prácticas autoritarias de las dictaduras latinoamericanas del pasado.

Las detenciones sin juicio y la entrega de prisioneros a países en los que la tortura es común, para sacarlos de la jurisdicción estadounidense y privarlos de su sistema de protección de garantías, contradice el principio de no devolución establecido por la Convención contra la Tortura. Esta práctica frecuente es emblemática de una regresión peligrosa respecto de las normas de derechos humanos fijadas por la comunidad internacional cuando se conocieron los horrores cometidos durante la Segunda Guerra Mundial.

La relación de Estados Unidos con América Latina es dirigida por el Pentágono, que dispone de más presupuesto y personal que las secretarías del Tesoro, de Agricultura, de Comercio y de Estado juntas. Cada año, durante las audiencias legislativas, el jefe del Comando Sur explica esta relación en términos de seguridad nacional, un concepto tan vasto como impreciso que incluye casi cualquier cosa imaginable, incluso las opciones electorales de nuestros países, que suelen ser descalificados como populistas. La presencia estadounidense en la región sigue siendo demasiado militarizada. El gobierno de Obama no revirtió el alistamiento de la 4ª Flota Naval dispuesto en 2008. Por el contrario, avanzó más allá por este camino equivocado cuando impulsó a Colombia a confrontar con el resto de la región por la cesión de bases militares a los Estados Unidos. El Comando Sur planeaba usarlas como herramienta para controlar a otros países de Latinoamérica, que naturalmente se opusieron. Según fuentes ecuatorianas, la inteligencia estadounidense jugó un papel central en el ataque aéreo del gobierno de Colombia sobre un campamento de las FARC, del lado ecuatoriano de la frontera.
La militarización de todo

Los Estados Unidos hacen un doble juego con el rol de las Fuerzas Armadas. El gobierno de Obama no reconoce la diferencia entre seguridad y defensa, algo fundamental para los países que padecieron terribles dictaduras militares. Mientras la ley Posse Comitatus, del siglo XIX, prohíbe el uso de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública dentro de los Estados Unidos, su gobierno presiona a nuestros países en la dirección contraria, borrando los límites entre ambos roles. Lo mismo ocurre entre defensa e Inteligencia, en una sociedad con una proyección sin precedentes de lo militar sobre toda clase de actividades. Esto no ocurre por casualidad sino debido a decisiones políticas, como se aprecia con el enroque entre uno de los más altos jefes de las Fuerzas Armadas y el director de la CIA. El traslado del militar a la CIA y la designación en el ministerio de Defensa de quien dirigía la CIA sugiere que no hay diferencias, que son lo mismo. Esta clase de confusión ha socavado incluso la ayuda a Haití después del terremoto. La misión estadounidense en ese país se caracterizó por la presencia militar, más que social o económica. Haití necesita con desesperación de médicos, servicios sociales, inversiones y no de soldados que exhiben uniformes futuristas y un amenazante equipamiento bélico. Esto es tan fuerte en la cultura estadounidense que incluso cuesta explicar aquí por qué debería ser de otra manera.

Al presentar al Congreso su justificación del presupuesto solicitado para 2010, el Pentágono introdujo la doctrina expansionista de la Guerra Irregular, de inquietante similitud con algunas doctrinas contrainsurgentes de la década del 60, actualizadas en la denominada guerra contra las drogas, pero no sólo. Junto con la contrainsurgencia viene la doctrina de la construcción nacional o National Building, que se propone remodelar las instituciones políticas de otros países, lo cual no es una actitud amistosa. Otros documentos militares estadounidenses consideran a algunos países y regiones, entre ellos Venezuela, como posibles teatros de operaciones. El envío de coroneles de la brigada aerotransportada de paracaidistas de Fort Bragg para entrenar a la Policía Federal es otra mala señal. El gobierno argentino los acusó de tratar de introducir en el país sin declararlos armas, drogas como morfina y misteriosos equipos de comunicaciones. Este modelo de intervención ha tenido negativo impacto sobre los derechos humanos. Peor aún, cuando algunos países tratan de cambiar por formas más eficaces de enfrentar a la criminalidad compleja con respeto por los derechos humanos, el gobierno de Obama insiste en las fracasadas recetas de la era Nixon. Devastado por una violencia siempre en aumento, México es la prueba viviente de la insanía de esta política. México provee las drogas que se consumen en Estados Unidos y Estados Unidos las armas con las que se asesina en México. No es una política de buena vecindad. Los ex presidentes Ernesto Zedillo, Fernando Henrique Cardoso y Cesar Gaviria y el premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, entre otros, dan por perdida esa guerra a las drogas y proponen un enfoque diferente, que Estados Unidos no acepta.

Otra fuente de desacuerdos con la región es la posición estadounidense sobre el golpe en Honduras. Aunque al principio Washington rechazó el golpe como ilegal, la presión del partido Republicano en el Congreso forzó a Obama, Hillary Clinton y Arturo Valenzuela a reconocer un proceso electoral viciado que permitió la elección del nuevo presidente Porfirio Lobo, a pesar de la expulsión del derrocado presidente Manuel Zelaya, cuyo regreso fue la condición no negociable de Latinoamérica desde el comienzo de la crisis. El resultado ha sido divisivo para el hemisferio. El gobierno hondureño fue reconocido por Estados Unidos pero excluido de la OEA y sin relaciones diplomáticas con la mayoría de los países latinoamericanos. Honduras aún padece una duradera crisis institucional y de derechos humanos.

El compromiso con el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, reflejado en la jerarquía de los representantes de Obama ante ese foro, es la decisión política más positiva que podemos identificar. Creemos que Estados Unidos debe permanecer en el Consejo y ayudar a su consolidación. Pero aún le falta desarrollar un marco estratégico para relacionarse en forma positiva con los nuevos mecanismos regionales, como la UNASUR y el Consejo Sudamericano de Defensa, para apoyar la estabilidad en la región por medio del manejo y la prevención de crisis y la afirmación de una agenda de derechos humanos.

Varios países de Sudamérica (como la Argentina, Chile, Perú y Uruguay, y ahora, en parte, también Brasil) han decidido investigar y de ser posible llevar a juicio los crímenes cometidos durante sus dictaduras cívico-militares. Esta es una decisión fundamental para consolidar nuestras democracias, y debería ser bienvenida y apoyada por Estados Unidos. También ponemos esperanzas en la posible desclasificación de archivos de la CIA y del Pentágono sobre nuestros países, pero también urgimos que se tomen acciones en ese sentido, aquí en los Estados Unidos. Es incongruente condenar a las dictaduras latinoamericanas y proteger a los responsables de autorizar en Washington crímenes similares con el pretexto de proteger al pueblo norteamericano, un razonamiento similar a los de Videla o Pinochet.
La guerra contra los chicos

También nos preocupa la falta de atención que presta Estados Unidos a los derechos económicos, sociales y culturales a diferencia de la protección a los derechos civiles y políticos. La salud, la vivienda y el trabajo no son considerados como derechos humanos y los tratados que los consagran como tales no han sido ratificados por Estados Unidos. Según el informe presentado al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que resume los aportes de más de un centenar de ONGs a la Revisión Periódica Universal:

- cerca del 30 por ciento de la población carece de ingresos suficientes para atender sus necesidades básicas, con 24,7 por ciento de los afroamericanos, 20 por ciento de los chicos y 14,5 por ciento de las mujeres debajo de la línea de pobreza.

- centenares de mujeres mueren cada año por complicaciones evitables del embarazo, con amplias disparidades en el acceso al cuidado de la salud basadas en razones étnicas.

- pese a la sanción de una ley que mejora la salud pública, aún existen 20 millones de ciudadanos estadounidenses sin ningún tipo de seguro de salud.

Por desgracia, este problema estructural se agravó por algunas decisiones de política interna influenciadas por fuerzas que se oponen al gobierno de Obama. Desde un punto de vista latinoamericano el cierre de guarderías y escuelas públicas para sectores de bajos ingresos, el despido de maestros, la eliminación de miles de planes de salud para niños solos, la reducción de gastos en Medicaid podrían emplearse para justificar similares políticas horribles, pasadas o futuras, en nuestros países. Todo esto constituye una vergonzosa guerra a los chicos, que el pueblo de los Estados Unidos no debería consentir.

A pesar de todo esto creemos que aún existe en todo el mundo, aunque declinante, una ventana de oportunidad y buena voluntad para que Estados Unidos, o mejor dicho el gobierno de Obama marque un enfoque diferente en su política exterior, en particular hacia Latinoamérica y los derechos humanos. La región está madura para discusiones multilaterales más equilibradas, mejor meditadas, estratégicas sobre cuestiones que puedan afirmar los derechos humanos. Esperamos que los próximos años de gobierno de Obama muestren acciones concretas hacia esa finalidad.

(Página/12. 30.04.2011)

martes, 26 de abril de 2011

Chernóbil, paredón y después....

