lunes, 31 de agosto de 2009

Aguas silenciosas en el desierto

Una buena idea crece si tiene buenos ejecutantes. Los buenos ejecutantes se lucen si tienen una buena obra para interpretar. El director Phillipe Claudel dispone de una concertista de primera línea para interpretar una sinfonía que se potencia en los silencios: la expresiva Kristin Scott Thomas ( La Fiona , de Cuatro bodas y un funeral ó la Katherine de El paciente inglés, sus más recordados papeles, que aún desaliñada, mantiene una belleza que resiste el embate de los años y la fugacidad de los gustos siliconados que hoy imperan) es el centro de esta pequeña y potente historia que a la manera de algunas películas de Nikita Mijailkov, planea circularmente sobre un eje como un ave que finalmente termina posando en una frágil rama cuando ya no es posible sostenerse en el aire ante el peso de una pena que es la suma de todas las penas. Aunque no es muy difícil predecir el desenlace, el final no deja de conmover.