Chernóbil, 25 años después



Albert Einstein, que seguramente ha sido el mayor científico natural del siglo XX y uno de los grandes pensadores en el ámbito de la filosofía política-social, lo señaló y denunció lúcidamente con estas palabras: “Dado el estado de las cosas, los cuestionables logros obtenidos por nuestra generación en la era de las máquinas son tan peligrosos como una cuchilla de afeitar en manos de un niño de tres años. La posesión de unos medios de producción extraordinarios no ha aportado libertad, sino preocupaciones y hambrunas. Lo peor de todo es el desarrollo técnico que posibilita los medios para la destrucción de la vida humana, y los productos de laboratorio creados con tanto esfuerzo”. Hoy se cumple el primer cuarto de siglo del accidente de Chernóbil. Junto con lo sucedido en Fukushima, junto con lo que sigue sucediendo en Fukushima, los dos grandes desastres –no los únicos desde luego- de la industria y energía nuclear, una energía que, se publicite lo que se quiera publicitar, no es limpia ni barata ni segura ni tampoco pacífica desde luego.
El sarcófago construido con urgencia sobre el reactor accidentado está agrietado, oxidado y notablemente deteriorado. Seguramente esto explica algunas de las decisiones o indecisiones tomadas en Fukushima. En la "zona de exclusión" viven 2.500 personas. Son trabajadores encargados de la construcción de un nuevo sarcófago. Deberá o debería estar acabado para 2015. Será financiado por países de todo el mundo. Ucrania no puede afrontar una factura de unos 1.500 millones de euros. Son las otras “externalidades” de la apuesta nuclear, de la atómica hybris fáustica.
Recientemente, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, visitó durante media hora el reactor número 4 de Chernóbil [1]. El paseo le resultó "una experiencia extremadamente conmovedora". Le acompañaron el presidente ucraniano, Víktor Yanukovich, y el director general de la OIEA, Yukiya Amano. El máximo responsable de las Naciones Unidas vinculó la actual crisis de Fukushima con el desastre de Chernóbil. "Debemos sacar las lecciones oportunas de estas tragedias". No explicitó qué “lecciones oportunas” había extraído o creía razonable extraer.
Por la tarde, los tres responsables políticos inauguraron en Kiev una conferencia científica sobre el accidente del reactor soviético. Ban Ki-moon fue entonces más directo: "La desafortunada verdad es que probablemente veremos más desastres de este tipo". No explicó las razones de su pesimismo antropológico pero no parece que el irresponsable cientificismo capitalista esté muy alejado de ello. Añadió: "Para muchos, la energía nuclear parece que es relativamente limpia y una opción lógica; pero la historia nos hace plantearnos preguntas dolorosas: ¿hemos calculado sus riesgos y beneficios?". ¿Cuál es el referente de este “muchos”? ¿Una opción lógica? ¿Para quién? ¿Balance de riesgos y beneficios? ¿Estaba tan alocado, sigue estando inconmensurablemente demenciado, el movimiento antinuclear como se repitió y se sigue repitiendo una y mil veces?
Manuel Ansede –“La vida sigue en los cementerios de Chernóbil” [2]- ha recordado algunas aristas del escenario post-nuclear. “Entonces [26 de abril de 1986] se formó una nube radiactiva equivalente a la de 400 bombas como la de Hiroshima, que se paseó por 150.000 kilómetros cuadrados de Bielorrusia, Ucrania y Rusia. Los pueblos cercanos a la central quedaron bañados en estroncio-90, relacionado con la leucemia, y cesio-137, vinculado a tumores en bazo e hígado. Los 50.000 habitantes de Prípiat, a sólo tres kilómetros del reactor, fueron evacuados en apenas día y medio. Las autoridades soviéticas urgieron a sus habitantes a que salieran de la ciudad prácticamente con lo puesto, asegurando que sería cosa de unos pocos días”.
El Organismo Internacional de la Energía Atómica calcula que unas 200.000 personas fueron realojadas para siempre tras la explosión del reactor. El martes 19 de abril de 2011, en una conferencia de donantes organizada en Kiev, Ucrania sólo consiguió recaudar 550 de los 740 millones de euros que necesita para sellar con acero el reactor soviético. Faltan 190 millones de euros.
Slavutich es una ciudad construida tras el desastre de 1986 para acoger a los trabajadores de la central, escapados de Prípiat y otros núcleos. Desde allí, diariamente, unas tres mil personas recorren 50 kilómetros para trabajar en Chernóbil.
En Público [3], Ernesto Sambora –“Los héroes olvidados”- recordaba otra cara de aquel inconmensurable desastre. “Ha pasado ya un cuarto de siglo, y aun así el contador Geiger que el cabo del ejército ucraniano lleva en el asiento trasero de su coche se dispara al cruzar la segunda barrera de exclusión, la que marca los 10 kilómetros previos antes de llegar a la zona cero del peor accidente nuclear de la historia”.
Serguei Anatólevich Kulish, que ha cumplido 50 años, fue uno de los llamados “liquidadores”. Tenía entonces 24 años. Hoy dirige la Asociación de Victimas de Catástrofes desde una modesta oficina en Leningrado-San Petersburgo. Serguei ha pasado por un calvario de enfermedades, complicaciones y dolor crónico. Actualmente lucha contra un nuevo tumor cutáneo abdominal que no duda en mostrar. En su optimista opinión, "Europa debe comprender los riesgos de la energía atómica”. En la Rusia post-soviética nadie quiere escucharle.
Serguei y una comunidad de unos 500 liquidadores viven en pisos de protección oficial donados por el Gobierno en el golfo de Finlandia, a una hora de Leningrado. Cuando llegaron allí, en los años noventa del siglo pasado, eran unas mil personas; el resto ha fallecido. Los bloques de edificios que los albergan, señala Sambora, “son el mejor ejemplo de su situación social: alejados de la urbe y mal comunicados, ellos mismos han tenido que pagar las reparaciones necesarias para hacer habitables sus viviendas, y sólo un pequeño monumento, que parece una lápida, semiabandonado e imperceptible bajo la nieve, recuerda la catástrofe vivida aquella primavera del año 1986”.
No maldicen su destino. Alguien tenía que hacerlo. Sí lamentan, en cambio, y profundamente, el olvido social e institucional del que son víctimas. Sus pensiones son muy bajas y tras la caída de la Unión Soviética perdieron las ayudas del Estado. Los alimentos y el transporte, de los que disfrutaban gratuitamente, pasaron a ser de pago, haciendo muy difícil su vida, la de sus viudas o sus huérfanos, que tienen pensiones medias de 150 euros. Afrontan, además, la peor de las situaciones imaginables para enfermos crónicos de muy escasos recursos: la privatización salvaje del sistema de salud. Es otra de las caras del afable capitalismo que rige en la Rusia que ha emergido de la destrucción de la Unión Soviética. Transitan por el lado salvaje de la vida.
Recordemos algunos pasajes de aquel terrible accidente [4] partiendo de nuestra conversación de 2008.
SLA: Sobre el accidente en la central nuclear de Chernóbil, del que no hace mucho se cumplieron 20 años, hubo una fuerte polémica en torno a sus efectos reales que aún sigue coleando. Se ha dicho que la potencia radiactiva del accidente (o de la catástrofe, como se prefiera) fue entre 50 y 100 veces la potencia de la bomba arrojada en Hiroshima. Desde fuentes oficiales se habló de un número reducido aunque importante de fallecidos, mientras que desde otras fuentes independientes se afirmaba que esa información había sido una gran manipulación, una falsificación desmedida y que los fallecidos y perjudicados fueron muchísimos más. Se han dado cifras de más de dos millones de ucranianos afectados, unos 700.000 de los cuales eran niños. Viktor Bryukhanov, el director de la central nuclear en el momento del accidente, ha acusado a las autoridades políticas de proteger ante todo la industria militar con mentiras, acusación que no excluye algunos sectores de las comunidades científicas. Tampoco han quedado al margen de sus críticas países y gobiernos poderosos -EEUU, Japón, Francia y Reino Unido- que, según él, ocultan las causas reales de los accidentes nucleares. Podrías explicarnos algo de esta polémica y por qué, desde posiciones oficiales u oficiosas, no se reconoce lo que realmente pasó y los dañinos efectos que ocasionó.
ERF: Es un tema que nos llevaría muy lejos. Un mínimo desarrollo exigiría un tratamiento largo y tendido. Intentaremos explicar aquí lo más importante.
Se creó, efectivamente, una importante polémica y no es casualidad que apareciese recientemente. El origen de ello es un informe que salió a la luz en septiembre de 2005, informe que se publicitó mucho medio año después. Apareció como un documento de la OMS, de la Organización Mundial de la Salud, en el que se nos iba a decir la verdad sobre Chernóbil y en el que se daba “la versión definitiva” de los efectos.
Mucha técnica publicitaria como ves. Es muy espectacular como, por ejemplo, presentaron el resumen de prensa. Está escrito en inglés: “Chernobyl: the true scale of the accident; 20 Years Later a UN Report Provides Definitive Answers and Ways to Repair Lives”. ¡La verdad definitiva sobre Chernóbil!
El informe, tal como fue comunicado, es un libro de más de 600 páginas, editado en tres volúmenes, del que se publicó por la AIEA una versión sinóptica de 55 páginas (Chernobyl’s Legacy: Health, Environmental and Socio-Economic Impacts) que es en realidad lo que se presentaba a los medios. En cambio, el breve texto que tanto ha impactado a la prensa es un resumen de 6 o 7 páginas, al que realmente, desde un punto de vista científico, no se puede dar ningún valor. En él se afirma que según los datos del Informe unas 4.000 personas pueden llegar a fallecer a lo largo del tiempo -que en el informe completo se precisa en un período de 70 años- por la exposición a la radiación liberada hace 20 años en al accidente, que seguramente no va a haber más muertos y que la gente se puede reinstalar en los territorios afectados.
Prácticamente es una apología del retorno al uso de la energía nuclear. Esto es en resumen lo que viene a decir el informe que causó gran sorpresa y gran controversia. No era para menos.
Pero el informe fue publicado por la OMS. ¿No es así? Por lo tanto, en principio, es creíble, no es mera publicidad.
Efectivamente. Este informe se ha publicado y publicitado por la OMS pero ocurre con él lo que ya hemos comentado. En realidad, el estudio ha sido elaborado fundamentalmente por la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) de Viena. Desde 1959 existe un convenio por el que la OMS, para cualquier asunto relacionado con cuestiones nucleares, remite y se pone de acuerdo con esa agencia atómica.
¡Pero esto es un escándalo!
Lo es, efectivamente. El convenio estipula, entre otras restricciones, que los estudios de la OMS en materia nuclear, previamente a su publicación, deben ser revisados por la AIEA, no deben ser negativos con la Agencia ni tampoco deben impedir la promoción de la energía nuclear. La Agencia se fundó, en la época de los “átomos para la paz”, por la Organización de las Naciones Unidas, para promocionar el uso de la energía nuclear, por un lado, y por otro, cuando se firmó el TNP, el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, para vigilar, de ahí su actual intervención en el caso de Irán, y de paso su flagrante inhibición en las actividades atómicas de otros países. Aún hoy en sus publicaciones aparece el eslogan “Atoms for Peace”. Si uno entra en la web de la agencia, verá que todo lo que allí se afirma es una defensa del uso de la energía nuclear. No olvidemos que es una agencia de la energía atómica. Ahora están con un foro, que ya existe desde hace años, para promocionarla como solución a Kyoto, como energía limpia, como energía moderna, en neta coincidencia con las posiciones de la administración del presidente en Jefe Bush II.
No deben ser pocas las presiones políticas.
Exactamente. Se dan aquí todas las presiones políticas que puedas imaginarte y algunas más. Cuando se mira con detalle el informe al que nos estábamos refiriendo, y aunque se ha publicitado como un informe de la OMS científico e independiente, se observa que los créditos otorgados para su realización provienen de un ente denominado “The Chernobyl Forum” compuesto por la AIEA, los gobiernos de la Federación Rusa, de Bielorrusia y de Ucrania, el Banco Mundial, el UNSCEAR (United Nations Scientific Committee on the Effects of Atomic Radiation), institución de vida más bien lánguida, y otros organismos de la ONU sin relación con la cuestión (UNSP, FAO). A la OMS la han incluido también pero más bien como adorno, para no levantar sospechas, para ganar credibilidad científica. De hecho, el tal Foro no deja de ser una entidad nominal.
Desde un punto de vista científico, metodológico, ¿cuál es tu opinión sobre este informe? ¿Te parece un buen informe?
El informe una vez se analiza, y téngase en cuenta que es muy prolijo y que es realmente muy técnico, presenta numerosos sesgos derivados de las limitaciones y objetivos originarios impuestos al estudio. Se ha realizado sobre áreas muy pequeñas de Ucrania, de Rusia y de Rusia Blanca (Bielorrusia o Belarus), sobre áreas contaminadas claro está, pero que no representan exactamente ni de lejos todas las áreas afectadas. No representan en absoluto las áreas de esos países ni del resto de Europa que sufrieron alteraciones importantes por el accidente. Lo mismo puede decirse sobre la población considerada para estimar los efectos de la contaminación radiactiva. Las cifras proporcionadas por el Informe, los antes citados 4.000 casos de cánceres que podrían llegar a producirse, por ejemplo,  se refieren solo a un grupo de alrededor 600.000 personas, mientras que la población que vive en las áreas contaminadas de Ucrania, Rusia Blanca y Federación Rusa alcanza, según los informes de estas mismas repúblicas, los cinco millones. Y esa cifra también puede considerarse una subestimación.
Creándose, por lo tanto, una importante confusión sobre estos temas.
Efectivamente. Un ejemplo de la confusión generada sobre la cuestión lo podemos encontrar en otro comunicado de prensa de la misma OMS efectuado el 26 abril de 2006 con motivo del vigésimo aniversario del accidente. En este caso la OMS es más prudente que en el comunicado anterior —quizá por las numerosas críticas recibidas— y se refiere a un nuevo Informe, publicado por ella (Ginebra 2006), sobre los efectos sanitarios. Aquí, aquellos 4.000 posibles cánceres mencionados en septiembre, se elevan a 9.000 y se constata que alrededor de 5.000 niños y adolescentes en el momento del accidente han sido diagnosticados de cáncer de tiroides, y que es muy probable que nuevos casos de este tipo de cáncer sigan produciéndose en el futuro. Acepta, además, que más de cinco millones de personas (¡cinco millones!) siguen viviendo en la actualidad en áreas contaminadas con material radiactivo. Aquí conviene ir a los datos originales del mismo Informe, donde se constata que considera sólo a los residentes —los cinco millones mencionados— en áreas con niveles de cesio radiactivo (Cs 137) superiores a 37.000 Bq/m2 en Bielorrusia, Ucrania y la Federación Rusa. La población de territorios con actividades inferiores se ignora. Por otra parte es asombroso que, según dicho Informe, alrededor de 270.000 personas sigan viviendo en áreas que la extinta Unión Soviética clasificó como “zonas estrictamente controladas”, territorios donde la radiactividad supera los 555.000 Bq/m2.
Antes he comentado que en la República Checa se han realizado recientemente trabajos de investigación, que han sido publicados en revistas científicas internacionales, sobre la muy alta tasa de cánceres de tiroides que aparecieron a lo largo de los cuatro o cinco años inmediatamente siguientes al accidente, y sobre otro tipo de fenómenos patológicos. Estos son los pocos datos que se tienen sobre estas áreas externas a la antigua Unión Soviética. Pero dentro de las tres repúblicas mencionadas de lo que fue la URSS –Rusia, Ucrania, Biolerrusia-, el estudio se restringe sólo a determinadas áreas, seleccionadas además con criterios un tanto oscuros.
En cuanto a la metodología seguida.
Es altamente discutible la metodología que se ha empleado. Leyendo el informe con atención ves que incluso hay una gran incertidumbre sobre el tipo de métodos que se han seguido.
Al mismo tiempo ha aparecido, también recientemente, un estudio de la Academia de Ciencias de la Federación Rusa que han publicado en forma de libro y que es también altamente crítico con aquel informe. Se calcula en este estudio de la Academia de Ciencias que han sido más de 200.000 las personas afectadas a lo largo de estos 20 años.
En el estudio de la OMS, por ejemplo, no queda en absoluto claro como cuentan y estudian a los famosos liquidadores, aquellos millares de personas —unas 250.000 sólo en 1986 y 1987— que intervinieron inmediatamente para construir el famoso sarcófago de Chernóbil con el que se cubrió el reactor destrozado. El informe de la AIEA/OMS habla de 15 fallecidos entre estas personas. Los mismos datos rusos los aumentan a centenares. Seguramente, entre 800 y 1.000 de estas personas murieron por efecto de la radiación aguda.
Nos encontramos, pues, que el estudio de la Academia de Ciencias de la Federación Rusa establece cifras diez veces superiores con respecto al estudio de la OMS/AEIA. Insisto: ¡10 veces más!, no una mera diferencia de matiz o de redondeo de la última cifra.
Hay, además, otros informes científicos que también establecen datos muy distintos, que en absoluto coinciden con el informe de la OMS.
Para ti,¿ qué cifras son las más correctas?
Desde un punto de vista estrictamente científico, yo no puedo saber, Salvador, cuáles son las cifras exactas o qué cantidades reflejan mejor la realidad de los hechos. Los datos disponibles indican que hubo, que hay afecciones, pero no existe ningún estudio global de todas las zonas contaminadas de Europa que indique cuántas afecciones se han producido realmente. Existen informes parciales, como éste que explicaba de Chequia; existe también el informe de la Academia de Ciencias de Ucrania, en todos ellos se dan cifras muchísimo más altas que las que cita este informe de la AIEA/OMS.
Existen, además, investigaciones y datos que no han sido publicados. Durante muchos años, en lo que fue la extinta Unión Soviética, todos estos informes fueron reservados.
¿Se han publicado datos sobre la contaminación producida por el accidente en otros países europeos?
Tampoco, tampoco. Francia, por ejemplo, nunca ha publicado datos de la contaminación producida por Chernóbil. Recuerdo lo que pasaba cuando cruzabas el Rin en aquella época. En Alemania y Suiza, al cabo de los años, seguían y siguen manteniendo reservas y controles sobre cierto tipo de setas, sobre ciertos productos silvestres, porque el estroncio 90 y el cesio 137 están allí, permanecen allí, y si se cruza el Rin en dirección a Francia, los bosques, claro está, siguen siendo los mismos, los territorios no han cambiado, pero, mágicamente, parece que existiera una frontera “nacional” que hubiera parado la radiación. En Francia, como es sabido, casi todas las cuestiones radiactivas son reservadas.
Tenemos actualmente informes sobre zonas contaminadas de Inglaterra, datos que muestran, lo que es muy paradójico, que no hay unos criterios uniformes de análisis. Al mismo tiempo, en el mismo momento, en Bielorrusia, por ejemplo, se aceptan unos límites para la leche; en cambio, en Rusia se aceptan otros, y en Ucrania otros distintos, y estos límites no están próximos en absoluto, varían desde los 20 hasta los 200 becquerelios por litro en estas tres repúblicas. No hay siquiera unos criterios de protección homogéneos y, no olvidemos, que sigue habiendo radiactividad en muchos productos de estas zonas. Lo que pasa es que se han considerado o se quieren considerar seguros ciertos valores y entonces se dice de cara a la tranquilidad de la opinión pública que aquí no pasa nada, que no hay ningún peligro.
En tu opinión, ¿qué debería haberse hecho? ¿Cómo debería haberse obrado si se hubiera querido obrar correctamente?
Lo que debería haberse hecho, como ya hemos comentado antes, es haber establecido un sistema paneuropeo de radiovigilancia y de estudio de los efectos. No existe tal sistema. Entonces, frente a un informe como el que comentamos, yo, que no acostumbro a ser tan tajante, considero en este caso que no tiene valor científico alguno, que no podemos considerar ni dar valor al estudio de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Hay otros informes de la OMS, en los que al parecer no ha intervenido tanto la Agencia, que son muy distintos, aunque son muy técnicos, y, sobre todo, cuando uno se remite a lo único que tiene valor, a lo único válido desde un punto de vista riguroso, aunque desde luego también sea bueno mantener ciertas reservas, es decir, a los análisis científicos publicados en revistas reconocidas con comités de revisión por pares. Estos datos nos indican precisamente que el informe de la Agencia Internacional no se sostiene en absoluto.
¿Cuáles son entonces los datos reales?
Como te decía, no lo podemos saber con precisión. Unos hablan de 200.000 personas, otros de 50.000, nadie puede decirlo con seguridad. Lo que sucede es que las cifras de valores tan bajos no pueden ser aceptadas cuando ya tenemos datos de aquella época en los que la misma gente que estuvo trabajando directamente en la central, y los datos sanitarios de la propia URSS, señalaban que hubo una mortalidad importante y existen, además, otras investigaciones publicadas que aseguran que en determinadas zonas ya tuvieron en aquellos momentos niveles altos de mortalidad. Tampoco podemos hacer mucho caso de lo que, a veces, son básicamente reportajes periodísticos. Con todos mis respetos hacia el buen periodismo, hay informes de este tipo que son poco rigurosos.
¿Puedes precisar un poco más? ¿A qué te refieres exactamente?
Pues, por ejemplo, cuando se dice: he hablado con una campesina y me ha dicho que los terneros le nacen con dos cabezas o que hay “montones” de niños, sin más precisión, con malformaciones. Este tipo de informaciones no tiene valor científico. Para obtener buenos resultados hay que aplicar una metodología estricta. Los instrumentos, para poder analizar lo que ha ocurrido son conocidos, los tenemos, están a nuestro alcance. En los casos concretos en que se ha seguido una buena metodología, en el estudio del cáncer de tiroides por ejemplo, es innegable que ha habido un impacto muy importante. No podía ser de otro modo.
En definitiva, no es que no puedan realizarse buenos estudios, sino que no quieren hacerse investigaciones independientes que tengan el conocimiento verificable de los hechos como finalidad central. Los intereses políticos y económicos nuevamente están situados en el puesto de mando; el dinero hace girar el mundo, cantaba Liza Minnelli y aquel inolvidable presentador en Cabaret. Money, money, money... era el estribillo de aquella tonadilla. Pues eso.
Podemos intentar un resumen sobre este punto si te parece.
Me parece. Más de veinte años después de la catástrofe de Chernóbil no hay aún una evidencia clara sobre el impacto real de la radiación en la salud y persisten las divergencias según las diversas fuentes de información que se utilicen. Sería preciso aunar esfuerzos a nivel internacional para continuar analizando la situación en las áreas más contaminadas mediante estudios epidemiológicos analíticos a largo plazo, pero para ello es necesario que exista una voluntad política clara y recursos económicos para el financiamiento de la investigación. A pesar de la magnitud del desastre, la inversión destinada a todo tipo de investigaciones sobre Chernóbil en los últimos veinte años, incluyendo la militar, no ha llegado a 10 millones de dólares. El desastre de Chernóbil ofreció la oportunidad de investigar ampliamente los efectos de la exposición a radiaciones sobre la salud y el medio ambiente; sin embargo, la comunidad internacional ignoró muchos informes existentes en los territorios contaminados, algunos de ellos publicados pero solo en lengua rusa, y también otros al carecer de posibilidad de acceso por intereses políticos.
Jorge Riechmann, entonces presidente de CiMA, lo expresó en 2007 con estas palabras: “Quienes hablan, hoy, de seguir construyendo reactores nucleares no han comprendido nada de la tragedia de Chernóbil. Y Chernóbil era, quizá, la última advertencia de la que podíamos aprender, si es que ha de existir en el futuro una humanidad libre sobre una Tierra habitable. Mi convicción personal es que la única energía nuclear limpia y segura, que hemos de reivindicar sin tregua, es la de las reacciones de fusión que tienen lugar en el interior del sol y nos llegan luego en forma de bendita luz solar que caldea la atmósfera, mueve los vientos y nutre la vida”.
¿Qué puede decirse hoy tras este nuevo Chernóbil a cámara lenta que estamos viviendo?
Notas:
[1] http://www.publico.es/ciencias/372363/probablemente-veremos-mas-desastres-nucleares
[2] http://www.publico.es/ciencias/372356/la-vida-sigue-en-los-cementerios-de-chernobil
[3] http://www.publico.es/internacional/372464/los-heroes-olvidados
[4] Tomado del capítulo XI de ERF y SLA, Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, El Viejo Topo, Barcelona, 2008.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR

Recordando el Levantamiento del Ghetto de Varsovia

“Incapaces” de creer


 Por Jack Fuchs *
El 19 de abril es el día de recordación de la tragedia vivida por el pueblo judío en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando finalizó la contienda, no existían términos que definieran lo vivido. No existía “Shoah” ni “Holocausto”. Por otra parte, aquellos que habíamos sobrevivido al horror no sabíamos cómo ni en qué fecha conmemorar esta tragedia. ¿Qué fecha tomar como referencia si aquello no tenía certificado de nacimiento ni partida de defunción? Por entonces, apenas terminada la guerra, se decidió que el 19 de abril –fecha del Levantamiento del Gueto de Varsovia– sería el día de convocatoria. Recuerdo que en esos años de mi estadía en los Estados Unidos solamente nosotros, los sobrevivientes, participábamos de los actos conmemorativos. Años después, con el establecimiento del Estado de Israel, en 1948, se decidió conmemorar la tragedia dándole un día universal común a todas las colectividades judías del mundo, y luego se agregó como fecha conmemorativa aquella mal llamada “liberación” de Auschwitz.
Pasaron 68 años desde el comienzo del levantamiento, que llevó a la liquidación, del Gueto de Varsovia; 68 años desde que un grupo de no más de 500 jóvenes, con unas pocas armas caseras, tomaran la decisión de morir luchando y no en las cámaras de gas. Sin duda fueron privilegiados; un privilegio que no tuvieron, siquiera como opción, millones de personas.
Existió una guerra por la conquista del planeta por parte de los nazis y otra guerra contra la población civil. La que más caro lo pagó fue la población judía. La lucha contra los judíos fue una “guerra dentro de otra guerra” y, para cumplir con los objetivos, no fueron necesarias más que oficinas y expertos trabajando en silencio y ordenadamente. Así se produjo un “enfrentamiento “ entre un grupo armado y otro, sin tanques, ni aviones ni ejércitos.
En noviembre de 1942, Jan Karski, resistente clandestino polaco, fue enviado como “courier” a Londres, para entrevistarse con autoridades polacas en el exilio, el gobierno de Gran Bretaña y el liderazgo judío mundial. Llevaba, entre otros mensajes, uno para el Papa solicitándole que excomulgara a Hitler y sugiriéndole que tomase medidas con aquellos católicos que participasen en actos de asesinato y barbarie. La indiferencia fue la respuesta.
Karski viajó entonces a Estados Unidos y, a poco de llegar, acompañado por el embajador de Polonia, se entrevistó con el juez de la Corte Suprema Félix Frankfurter, quien pidió detalles sobre la vida de los judíos en Polonia. Karski explicó lo que había visto y, según sus propias palabras, la reacción fue la siguiente: “Cuando terminé de contar el horror del que había sido testigo, Frankfurter se levantó, caminó algunos pasos y nos dio la espalda. Después volvió a sentarse y dijo: debo ser totalmente franco. Soy incapaz de creerle”. El embajador de Polonia, presente en la reunión, le contestó: “No puede decir que Karski miente. La autoridad de mi gobierno avala la totalidad de lo dicho”. El juez Frankfurter replicó: “Sr. Embajador, no digo que este hombre miente. Digo que soy incapaz de creerle”.
Y no fue el único “incapaz”. En la primavera de 1945 el mundo “descubrió” el horror de los campos de concentración y las fábricas de la muerte. El mundo, cubierto por las cenizas de todos los muertos, quedó sorprendido sabiendo que, si la indiferencia no hubiera estado tan arraigada, Auschwitz no hubiese sido posible.
En cada día de recordación, rindo desde estas líneas mi homenaje a aquellos que perecieron en ese histórico levantamiento y a todos aquellos que no tuvieron, siquiera, esa posibilidad.
Retomo las palabras de Schmuel “Arthur” Zygelboim en su carta de despedida enviada antes de suicidarse, en la noche del 11 de mayo de 1943, al primer ministro del gobierno polaco en el exilio, en Londres, general Wladyslaw Sikorski: “(...) no quiero vivir mientras los restos del pueblo judío en Polonia, uno de cuyos representantes soy yo, son asesinados. Mis amigos en el gueto de Varsovia perecieron empuñando las armas en esta última lucha heroica. No fue mi destino morir como ellos, junto con ellos. Pero les pertenezco, a ellos y a sus tumbas colectivas. Con mi muerte quiero expresar mi más enérgica protesta contra la pasividad con que el mundo contempla y permite el exterminio del pueblo judío”.
* Pedagogo, novelista, sobreviviente de Auschwitz.
(Aparecido en Página/12 el 25.04.2011)

domingo, 17 de abril de 2011

A 50 años de Playa Girón

El Ñato y el Cleto

El Ñato y el Cleto


 Por Mario Wainfeld
El Senado uruguayo sancionó la nulidad de la Ley de Amnistía, herencia de la dictadura que fue convalidada en democracia por dos referendos. Un debate profundo atravesó al oficialista Frente Amplio (FA): ¿podían dejarse de lado, por vía parlamentaria, dos decisiones populares?
La respuesta afirmativa puede llamar la atención pero es la adecuada al derecho internacional vigente, a los criterios contemporáneos en materia de derechos humanos. Ni siquiera el pueblo soberano puede violar los principios sobre derechos humanos, las reglas básicas sobre crímenes de lesa humanidad. De igual modo en Uruguay o en Argentina el cuerpo electoral no podría consagrar la esclavitud.
La polémica, de cualquier manera, es novedosa, un progreso de la democracia universal. Trastrueca viejas certidumbres, alumbra interpretaciones jurídicas pioneras. Son, por contarlo de alguna manera, derivaciones institucionales correctivas del horror.
Fue tremenda la controversia en el FA. Dirigentes con notables pergaminos dudaban. Se tomó una decisión orgánica, la mejor. El presidente José Mujica, que no es precisamente ese viejito converso que quieren pintar ciertos medios argentinos, acompañó la resolución.
Un viejo militante, con enorme trayectoria, el senador Eleuterio Fernández Huidobro, abogó por la negativa. Creía que un veredicto ciudadano sólo puede derogarse mediante otro. De lo contrario, arguyó se desnaturalizaría ese virtuoso instrumento. Bien mirado, lo que desvirtúa a un referendo es hacer votar al pueblo lo que es nulo de pleno derecho. Como fuera, la postura del Ñato Huidobro era franca, la cimentaba su prosapia de militante y luchador.
Perdió la discusión interna, votó en el Senado la decisión mayoritaria de su partido. Fue orgánico y leal. Cumplido su deber, para demostrar (por partida doble) fidelidad a sus principios renunció luego a su banca.
El ejemplo contrasta como un espejo deformado con el comportamiento de un vecino de la otra orilla, el vicepresidente argentino Julio Cobos. El Cleto votó contra una propuesta de la Presidenta que encabezó la fórmula que lo llevó al Senado. Y luego, permaneció, tan pancho, en el cargo usurpado, gozando de inmerecida licencia de facto con goce de sueldo.
Ya que estaba, se consagró a liderar la oposición hasta que la abulia y la falta de piné lo arrojaron a la banquina. Eso sí, siempre en su despacho.
Comparar a Fernández Huidobro y a Cobos es casi una afrenta para el mejor de los dos. Se hace con el mayor respeto hacia el uruguayo, para resaltar cuán baja es la calidad institucional en estas pampas. También qué poca consistencia tienen los compromisos políticos y la constancia con las ideas.
Es moneda corriente comparar, de manera desfavorable, la coyuntura argentina versus la uruguaya, la chilena o la peruana. En esta semana, Uruguay arrimó el bochín de sus reglas a las que rigen en Argentina. Y en el endiosado Perú, dos candidatos antisistema llegaron a la segunda vuelta electoral en pos de la presidencia. Comparar es un método aconsejable, si se mira bien, sin anteojeras.
¿Habrá leído Cobos la lección involuntaria que le dio Fernández Huidobro? El cronista malicia que no la leyó y que, si la leyó, está ideológica y éticamente incapacitado para comprenderla.
(Pagina/12. Domingo 17.04.2011)

jueves, 7 de abril de 2011

Lo que dilapidó Cleto

Lo que dilapidó Cleto

(Página/12 08.04.2011)
Por Mario Wainfeld
“No hay nada más bello
que lo que nunca he tenido.
Nada más amado
que lo que perdí”

Joan Manuel Serrat. “Lucía.”

Juan Domingo Perón, Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner llegaron a la presidencia tras arrancar de bastante abajo. Perón, maximizando a la Secretaría de Trabajo, una repartición de segunda, hasta entonces. Alfonsín repechando su condición de minoría del radicalismo, segundón del peronismo por entonces. Kirchner tras obtener una irrisoria cosecha de votos, con una candidatura que llegó por descarte. Los tres conjugaron bien con los vientos de su época y tuvieron una cooperación involuntaria pero no menor de sus mediocres adversarios. Algo de fortuna hay siempre en la construcción de un liderazgo, como percibió antes que nadie Nicolás Maquiavelo. Pero la fortuna no basta sin el concurso de la destreza, la muñeca política (eso que en lengua del florentino se llamaba “virtú”). Y un piné acorde con los desafíos, que sin eso no hay Príncipe que pinte.
El vicepresidente Julio César Cleto Cobos no tendría derecho a quejarse de su fortuna. Dos golpes de suerte lo catapultaron, en menos de un año. Llegó a la fórmula con Cristina Fernández de Kirchner porque era el único gobernador “radical K” que no tenía posibilidad de reelección. Sus pares eligieron mantenerse en el terruño, sagazmente. Al mendocino le cayó del cielo su designación. La noche del voto no positivo fue otra mano que le dio el destino, propiciada por una acumulación de errores asombrosos del kirchnerismo, que remató en dejarle desempatar y ascender a ligas mayores.
Se topó con un capital político gigantesco, al bajo costo de sumarse a dos rebaños: el radicalismo en la Concertación y el frente político-agrario-opositor. Quedó encabezándolos con un potencial inimaginable. Presidenciable, hijo pródigo amnistiado en triunfo por sus correligionarios.
Desde entonces nada interesante hizo para administrar bien esa fortuna. Creyó que le duraría más de tres años, en un escenario cambiante. Merced a su desapego institucional, gozaba de una inmerecida licencia con goce de sueldo. Sin laburo por hacer, podía consagrarse full time a acumular, a “hacer política”. En tres años se consagró a la molicie y a mirarse al espejo, que le devolvía una imagen falsa, espléndida.
Un dirigente con más garra o calidad habría convocado cuadros políticos o intelectuales, lanzado ideas fuerza novedosas, armado grupos de estudio o de militantes. El se conformó con la agenda que le inventaron los grandes medios. Poner cara de estadista, visitar Expoagro o recitar banalidades en el coloquio de IDEA. Su caso, no exclusivo, es interesante para analizar los límites del poder mediático. Una cosa es “instalar” un candidato, maquillarlo, embellecerlo. Es un primer peldaño. El resto de la escalera depende de otras acciones o destrezas. Cobos creyó la mitología que los grandes medios elaboraron para darle aire. Esos embustes son un recurso deseable, por cierto, a condición de que sus emisores no los crean.
- - -
Surgió una noche, no lo esperaban. Se licuó en años de impericia. Ayer renunció a lo que ya no tenía, un tema más digno de un bolero o un tangazo que de la política.
Lo anunció a su modo, egoísta y desabrido. Sembró críticas sobre el diputado Ricardo Alfonsín, convencido de que no puede batirlo en la interna. Hasta dejó sombras de sospecha sobre la mala fe de Alfonsín y Angel Rozas, como ya habían insinuado adláteres del senador Ernesto Sanz.
Como fuera, su retirada es una buena nueva para Alfonsín, quien mejora sus perspectivas para convocar potenciales aliados. A estos (Hermes Binner, Luis Juez, Margarita Stolbizer) también los interpela la movida de Cobos. Acorta sus plazos para decidir si van a la zaga de la UCR o si arman una opción propia.
Las miradas del radicalismo y de ese sector convergerán ahora sobre Sanz, quien se apeó inopinada y destructivamente de la preinterna boina blanca pautada para el 29 de abril. Sanz ya venía clueco, ahora queda desvencijado. Lloverán reclamos de correligionarios de todas las geografías pidiéndole que no persista en su virtual afán de competir en las primarias de agosto. A los émulos de Yrigoyen, muchos de los cuales piensan más en sus cercanos territorios que en las evanescentes elecciones presidenciales, los fortificaría unificar personería cuanto antes.
Días atrás, este cronista habló con un aliado de Sanz y le preguntó si le veía alguna viabilidad para las primarias. El hombre, un cuadro fogueado y leído, le respondió con un verso de la “Milonga de Jacinto Chiclana”, del maestro Borges: “nunca la esperanza es vana”. No lo será, pero en política a veces es ilusoria, pura fantasía. La realidad, la correlación de fuerzas, se inclinan hacia “Ricardito”.
Nada puede anticiparse en una competencia electoral donde abundan los errores no forzados, pero todo indica que Sanz deberá retirarse de la competencia más pronto que tarde. Si se cumple esa profecía, será doblemente errado su proceder anterior, que podría haberse suplido con presentaciones conjuntas, elogios recíprocos, acuerdos de unidad que siempre “visten” un poco y entonan a la tropa propia.
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Para Alfonsín y para el radicalismo, la dimisión de Cobos es un aliciente, que tiende a reposicionarlos como segunda fuerza, aunque a respetable distancia del kirchnerismo. Para los peronistas federales y aun para Mauricio Macri, una señal de alerta: deben espabilarse y cesar en sus berretines hamletianos.
Cobos confesó, sin decirlo, que dilapidó una fortuna que jamás mereció y que ligó casi de pura chiripa. Estuvo desangelado, no contó si su hija le aconsejó ese acercamiento a la realidad.
Solitario y desvalorizado, el vicepresidente estará hoy en la tapa de los diarios, incluyendo éste. Imposible haber vaticinios definitivos, siempre arriesgados. Pero es válido aconsejarle que enmarque y guarde esas tapas: tal parece que el tiempo de su protagonismo ya pasó, que le será casi imposible volver al centro de la escena.
mwainfeld@pagina12.com.ar

La libertad de prensa en Estados Unidos


auto-hermes.ning.com


La colonización informativa del imperio es prácticamente absoluta en todo el mundo porque las informaciones sobre política interna estadounidense tienen un gran protagonismo en los medios de comunicación de todo el mundo dado que las decisiones que se toman en ese país afectan a toda la comunidad internacional y porque Estados Unidos es el centro del sistema nervioso del sistema comunicacional mundial y las noticias que allí se generan tienen garantizada su transmisión por todo el globo.

 Ello se explica con amplitud en el capitulo dedicado a Estados Unidos en el libro “Desinformación: Cómo los medios ocultan al mundo” de Pascual Serrano que he comentado con anterioridad.

 Algunos acontecimientos puntuales, tales como la tragedia humana generada por el ciclón Katrina, permiten el análisis de los rasgos esenciales del comportamiento de los medios corporativos de prensa en la superpotencia. Se silenciaba, por ejemplo, que seis semanas tras la catástrofe, los blancos ricos habían podido volver a sus casas y el centro comercial tenia agua, electricidad y todas las facilidades, en tanto que los barrios de negros seguían llenos de escombros y soldados fuertemente armados que impedían a sus vecinos instalarse en las suyas.

 De los negocios de la reconstrucción de Nueva Orleans no se ha hablado aún en los grandes medios. Solo la prensa progresista mexicana ha publicado que una ley que obligaba a los contratistas a pagar sueldos equivalentes a los que predominan en la región fue suspendida para que empresas como Halliburton pagaran menos del salario mínimo a inmigrantes mexicanos y centroamericanos traídos para los trabajos de la reconstrucción en Nueva Orleans, mientras cobraban al gobierno como si pagaran sueldos altos.

 Se denunciaba la situación de abandono de los cadáveres tras el huracán pero no se explicaba que se impedía a los trabajadores emergentes y agentes funerarios voluntarios recoger los cadáveres. Tras la victoria electoral de Obama, el New York Times difundió una encuesta acerca del apoyo que éste tuvo, desglosando razas, sexos, población rural o urbana, nivel educativo y edad. Pero no se especificaban las clases sociales, como si no existieran diferencias entre ricos y pobres en la sociedad estadounidense.

 La mayoría de las encuestas, para averiguar la clase social del encuestado limita las opciones a tres: clase alta, media o baja, y la amplia mayoría se define como clase media. En las raras ocasiones en que se es más preciso, el 46% se define como clase trabajadora y el 32 % clase media. El término clase obrera o trabajadora apenas se utiliza en los medios o en la cultura política estadounidense.

 El término exiliado nunca se emplea para quienes se han visto obligados a salir de Estados Unidos por razones legales, como son los casos del ajedrecista Bobby Fisher y el director de cine Roman Polanski, exiliados respectivamente en Islandia y Francia. Estados Unidos es el único país del mundo desarrollado donde la financiación de las campañas electorales es privada. La mayoría de los fondos proceden de grupos financieros y empresariales que así compran su acceso a los candidatos y la capacidad de influir en sus políticas públicas. La prensa corporativa jamás habla de esto.

 Según las estadísticas, el 94% de los candidatos al congreso de Estados Unidos que ganaron las elecciones en 2006 fueron los mejor financiados. La ley establece que para poder participar en los debates televisivos de la campaña electoral, el candidato debe haber gastado o recaudado no menos de medio millón de dólares. Por cierto, el 40% de los congresistas son allí millonarios.

 Una constante de la cobertura informativa de las elecciones en Estados Unidos es mostrar más el carácter y la personalidad de los candidatos que sus verdaderas propuestas políticas. Los medios y los políticos coinciden en la estrategia de no abordar los temas que preocupan a la población, manteniéndolos fuera de la vista de los lectores, según Noam Chomsky, citado por Serrano.

 La información que recibe la comunidad internacional a través de los grandes medios no explica el funcionamiento del sistema electoral estadounidense. Por ejemplo, la razón por la que la opción política se limita a dos partidos, ambos influenciados por los grandes grupos económicos, financieros y corporativos.

 Esta situación explica la alienación de la mayoría de la población que no se siente representada por esos dos partidos políticos. El 72% de la población no se considera representado en el Congreso, lo que se considera causa de una enorme abstención.

 Serrano hace notar que el control oficial sobre los medios se ha incrementado en Estados Unidos con la excusa de la lucha contra el terrorismo y que los agentes gubernamentales infiltrados en los medios se han convertido en algo que es aceptado como normal. La abundancia de libros con contenidos críticos y negativos que se publican obedece a la ausencia de esa visión en los grandes medios, dice Pascual Serrano.…Y a la tolerancia del establishment en aras de blasonar de libertad de prensa porque considera que la escasa circulación y alcance de tales publicaciones les impide competir con los fabulosas recursos de que dispone la prensa corporativa, estimo yo.

Fuente original: http://auto-hermes.ning.com/profiles/blogs/la-libertad-de-prensa-en

miércoles, 6 de abril de 2011

La visión de Noam Chomsky sobre la crisis de Libia.

Entrevista a Noam Chomsky
Libia y las crisis que se avecinan
(extraído de Rebelión)


Traducción: S. Seguí

1. ¿Cuáles son las razones que mueven a EE.UU. en las relaciones internacionales, en el sentido más amplio? Es decir, ¿cuáles son las razones dominantes y los temas que se pueden detectar casi siempre en las opciones de las políticas de EE.UU., en cualquier lugar del mundo? ¿Cuáles son las razones más concretas, aunque también dominantes, y los temas de las políticas de EE.UU. en Oriente Próximo y el mundo árabe? Y, por último, ¿cuáles cree usted que son los objetivos más inmediatos de la política de EE.UU. en la situación actual en Libia?
Una manera útil de abordar la cuestión es preguntarse cuáles NO son las razones de EE.UU. Podemos averiguarlas de diferentes maneras. Una de ellas es leer la literatura profesional sobre relaciones internacionales: con bastante frecuencia, su relato de la política es lo que la política no es, un tema interesante que no voy a desarrollar aquí.

Otro método, muy relevante en este caso, es escuchar a los líderes y comentaristas políticos. Supongamos que se dice que las razones de la acción militar han sido humanitarias. En sí misma, esta afirmación no contiene información: prácticamente todos los recursos a la fuerza se justifican en esos términos, incluso lo hacen los peores monstruos, que pueden, con total irrelevancia, llegar a convencerse de la verdad de lo que están diciendo. Hitler, por ejemplo, pudo creer que se estaba apoderando de partes de Checoslovaquia para poner fin a los conflictos étnicos y llevar a su pueblo los beneficios de una civilización avanzada, y pudo creer también que su invasión de Polonia iba a poner fin al “terror salvaje” de los polacos. Los fascistas japoneses que arrasaron China probablemente creían que estaban su desinteresada iniciativa iba a para crear un “paraíso terrenal” y proteger a la doliente población de los “bandidos chinos”. Incluso Obama puede haber creído lo que dijo en su discurso presidencial el 28 de marzo sobre las razones humanitarias para su intervención en Libia. Y otro tanto puede decirse de los comentaristas.

Se las puede someter, sin embargo, a una prueba muy simple, para determinar si las nobles intenciones pueden ser tomadas en serio: ¿llaman los autores a la intervención humanitaria y la “responsabilidad de proteger” a las víctimas de sus propios crímenes o a las de sus clientes? Tomemos, por ejemplo, a Obama: ¿convocó a una zona de exclusión aérea durante la asesina y destructora invasión israelí, respaldada por Estados Unidos, de Líbano, en 2006, sin ningún pretexto creíble? ¿Acaso, no explicó con orgullo durante su campaña presidencial que él había patrocinado una resolución del Senado de apoyo a la invasión, en la que se pedía el castigo de Irán y Siria por impedirla? Fin de la discusión. De hecho, prácticamente toda la literatura de la intervención humanitaria y el derecho a proteger, escrita o hablada, desaparece tras esta prueba sencilla y adecuada.

Por el contrario, de las razones REALES poco se habla, y uno tiene que escudriñar los archivos documentales e históricos para descubrirlas, sea el Estado que sea.

¿Cuáles son entonces las razones de EE.UU.? A un nivel muy general, la evidencia me parece que demuestra que no han cambiado mucho desde los estudios de planificación de alto nivel iniciados durante la Segunda Guerra Mundial. Los planificadores en tiempo de guerra daban por sentado que EE.UU. saldría de la guerra en una posición de dominio abrumador, e instaron al establecimiento de una Gran Zona en la que EE.UU. mantuviera un “poder incuestionable” con “supremacía militar y económica”, que garantizase al mismo tiempo la “limitación de cualquier ejercicio de la soberanía” por parte de otros Estados, que pudiera interferir con sus designios globales. La Gran Zona debía incluir el Hemisferio Occidental, el Lejano Oriente, el Imperio británico (que incluía las reservas de energía de Oriente Próximo) y la parte de Eurasia que fuera sea posible, al menos su centro industrial y comercial en el Oeste del continente europeo. Está muy claro, basándose en registros documentales que “el presidente Roosevelt tenía por objetivo la hegemonía de Estados Unidos en el mundo de la posguerra”, para citar la precisa valoración del respetable historiador británico Geoffrey Warner. Y, más importante, los minuciosos planes de tiempo de guerra se llevaron a la práctica poco después, como podemos leer en los documentos desclasificados de los años siguientes, y como podemos observar en la práctica. Las circunstancias han cambiado, por supuesto, y las tácticas se han ajustado en consecuencia, pero los principios básicos son bastante estables, hasta el presente.

Con respecto a Oriente Próximo –la “región de mayor importancia estratégica del mundo”, en palabras del presidente Eisenhower– la principal preocupación ha sido y sigue siendo sus incomparables reservas energéticas. El control de éstas daría el “control sustancial del mundo”, como vio muy pronto el influyente asesor liberal A.A. Berle. Estas preocupaciones suelen ocupar un lugar prominente en los asuntos relativos a esta región.

En Iraq, por ejemplo, cuando las dimensiones de la derrota de Estados Unidos. ya no podían ocultarse, la retórica fue desplazada por un honesto anuncio de los objetivos de la política. En noviembre de 2007, la Casa Blanca emitió una declaración de principios en la que insistía en que Iraq debía conceder a las fuerzas militares de EE.UU. el acceso por tiempo indefinido, y también en que se debía dar preferencia a los inversores estadounidenses. Dos meses más tarde, el presidente informó al Congreso que iba a pasar por alto cualquier legislación que pudiera limitar el estacionamiento permanente de las fuerzas armadas de EE.UU. en Iraq o “el control por parte de Estados Unidos de los recursos petrolíferos de Iraq”, exigencias que abandonó poco después ante la resistencia iraquí, al igual que tuvo que abandonar los objetivos anteriores.

Si bien el control del petróleo no es el único factor en la política de Oriente Próximo, ofrece en cambio algunas directrices bastante acertadas, antes como ahora. En un país rico en petróleo, a un dictador de confianza se le garantiza una libertad de acción casi total. En las últimas semanas, por ejemplo, no ha habido reacción alguna cuando la dictadura de Arabia Saudí utilizó la fuerza masiva para aplastar cualquier signo de protesta. Otro tanto en Kuwait, donde unas pequeñas manifestaciones fueron aplastadas al instante. Y en Bahrein, cuando las fuerzas armadas dirigidas por Arabia Saudí intervinieron para proteger al monarca de la minoría sunita de las demandas de reformas por parte de la población chií reprimida. Las fuerzas gubernamentales no solo desmantelaron el campamento de la Plaza de la Perla –la Plaza Tahrir de Bahrein– sino que llegaron a demoler la estatua de la Perla que es el símbolo de Bahrein y de la que se habían apropiado los manifestantes. Bahrein es un caso particularmente sensible, ya que alberga la Sexta Flota de EE.UU. la fuerza militar más poderosa, con mucho, de la región, y también porque el Este de Arabia Saudita, en la puerta de al lado, es también en gran parte chií y tiene las mayores reservas petroleras del reino. Por un curioso accidente de la geografía y la historia, la mayor concentración de hidrocarburos del mundo rodea la parte norte del Golfo, en regiones de mayoría chií. La posibilidad de una alianza tácita chií ha sido la pesadilla de los planificadores desde hace mucho tiempo.

En los estados que carecen de grandes reservas de hidrocarburos, las tácticas varían, aunque por lo general se ajustan siempre al mismo esquema estándar cuando uno de nuestros dictadores tiene problemas: apoyarlo el mayor tiempo posible y, cuando resulta imposible, hacer pública declaración de amor a la democracia y los derechos humanos, tratando a la vez de salvar la mayor parte del régimen que sea posible.

El escenario es aburridamente familiar: Marcos, Duvalier, Chun, Ceasescu, Mobutu, Suharto y muchos otros. Y hoy, Túnez y Egipto. Siria es un hueso duro de roer y no hay una alternativa clara a la dictadura que apoye los objetivos de EE.UU. Yemen es un cenagal en el que la intervención directa probablemente crearía problemas aún mayores a Washington. Así que ahí la violencia estatal sólo produce declaraciones piadosas.

Libia es un caso diferente. Libia es rica en petróleo, y aunque EE.UU. y el Reino Unido han proporcionado con frecuencia un apoyo notable a su cruel dictador, hasta ahora, éste no es de confianza. Preferirían un cliente más obediente. Además, el vasto territorio de Libia está poco explorado, y los especialistas de la industria petrolera creen que puede haber abundantes recursos petrolíferos sin explotar, que un gobierno más previsible podría abrir a la explotación occidental.

Cuando comenzó un levantamiento no violento, Gadafi lo aplastó violentamente y estalló una rebelión que liberó Bengazi, la segunda ciudad más grande del país, y parecía a punto de asediar la fortaleza de Gadafi en el Oeste. Sus fuerzas, sin embargo, cambiaron el curso del conflicto y llegaron a las puertas de Bengazi. Una masacre era probable, y como el asesor de Obama para Oriente Próximo, Dennis Ross, señaló “todo el mundo nos culparía por ello.” Eso sería inaceptable, al igual que una victoria militar que potenciase el poder y la independencia de Gadafi. Ante esta tesitura, EE.UU. se unió a las Naciones Unidas en la resolución 1973, que establece una zona de exclusión aérea a cargo de Francia, el Reino Unido, y EE.UU., en la que este país podría tener un papel secundario.

No se hizo ningún esfuerzo para limitar la acción a la creación de una zona de exclusión aérea o siquiera a mantenerse en el mandato más amplio de la resolución 1973.

El triunvirato interpretó inmediatamente la resolución como una autorización para su participación directa del lado de los rebeldes. Se impuso por la fuerza un alto el fuego a las fuerzas de Gadafi, pero no a los rebeldes. Por el contrario, se les dio apoyo militar a medida que avanzaban hacia el Oeste, y enseguida se hicieron con las principales fuentes de producción de petróleo de Libia, y estuvieron listos para seguir adelante.

El flagrante desprecio de la resolución 1973 de las Naciones Unidas pronto comenzó a causarle dificultades a la prensa, ya que era demasiado grave ignorarlo. En el New York Times, por ejemplo, Karim Fahim y David Kirkpatrick (el 29 de marzo) se preguntaban “cómo podrían justificar los aliados sus ataques aéreos contra las fuerzas del coronel Gadafi en torno a [su centro tribal de] Sirte si, como parece ser el caso, goza de amplio apoyo en la ciudad y no representa una amenaza para los civiles.” Otra dificultad técnica es que la resolución 1973 del Consejo de Seguridad exige un embargo de armas que se aplique a todo el territorio de Libia, lo que significa que cualquier aporte externo de armas a la oposición tendría que ser encubierto (pero, de otro modo, no problemático).

Hay quien argumenta que el petróleo no puede ser una razón, porque las compañías occidentales ya disfrutaban de acceso al botín bajo Gadafi. Este razonamiento ignora las preocupaciones de EE.UU. Lo mismo podría haberse dicho de Iraq bajo Saddam, o de Irán o Cuba durante muchos años, y aún hoy en día. Lo que Washington pretende es lo que Bush anunció: control o, por lo menos, clientes de confianza. Documentos internos estadounidenses y británicos subrayan que “el virus del nacionalismo” es su mayor temor, no sólo en el Oriente Próximo sino en todas partes. Regímenes nacionalistas que pudieran llevar a cabo ilegítimos ejercicios de soberanía, violando los principios de la Gran Zona. Y que pudieran tratar de dirigir los recursos a cubrir las necesidades populares, como Nasser amenazaba ocasionalmente con hacer.

Vale la pena señalar que las tres potencias imperialistas tradicionales –Francia, Reino Unido, EE.UU. – están casi aisladas en la realización de estas operaciones. Los dos principales estados de la región, Turquía y Egipto, probablemente podrían haber impuesto una zona de exclusión aérea, pero sólo ofrecen un tibio apoyo a la campaña militar del triunvirato. Las dictaduras del Golfo estarían felices de ver desaparecer al errático dictador libio, pero a pesar de estar sobrecargadas de hardware militar de último modelo (servido generosamente por EE.UU. y Reino Unido para reciclar los petrodólares y asegurar su obediencia), sólo se atreven a ofrecer una participación simbólica (Qatar.)

Si bien apoyan la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU (UNSC), los países africanos –aparte de Ruanda, aliado de EE.UU.– se oponen en general a la forma en que aquélla ha sido interpretada, a toda prisa, por el triunvirato, y en algunos casos esta oposición es muy firme. Para conocer las políticas de cada uno de los estados africanos véase el artículo del keniata Charles Onyango-Obbo (http://allafrica.com/stories/201103280142.html).

Más allá de la región hay poco apoyo. Al igual que Rusia y China, Brasil se abstuvo de en la votación de la ONU de la resolución 1973, instando en cambio a un completo alto el fuego y al diálogo. India también se abstuvo en la resolución, basándose en que las medidas propuestas pueden “agravar una situación ya difícil para el pueblo de Libia”, y también pidió medidas políticas y no el uso de la fuerza. Incluso Alemania se abstuvo. Italia también se mostró reacio, en parte quizá porque es muy dependiente de los contratos petroleros con Gadafi. Además, podemos recordar el genocidio que llevó a cabo Italia en el este de Libia, la zona ahora liberada, tras la primera Guerra Mundial, del que tal vez conserven algunos recuerdos .
2. ¿Puede alguien contrario a las intervenciones, que además cree en la autodeterminación de las naciones y las personas, apoyar una intervención ya sea realizada por la ONU o individualmente por algunos países?
Hay dos casos a considerar: (1) una intervención autorizada por la ONU, y (2), una intervención sin autorización de la ONU. A menos que creamos que los Estados son sagrados en la forma que se han establecido en el mundo moderno (por lo general mediante una violencia extrema), y que están dotados de derechos que anulan todas las consideraciones imaginables, entonces la respuesta es la misma en ambos casos: sí, al menos en principio . Y no veo motivo para discutir esta creencia, por lo que la voy a dejar de lado.

En lo que respecta al primer caso, la Carta (de las Naciones Unidas) y las resoluciones posteriores otorgan al Consejo de Seguridad una considerable latitud para la intervención, y ésta se ha llevado a cabo, por ejemplo, en el caso de África del Sur. Esto, por supuesto, no implica que todas las decisiones del Consejo de Seguridad deban tener la aprobación de “alguien contrario a las intervenciones, que además cree en la autodeterminación de las naciones y las personas”; otras consideraciones entran en juego en casos específicos, pero, una vez más, a menos que otorguemos a los Estados contemporáneos un estatus de entidades prácticamente sagradas, el principio es el mismo.

En cuanto al segundo caso –el que se plantea con respecto a la interpretación que hace el triunvirato de la resolución 1973, junto a otros muchos ejemplos– la respuesta es otra vez afirmativa, al menos en principio, a menos que tomemos el sistema estatal global como algo inviolable en la forma establecida en la Carta de las Naciones Unidas y otros tratados.

Siempre hay, por supuesto, una carga de la prueba muy pesada que es preciso soportar para justificar la intervención por la fuerza, o cualquier otro uso de la fuerza. La carga es especialmente alta en la segunda hipótesis, en casos de violación de la Carta, al menos para los Estados que profesan el respeto de la ley. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que la potencia hegemónica mundial rechaza esta postura, y se autoexcluye de las Cartas de las Naciones Unidas y de la OEA, junto a otros tratados internacionales. Al aceptar la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia, cuando ésta se estableció (conforme a la iniciativa de EE.UU.) en 1946, Washington se excluyó de los cargos de violación de los tratados internacionales, y posteriormente ratificó el Convenio para la Prevención y la Represión del Genocidio, de 1948. con reservas similares. Todas ellas confirmadas por los tribunales internacionales, ya que su procedimientos requieren la aceptación de la jurisdicción. De manera más general, la práctica de EE.UU. es introducir reservas cruciales a los tratados internacionales que ratifica, eximiéndose en la práctica de los mismos.

¿Es soportable la carga de la prueba? No tiene mucho sentido discutir esto de manera abstracta, pero hay algunos casos reales que podrían ayudarnos. En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, hay dos casos de recurso a la fuerza que, aunque no pueden considerarse como intervenciónes humanitarias, podrían ser legítimamente compatibles: la invasión por parte de India de Pakistán Oriental, en 1971, y la invasión vietnamita de Camboya, en diciembre de 1978; en ambos casos, para poner fin a atrocidades masivas. Estos ejemplos, sin embargo, no entran en el canon occidental de intervención humanitaria, ya que sufren de la falacia de la institución errónea: no los llevaron a cabo los occidentales. Es más, EE.UU. se opuso a ellos encarnizadamente, en el momento álgido de las atrocidades, y luego castigó severamente a los “malhechores” que terminaron con las matanzas de la actual Bangladesh y de la Camboya de Pol Pot. Vietnam no sólo fue duramente condenado, sino también castigado con una invasión china apoyada por Estados Unidos, y con el apoyo militar y diplomático británico-estadounidense a los jemeres rojos camboyanos en sus ataques desde sus bases de Tailandia.

Si bien la carga de la prueba se puede soportar en ambos casos, no es fácil pensar en otros. En el actual caso de intervención por el triunvirato de potencias imperiales que están violando en estos momentos la resolución 1973 de las Naciones Unidas de 1973, la carga es muy pesada, dado su horrible historial. Sin embargo, sería demasiado fuerte sostener que nunca se puede soportar, en principio. A menos, por supuesto, que consideramos los estados-nación en su forma actual como esencialmente sagrados. La prevención de una masacre probable en Bengazi no es poca cosa, con independencia de lo que uno piense sobre las razones.

3. ¿Puede una persona interesada en que los disidentes de un país no sean masacrados en su búsqueda de la autodeterminación, oponerse legítimamente a una intervención que tiene por objeto, sean cuales sean sus razones, evitar una masacre?

Aun aceptando, por pura hipótesis, que la intención es genuina, que cumple el criterio simple que he mencionado al principio, no veo cómo responder a este nivel de abstracción: depende de las circunstancias. Podríamos oponernos a la intervención podría oponerse, por ejemplo, si ésta es probable que conduzca a una masacre mucho peor. Supongamos, por ejemplo, que los líderes de EE.UU., real y honestamente, hubieran tenido la intención de evitar una masacre en Hungría en 1956 y hubieran bombardeado Moscú. O que el Kremlin, genuina y honestamente, hubiera tenido la intención de evitar una masacre en El Salvador, en la década de 1980, mediante el bombardeo de EE.UU. Teniendo en cuenta las consecuencias previsibles, todos estaríamos de acuerdo en que esas acciones –inconcebibles– podría ser legítimamente contestadas.

4. Muchos ven una analogía entre la intervención en Kosovo, de 1999, y la actual intervención en Libia. ¿Puede explicar las principales similitudes, en primer lugar, y también las principales diferencias, en segundo lugar?
De hecho, muchas personas perciben esta analogía, lo que es un homenaje al increíble poder de los sistemas de propaganda occidentales. Da la casualidad de que contamos con excelente documentación de los antecedentes de la intervención en Kosovo, que incluye dos detalladas recopilaciones del Departamento de Estado, extensos informes sobre el terreno de los observadores –occidentales– de la Misión de Verificación de Kosovo, fuentes de la OTAN y la ONU, una comisión de investigación británica y muchos más elementos. Los informes y estudios coinciden estrechamente en los hechos.

En resumen, podemos decir que no se había producido ningún cambio sustancial sobre el terreno en los meses previos al bombardeo. Tanto las fuerzas serbias como la guerrilla del ELK habían cometido atrocidades –las de esta última fuerza, de mayor gravedad, en ataques desde la vecina Albania– durante el período en cuestión, al menos de acuerdo a las más altas autoridades británicas (Gran Bretaña fue el miembro más agresivo de la alianza). Las grandes atrocidades en Kosovo no fueron la causa de los bombardeos de la OTAN sobre Serbia, sino su consecuencia, una consecuencia totalmente previsible. El comandante en jefe de la OTAN, el general estadounidense Wesley Clark, había informado a la Casa Blanca semanas antes de los bombardeos de que éstos provocarían una respuesta brutal por las fuerzas serbias sobre el terreno, y, al comienzo del bombardeo, dijo a la prensa que esta respuesta era “previsible”.

Los primeros refugiados kosovares registrados por la ONU se producen en fechas muy posteriores al comienzo de los bombardeos. Con una sola excepción, la acusación de Milosevic, durante los bombardeos, basada en gran medida en informes de inteligencia anglo-estadounidenses, se limitó a los crímenes cometidos después del bombardeo, y sabemos que no podía ser tomada en serio por los líderes de Estados Unidos y Reino Unido, que en ese mismo momento estaban apoyando activamente crímenes aún peores. Además, había buenas razones para creer que una solución diplomática estaba al alcance; en efecto, la resolución de la ONU impuesta después de 78 días de bombardeo fue más bien un compromiso entre la posición serbia y la de la OTAN al comienzo.

Todo esto, incluso estas impecables fuentes occidentales, lo trato con cierto detalle en mi libro A New Generation Draws the Line. Nuevas informaciones que corroboran todo ello han aparecido desde entonces. Por ejemplo, Diana Johnstone informa de una carta a la canciller alemana, Angela Merkel, el 26 de octubre de 2007, que le envía Dietmar Hartwig, ex jefe de la misión europea en Kosovo antes de que fuera retirado el 20 de marzo con el anuncio del bombardeo, que estaba en una posición muy buena para saber lo que estaba sucediendo. Éste escribe:

No hay un solo informe presentado en el período comprendido entre finales de noviembre de 1998 y la evacuación en vísperas de la guerra que mencione que los serbios hayan cometido delitos graves o sistemáticos contra los albaneses, ni tampoco ha habido un solo caso que se refiera a incidentes o delitos de genocidio o asimilables a éste. Por el contrario, en mis informes he registrado en repetidas ocasiones que, teniendo en cuenta los ataques del ELK cada vez más frecuentes contra el Gobierno serbio, se ha demostrado que la aplicación de la ley por parte de éste ha sido hecha con una notable moderación y disciplina. El objetivo claro y citado a menudo por el Gobierno serbio ha consistido en observar rigurosamente el acuerdo Milosevic-Holbrooke [de octubre de 1998] para no dar ninguna excusa a la comunidad internacional para intervenir. (...) Hubo enormes “diferencias de percepción” entre lo que las misiones en Kosovo han estado informando a sus respectivos gobiernos y capitales, y lo que éstos han filtrado posteriormente a los medios de comunicación y al público. Esta discrepancia sólo puede ser vista como un elemento de preparación a largo plazo para la guerra contra Yugoslavia. Hasta el momento en que abandoné Kosovo, nunca había ocurrido lo que los medios de comunicación y, todavía más, los políticos afirmaban sin cesar. En consecuencia, hasta el 20 de marzo 1999 no había ninguna razón para la intervención militar, lo que hace ilegítimas las medidas adoptadas posteriormente por la comunidad internacional. El comportamiento colectivo de los Estados miembros antes y después del estallido de la guerra da pie a serias preocupaciones, porque la verdad fue liquidada y la UE perdió fiabilidad.”

La historia no es física cuántica, y siempre hay un amplio margen para la duda. Pero es raro que las conclusiones tengan un respaldo tan firme como en este caso. De un modo muy revelador, es totalmente irrelevante. La doctrina que prevalece es que la OTAN intervino para detener la limpieza étnica, aunque los partidarios de los bombardeos que toleran al menos un guiño a los abundantes elementos fácticos califican su apoyo al decir que los bombardeos eran necesarios para detener las posibles atrocidades: debemos actuar aun produciendo atrocidades a gran escala para detener las que se podrían producir si no bombardeásemos. Y hay justificaciones aún más impactantes.

Las razones de esta práctica unanimidad y pasión son bastante claras. El bombardeo se produjo en una virtual orgía de autoglorificación y pavor por parte de las potencias, que podría haber impresionado a Kim il-Sung. Lo he analizado en otro lugar, y no deberíamos permitir que siga en el olvido este notable momento de la historia intelectual. Después de este espectáculo, el desenlace tenía que ser simplemente glorioso. La noble intervención en Kosovo proporcionó este desenlace, y esta ficción debe ser celosamente mantenida.

Volviendo a la pregunta, hay una analogía entre las representaciones autocomplacientes de Kosovo y Libia: ambas intervenciones están animadas por nobles intenciones, según la versión novelada. El inaceptable mundo real sugiere en cambio analogías bastante diferentes.

5. Del mismo modo, mucha gente ve una analogía entre la actual intervención en Iraq y la intervención en curso en Libia. En este caso, ¿puede explicar las similitudes y las diferencias?
No veo las analogías significativas aquí tampoco, excepto que dos de los Estados participantes son los mismos. En el caso de Iraq, las metas son las que al final acabaron por reconocer. En el caso de Libia, es probable que el objetivo sea similar, al menos en un aspecto: la esperanza de que un régimen cliente fiable apoye los objetivos occidentales y proporcione a los inversores occidentales un acceso privilegiado a la riqueza petrolera rica de Libia, que, como he señalado, puede ir mucho más allá de lo que se conoce actualmente.

6. ¿Qué espera usted, en las próximas semanas, que suceda en Libia y, en ese contexto, ¿cuáles cree usted que deberían ser los objetivos de un movimiento, en Estados Unidos, contra la intervención y la guerra con respecto a las políticas de EE.UU.?

Por supuesto, es incierto, pero las perspectivas probables –hoy, 29 de marzo– son o bien una partición de Libia en una región oriental, rica en petróleo y dependiente en gran medida de las potencias occidentales imperiales, y una región occidental pobre bajo el control de un tirano brutal de limitadas capacidades; o bien una victoria de las fuerzas respaldadas por Occidente. En cualquier caso, lo que el triunvirato presumiblemente espera es un régimen menos problemático y más dependiente en lugar del actual. El desenlace probable es el que se describe con bastante exactitud, creo que por el diario árabe con sede en Londres Al-Quds Al-Arabi, en su número del 28 de marzo. Si bien se reconoce la incertidumbre de la predicción, prevé que la intervención puede dejar en Libia “dos estados, uno para los rebeldes en el Este, rico en petróleo; y uno, pobre, en manos de Gadafi en el Oeste (...) Una vez asegurados los campos de petróleo, podemos encontrarnos ante a un nuevo emirato petrolero en Libia, un país escasamente habitado, protegido por Occidente y muy similar a los estados-emirato del Golfo Pérsico.” O bien, la rebelión apoyada por Occidente podría continuar hasta el final para eliminar al irritante dictador.

Los que se preocupan por la paz, la justicia, la libertad y la democracia debe tratar de encontrar maneras de prestar apoyo y asistencia a los libios que tratan de forjar su propio futuro, libre de las limitaciones impuestas por las potencias extranjeras. Podemos tener esperanzas sobre la dirección a seguir, pero el futuro debe estar en sus manos.